Les comparto un cuento de mi autoría. Tiene ocho personajes fundidos en uno solo. Espero que sea de su agrado.
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Ezequiel
Matías, devorador de cuentos y novelas, invierte hasta ocho horas al día
haciendo amigas en el Facebook. Acaba de cambiar la sede de su consultorio,
donde ofrece sesiones de Constelaciones Familiares y aplica rayos x y
ultrasonido por las noches, porque también es radiólogo. Estuvo prisionero muchos años en Arizona por
un delito que no cometió. Se parece un poco al jorobado de Nuestra Señora de
París, pero siempre mirando a tu cara, escudriñándote sin recato alguno.
Además, es calvo y feo. Ni flaco ni gordo y es medio sucio. La forma de su
cabeza es como la de una Sandía parada por el eje largo, pero con el color y la
textura de una papa. Siempre viste con un saco sport sobre un suéter con cuello
ruso.
Emigró
a Estados Unidos como debe ser, con los papeles en regla. Muchos años después
regresó a México y se reencontró con sus compañeros de la secundaria. Su rencor
a causa de la prisión lo llevó a militar en Morena. Esto, más su afán de
redimir a los izquierdistas, pues cree que es su obligación religiosa; si no
logra salvar a sus almas del pecado, el que se irá al infierno será él.
Está
casado, pero no vive con su pareja desde hace veinte años, razón por la cual
sucumbe a los encantos de las adolescentes, a las que de cuando en cuando trata
de seducir. Está contra toda forma de aborto y convencido de que se avecina el
apocalipsis porque los diputados izquierdistas aprobaron los matrimonios gay.
En su juventud, se ayuntó con una prima y las familias, en cuanto se enteraron
de este bochornoso suceso, los casaron a la fuerza; pero, al convertirse
Ezequiel al luteranismo, la montaba solamente dos veces al año, para
embarazarla hasta que un día ella tomó a sus hijos y huyó del hogar. Ella logró
que un juez le asignara una pensión alimenticia y se escondió, para que los
jueces no los pudieran divorciar y así joderle la vida a más no poder. La
castidad forzada le ayuda a Ezequiel a tener aspecto de santo, pero de cuando
en cuando le juega malas pasadas. Por eso su afición a contactar mujeres
bonitas y jóvenes en el Facebook. Cuando lo juzgaron para encarcelarlo, nadie
le creyó que no era pederasta.
Empezando
la noche, hace constelaciones familiares. Éste es su trabajo favorito, porque
también le gusta a las mujeres, quienes le siguen el juego y entran a una
especie de toma y daca en el coqueteo, siempre con fines terapéuticos y nunca
con fines eróticos. Bueno, casi nunca. De cuando en cuando alguna de sus
pacientes acepta ir a la cama con él; o, al menos, eso es lo que les presume
Ezequiel a los varones; aunque, realmente, no tiene nada de que presumir, pues
las parejas que consigue son viejas y feas. El único inconveniente de este
trabajo es que sólo lo puede realizar de ocho a nueve de la noche, dados los
hábitos de consumo de sus clientes. El resto de sus ingresos los obtiene como
radiólogo de emergencias nocturnas. Consecuentemente, su ingreso económico es
poco y su tacañería mucha. Está auto empleado. El gobierno sólo le ofrece
turnos diurnos, que no quiere tomar, pues le gusta leer con la luz del día. Y,
sobre todo, porque de día se dedica a catequizar y a militar en su partido
político. Ezequiel milita en Morena, partido político de clara afiliación
izquierdista, porque es el único partido de México que ofrece un combate
frontal a la corrupción.
Estas
son otras de las razones por las que su mujer lo abandonó, pues a más de ser
terriblemente tacaño siempre vive con estrecheces económicas; su laboratorio se
ve obsolescente, desgastado, con la pintura severamente erosionada por el uso.
La cama para los pacientes está chueca, con las vestiduras rasgadas y sin
huellas de mantenimiento alguno. Todo esto le acarrea a Ezequiel un cúmulo de
frustraciones: su carácter mesiánico le ayuda en Morena, pero en cuanto empieza
a sermonear a los izquierdistas, su liderazgo se menoscaba. Por andar en estas
actividades no atiende a las licitaciones del gobierno, razón por la cual
siempre permanece auto empleado y frustrado, pues siente que el gobierno tiene
la obligación de darle trabajo de manera incondicional. Por eso su irritación
con los izquierdistas, pues, pese a su militancia en Morena, cree que el
gobierno está lleno de izquierdistas y éstos hacen lo contrario a los mandatos
de Dios.
Ezequiel
es muy bueno para resolver problemas de razonamiento lógico-matemático, pero
muy torpe para manipular las emociones de los demás. Y, en la escuela de
educación media, las ciencias sociales eran las materias en las que sacaba las
peores calificaciones. Para su mayor desgracia, tiene la habilidad para
provocar la curiosidad y llamar la atención. La única vez que Morena ganó las
elecciones en su municipio y por consiguiente el gobierno podía darle el
trabajo nocturno que tanto anhelaba, tuvo a bien abrir la bocota en la asamblea
presidida por el mismo Andrés Manuel López Obrador.
–Yo tengo la fórmula para acabar con
la violencia, la corrupción y el crimen organizado– dijo el líder supremo de
Morena–. Voy a generar fuentes de empleo para todos.
–No es suficiente –Dijo Ezequiel
tomando el micrófono. Todas las miradas se enfocaron hacia él, sobretodo las de
los periodistas–. Para esto hay que recomponer el tejido social que está dañado
por la descomposición social.
Todos
abrieron desmesuradamente los ojos, ante la suficiencia con que este hombre
acababa de enmendarle la plana al gran líder de las izquierdas. Al terminar la
asamblea, los reporteros y paparazzis
se volcaron sobre él.
–¿Y qué entiende Usted por
descomposición social? –Le preguntó una joven reportera, que hacia esfuerzos
por mantener el micrófono de su teléfono móvil cerca de la boca de Ezequiel,
para captar toda la información posible en tanto que sus colegas la empujaban
para alejarla del audaz personaje que había salido de la nada, desafiante.
–Los huracanes, los terremotos y el
eclipse solar son el inicio del apocalipsis provocado por la ira de Dios a
causa de las leyes que los diputados de izquierda han aprobado recientemente:
Dios está enfurecido porque ahora son legales tanto el aborto como los
matrimonios gay.
En
las asambleas del partido, a menudo se enfrasca en ríspidas contiendas por el
uso del micrófono, pues siempre ha tenido un carácter protagónico que le ha
permitido soportar los abucheos de la asamblea y las amonestaciones de los
organizadores. Siempre ha fracasado en sus intentonas de ser líder. Ezequiel es
extrovertido, pero este rasgo de carácter más bien lo lleva a meterse en una
dificultad tras otra, debido a su propensión a opinar sin consideración alguna
y contraria a lo que los demás piensan o sienten. Nunca se enferma y esto le da
una gran vitalidad para continuar con la que él llama su misión en la vida. En
Morena nadie lo soporta, pero, por decencia, lo toleran, pues creen en la
sinceridad de sus comentarios. Por eso no lo han expulsado del partido.
Toda
la vida ha militado en la clase media. Si bien nunca ha tenido grandes ganancias,
tampoco ha padecido grandes carencias, salvo los primeros días que pasó fuera
de la prisión. Porque estuvo prisionero por un delito que no cometió y cuando
pretextaba inocencia a causa de su religiosidad, se hundía más y más:
–Todos los sacerdotes católicos son
pederastas –Acusaba el alguacil Joe Arpaio.
–Yo soy protestante –Contestaba–.
Pero nadie creía en su inocencia–. Y soy enemigo de los abortistas.
Ezequiel
sabe blofear y citar con autoridad pero sin verificar la veracidad de su
contenido. Como aquella vez que hablaba de los castigos a Cafarnaúm,
proclamando que en el día del juicio habrá más tolerancia para Sodoma que para
esta ciudad. Y dijo que esto estaba escrito en el Evangelio de San Lucas,
traducción de Ezequiel Matías tatarabuelo, capítulo 6, versículos 37 a 42.
Además, lo hacía mezclando el inglés con el español, pues éste es su lengua
nativa, pero lo habla muy mal, a causa de su larga estancia en los Estados
Unidos, donde su piel blanca y su cabello castaño le hicieron pasar
desapercibido sin que nadie lo discriminara a causa de sus ojos de color café,
reveladores de su mexicanidad pero también muy comunes entre los sajones. Los
norteamericanos lo aceptaron como uno de ellos a tal grado que todavía pertenece
a un club de admiradores de Donald Trump.
Ezequiel
es un hombre de estatura entre mediana y alta. Su ética protestante le impide
comer más de la cuenta, por lo que es moderadamente esbelto, lo que contribuye
aún más a hacerle pasar desapercibido. Esta ética es determinante en su actitud
hacia la vida; es militante pero con tendencias suicidas, las que nunca lleva a
conclusión debido al temor que le ocasionan los castigos que La Biblia tiene
reservados para los suicidas. Su nariz de cochino y un ojo estrábico girado
hacia fuera tampoco lo ayudaban a ser un líder carismático. Todo mundo sabe que
en esta vida los guapos triunfan y los feos apestan. Para su fortuna, su
temperamento es normalmente tranquilo y amigable. Pero cuando le colman el
plato estalla y lanza maldiciones bíblicas a diestra y siniestra. Es tranquilo
pero desafiante. Y terco como una mula. Aunque en el fondo es pesimista, lleno
de niveles tan depresivos y cargados de tanta negatividad que raya en lo
patológico. No en balde su herencia biológica es de tipo escocés. Su sexualidad
es asquerosamente masculina, de esa masculinidad arranciada por la castidad en
la que la libido reprimida emana de los poros de su piel marchita en forma de
un sudor viscoso y maloliente.
Cuando
su padre abandonó el hogar, su madre tomó a Ezequiel y lo trasladó al vecino
país del norte, ya divorciada. Ahora ella está muerta y el padre, inválido. La
madre era esquizofrénicamente religiosa a la vez que muy consentidora. Por
estar pensando toda la vida en que había sido repudiada se sacó una
insuficiencia renal que acabó con su vida a los ocho días de la última subida
de azúcar en la sangre. Después de Dios, sólo vivía para obtener lo mejor para
su hijo. Por eso le celebraba a Ezequiel todas las tarugadas que decía, siempre
y cuando no contraviniesen algún precepto de Las Sagradas Escrituras. Esto,
porque el padre los abandonó cuando Ezequiel estaba en la más tierna de las
infancias a causa de la sensualidad del papá que se llevaba mal con la
religiosa castidad de la madre.
Ezequiel
ahora tiene 65 años, pero aún razona y reacciona como un adolescente. Ezequiel
es tenaz. Sabe embaucar, tiene mucha habilidad mental, con lo cual compensa su
tendencia a hacer bromas de mal gusto o de hacer comentarios dignos de un
desequilibrado. Por eso la gente recibe con alegría su premisa personal, cuando
dice:
–Las constelaciones familiares te
ayudan a ser un hijo de puta sin tener que sentir remordimientos.
Esta
premisa le ayuda a tratar de realizar sin escrúpulos su principal ambición:
convertirte en una oveja de su rebaño. Porque es un protestante de hueso
colorado y está obsesionado con la idea de salvar tu alma para no caer en la
gehena. Realmente, tu alma le importa un cacahuate, lo que busca es salvar la
suya y salvar la tuya sólo es un medio justificado por la finalidad última de
un propósito de índole superior. Por eso está obsesionado por catequizar. Su
ética protestante lo inhibe para divorciarse de su mujer, quien, cual la
ingrata calandria de la canción, voló, voló y voló sin siquiera decir adiós. Dios no es bueno, Dios castiga. Dado que
Dios no le parece enteramente confiable, por las noches tira las cartas del Tarot
y si éstas no le resuelven el enigma, consulta al I Ching de los chinos. Pues
si algo le fastidia es perder en un proyecto a causa del juego perverso de las
autoridades o de los competidores. En el partido nadie juega limpio y la más
grande de sus decepciones es que el gobierno no lo mantiene. Tampoco le agrada
que no se hagan las cosas a su modo ni que los clientes le paguen a destiempo.
Pues es mitad judío, mitad mexicano. Pero mexicano norteño, de esos que no son
tacaños, sino muy administrados.