En el mundo moderno es imposible escapar a las noticias, sea donde sea el lugar donde ocurrió el hecho noticioso. Recientemente, en periodos de efervescencia electoral en muchos países, han ocurrido atentados contra la comunidad LGT (Lésbico-Gay-Transexual). En plena contienda electoral veracruzana, ocurrió un atentado en un bar de Xalapa, Veracruz, conocido como el Madame´s. Y ahora, en Orlando, Florida, ocurrió otro, muy grave. La diferencia es que en el primero, al parecer la autoridad minimizó el número de víctimas, admitiendo 4 decesos, pese a que los atacantes eran cinco; en cambio, en Estados Unidos, una sola persona logró asesinar a 50 y la autoridad lo reconoció.
El asunto es ¿Para qué? ¿Quién ganó? ¿Qué ganó? El atacante de Orlando, Florida, para empezar, perdió la vida. La vida es el bien jurídico más valioso, pues sólo se vive una vez. Claro que para un fanático religioso la vida no vale tanto, porque cree que después de esta vida hay otra que es más duradera, sin que nadie pueda comprobarlo. Por consiguiente, el fanátio religioso desprecia este valor jurídico, tanto para sí mismo como para los demás. Y como los demás no comulgan con sus creencias, se va a Estados Unidos y con toda la facilidad del mundo compra armas de alto poder, que deberían ser exclusivas para los ejércitos, y se poner a matar inocentes a diestra y siniestra, sin averiguar si son gays, terroristas, latinos, nazis, cristianos, judíos o musulmanes. Así de fácil.
Vuelvo al Asunto ¿Qué ganó Omar Mateen? Nada. Perdió la vida, le dió argumentos a Trump y le ayudó a eliminar a cincuenta latinos. Le dió argumentos también a ISIS, organización terrorista que se adjudicó el hecho pero que sólo ganó una nueva serie de enemigos en todo el mundo. Ganaron unos cuantos adeptos y el repudio del resto del mundo.
Ganó el odio. Ahora Trump tiene muy buenos argumentos para fomentar la islamofobia y ganar las elecciones. Una vez presidente no sólo va a joder a los latinos (que algunos de ellos ya fueron castigados por Mateen), sino que va a joder a los musulmanes. A los primeros que va a fastidiar, son a los que viven en Estados Unidos. En seguida, se lanzará a guerras contra países islámicos, donde calcule que hay más extremistas. Como las guerras sólo traen destrucción y el odio genera más odio, antes de que los EU exterminen a los musulmanes, algunos extremistas islámicos seguirán cometiendo más atentados con los cuales el discurso de Trump ganará más adeptos. En una de esas, podrá salir volando algún arma nuclear y se harán realidad las historias que en películas como El Planeta de los Simios eran ficción: la estúpida humanidad habrá acabado con casi todo el planeta tierra y socavado su supervivencia como especie. Y eso si sobrevive alguien a la catástrofe.
Una vez más la sentencia del expresidente mexicano Benito Juárez vuelve a cobrar sentido: "Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz". Me explico. En México los papalotes son unos juguetes que en otras partes se conocen como "cometas". Son pequeños artefactos de papel o alguna tela que se sujetan a un hilo y se ponen a volar aprovechando la fuerza del viento y la resistencia que le opone el hilo. También hay un refrán que dice que "cada quien puede hacer de su trasero un papalote"; es decir, convertir el propio trasero en un papalote es algo muy absurdo e insensato, pero cada quien tiene derecho a hacerlo. En el caso de los gays, ellos tienen dereho de hacer con su trasero lo que se les de la gana, siempre y cuando no afecten los derechos de terceros. ¿Entonces porqué matarlos? Es su derecho a ser gays.
Algunos dirán que soy homófobo y otros que soy gay. Ni una ni otra. Tengo más de sesenta años y no puedo negar que se me hace raro ver a dos personas del mismo sexo besándose en la boca. Me cuesta trabajo aceptarlo. Pero, de ahí a admitir que me afectan y que debo emprender acciones drásticas para castigarlos hay un gran trecho. Salvo la pequeña molestia psicológica de tener que ver algo que a mi me parece raro, no me afectan. No veo porqué ir a tomar un arma y masacrar no sólo a los miembros de esta comunidad, sino a todos los que estén ahí sin serlo.
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