En la tarde me habló el Lic. Pepe Zayden para comunicarme que parecía que Bretón estaba arrestado. Aunque tal vez todo fuera un chisme. En un principio pensamos que era un contraataque de sus rivales en el juicio de amparo que acababa de ganar. Le llamé a su teléfono y a su celular toda la tarde y parte de la noche. No contestó. Al día siguiente lo fuí a visitar a Pacho y, lamentablemente, confirmé que estaba detenido por "abuso sexual erótico". Es una acusación grave y muy difícil probar la inocencia. Prácticamente no hay prueba para defenderse. Le puede costar hasta 10 años de prisión más una multa de 500 salarios mínimos.
En pocas palabras, esta acusación le puede destrozar su proyecto de vida. Peor aún, proyecta una sombra indeseable sobre todos los profesores y entrenadores de ajedrez, así como el Padre Maciel la ha proyectado sobre ciertas instituciones religiosas que no viene al caso mencionar.
Las hipótesis más creíbles son dos: o es culpable o es víctima de una venganza familiar. No me toca a mí juzgar ni tengo los elementos de prueba para hacerlo, salvo el conocimiento que tengo de Jaime, cuya amistad rebasa ya los treinta años. Aunque me parece que es un tipo excéntrico, nunca me imaginé que fuera capaz de cometer un delito así. Yo no puedo probar nada en su contra.
Pero también parece poco probable que una madre pueda aleccionar a su hija para que haga una acusación de esta naturaleza a fin de saciar una oscura venganza y se arriesgue a perder la custodia de la niña, entre otras cosas. Pero tiene algo de lógica. Con mayor razón si quien hace la denuncia es alguien que trabaja en el ámbito policial o judicial. En tanto que Jaime, un hombre soltero de 38 años de edad, catecúmeno, extrovertido, es el blanco ideal para una acusación así.
Ya hay voces que piden su linchamiento. Esperemos a que se desahoguen las pruebas y se dicte la sentencia.
Entre tanto, los ajedrecistas veracruzanos tendrán que nombrar un presidente de asociación interino. De lo contrario se dificultará la aparición de buenos torneos en Veracruz durante una buena temporada.
Al terminar la visita al reclusorio, un sujeto me ofreció sus servicios como lustrabotas. Me contaba que estuvo ocho años por un homicidio. Le habían dado treinta años de prisión. Cuando había purgado ocho atraparon al verdadero homicida y lo dejaron libre. También me comentaba que cuando la acusación es fabricada la defensa es más difícil. Aún como visitante da miedo el lugar. Siente uno la sensación de que no va lograr salir de ahí, como quien se lanza en un clavado a una alberca hasta tocar el fondo y necesita respirar aire cuando todavía falta un metro para llegar a la superficie.
Finalmente, si el amigo es culpable, no podremos alegar que no lo es. Solamente nos restará visitarlo de vez en cuando y prestarle dinero para que se compre sus cigarros. Un dinero que nunca retornará. Pero, más allá de la amistad, sí debemos vigilar porque se haga justicia, pues es algo que nos atañe a todos.
Algo debe haber hecho, porque una mujer nunca acusa de algo así sin razón.
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