A Juanga hay algunos que ni muerto le perdonan su éxito. A veces coincide en una persona ser chairo y esnob; pero para ser esnob no se requiere ser de izquierda; basta con que lleves la dirección contraria a la corriente principal por lucimiento personal o como estrategia para ganar una posición de autoridad o superioridad cultural para que caigas en situaciones de esnobismo, aún si estás asociado a empresas como Televisa, que en el imaginario de los chairos es la irreconciliable enemiga número uno de la izquierda.
No cuestiono el legítimo derecho a no ser partidario de tal o cual estilo de música, pues en materia de gustos no hay nada escrito. A mí, por ejemplo, el reggaeton me produce cólicos. Pero no por su origen popular o comercial. Simplemente no me gusta. Lo que si me molesta es que a un artista popular se le regatée su calidad o se le desconozcan sus méritos por ser de origen popular o por haber tenido un gran éxito comercial.
Juan Gabriel es un artísta de origen popular y creador de música popular en el amplio sentido de la palabra y de un indudable éxito comercial.
También es cierto que la política, que de acuerdo a las teorías de Carlos Marx, forma parte de la superestructura social y por efecto de una relación dialéctica también se vuelve determinante de los otros elementos de esta superestructura (en este caso la obra de Juan Gabriel); digo, también es cierto que la política determina la suerte del artista y su obra, para bien y para mal.
Durante la etapa final de la hegemonía priísta (1976-2000) la carrera de Juan Gabriel ascendió y se mantuvo en la cúspide hasta que entraron en escena los gobiernos "de la alternancia" y el astro solar de la obra de Juanga se vió eclipsado momentáneamente por la sombra de una luna política no afín a sus filiaciones partidarias. Después regresó el PRI a Los Pinos y la luz solar de Juan Gabriel volvió a brillar con intensidad... pero no le duró el gustó por mucho tiempo, porque físicamente, se murió. El cuerpo de Juan Gabriel falleció, pero su obra artística no.
El punto que quiero abordar aquí es que las relaciones de la economía y la política con la obra artística, siguiendo la teoría marxista, son determinantes en última instancia. Lo cual quiere decir que sí la afecta, pero casi siempre más dejando cicatrices que alimentándola.
El que algunas industrias culturales como Televisa se hayan encontrado con el tesoro del fenómeno Juan Gabriel y le hayan sacado provecho económico o que algún partido político también haya sacado un beneficio tangible o intangible de la obra de Juan Gabriel no demerita su calidad artística. Tampoco es válido negarle esta calidad debido al origen y éxito popular precisamente por ser popular. Entre ciertos sectores de la intelectualidad (independientemente de que sean chairos o derechairos) existe el dogma de que si una manifestación artística es popular, por definición no tiene suficiente calidad. Esto es una falacia. Según el gran compositor norteamericano Aaron Copland quien sabe escuchar música, sabe reconocer su calidad, independientemente del estilo, origen, nacionalidad o época. Lo mismo disfruta de un cuarteto de cuerdas de Mozart que de un disco de Duke Ellignton.
En resumen, la calidad de una obra artística no se mide por la popularidad o por la falta de la misma. La popularidad es una variable, la calidad una constante. Me voy al extremo opuesto: la obra de Juan Sebastián Bach (s. XVIII) fue muy impopular hasta que Félix Mendeslohnn demostró lo contrario en el siglo XIX. En cambio, la obra de de W.A. Mozart ha sido popular desde que este artista empezó a componer (en la infancia) hasta nuestros días. Su rival Salieri era muy famoso, su estrella decayó y ahora se está revalorando.
Basta escuchar la canción Amor Eterno en voz de Rocío Durcal https://www.youtube.com/watch?v=7QuXKirNX3I para darse cuenta de que tiene una línea melódica impecable; y que el texto, si bien habla de una emoción primaria como lo es el amor, también habla de cómo enfrentar la pérdida de un ser querido y lo hace de una manera sincera, sencilla en apariencia, directa y un tanto ingenua, con lo cual su efecto es demoledor. Sólamente a los espíritus insensibles no se les asoman las lágrimas en los ojos cuando la escuchan. Su tema no es un tema banal: es un tema vital.
Cuando la obra de un artista es sólida, los ataques en su contra se vuelven contra quien los lanza, a modo de un boomerang fatal. En el caso de Juanga, ya han rodado las cabezas de algunos esnobs que metieron la pata con él.
Pues aunque yo oigo algo de Juan Gabriel, le doy la razon a Nicolas Alvarado. Es un producto de masas para las masas. No tiene una buena letra (aunque sea mejor que muchas comerciales) ?habia que declarar 3 dias de luto nacional por ser un producto para las masas? No me agrado que cantara en Bellas Artes, y si acepto que lo "velen" ahi, es porque tambien lo hicieron con Cantinflas. Ahora bien, expresar tu opinion en contra del mercantilismo ?amerita que te corran y te crucifiquen publicamente?
ResponderEliminarPues aunque yo oigo algo de Juan Gabriel, le doy la razon a Nicolas Alvarado. Es un producto de masas para las masas. No tiene una buena letra (aunque sea mejor que muchas comerciales) ?habia que declarar 3 dias de luto nacional por ser un producto para las masas? No me agrado que cantara en Bellas Artes, y si acepto que lo "velen" ahi, es porque tambien lo hicieron con Cantinflas. Ahora bien, expresar tu opinion en contra del mercantilismo ?amerita que te corran y te crucifiquen publicamente?
ResponderEliminarEl que una manifestación artística se reproduzca a nivel industrial (masivo) no necesariamente implica que tiene poca calidad. De aceptarlo, diríamos que la obra de Juan Sebastián Bach perdió calidad al ser reproducida masivament epor la industria disquera. A mí si me gustan muchas canciones de Juanga. Siguieno esa línea, Aram Kachaturiam, que escribió para las masas, no tendría calidad y vaya que sí la tiene.
ResponderEliminarY yo no dije "Nicolás Alvarado", aunque es obvio que una de las cabezas que rodaron fue la suya. Claro que tiene derecho a que no le guste la música de Junga, de la misma manera que a Donald Trump también le ha de producir cólicos la música de Juanga. Yo insisto en que "Amor Eterno" es una canción muy bien hecha y que mueve emociones tan profundas que mucha gente prefiere racionalizar para no sentirlas.
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