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jueves, 22 de marzo de 2012

Sismos y movimientos telúricos del pasado

Hoy la noticia de la que puedo hablar como testigo, es el sismo más reciente en México. Yo estaba en la Financiera Independencia, justo en el momento en que le daba dinero a la cajera para pagar una de mis múltiples deudas. Pues entre los gobiernos del cambio y del empleo, mis empresas sólo me han dejado deudas y derrotas. Yo fui de los que se fueron con la finta de aquello del gobierno del empleo y me lancé a una empresa quimérica, la del proyecto "Tropical", el cual, si bien culminó en la creación y estreno de mi ópera, también culminó en uno de los fracasos más estrepitosos de mi carrera. Me quedé con la sensación de que al menos algún nivel de Gobierno, si no es que varios, intervinieron para que esta obra no pudiera ser escuchada con el debido respeto que se merece. La falta de dinero en la producción se hizo patente por todas partes. La SHCP me aplicó un impuesto retroactivo que me costó lo equivalente a uno de los sueldos de los artistas principales. El gobernador en turno prefirió por esas fechas asistir a la inauguración de una cantina antes que hacerlo personalmente al estreno de mi obra. El propio libretista (QEPD) fue comprometido a ir a un evento en otra ciudad el día del estreno. Y se murió antes del reestreno. Se quedó con las ganas de ver una buena versión de la obra.
Todavía no olvido cuando la orquesta tenía que ensayar sin sillas y atriles arriba del foso y los cantantes atrás de la orquesta. Y todo aquello por disposiciones burocráticas ajenas a mi voluntad. ¿Sólo en México ocurren cosas así? No pudimos hacer las pruebas de sonido correctas y eso perjudicó gravemente el resultado el día del estreno.
A la Orquesta Sinfónica de Xalapa, a la sazón dirigida por Fernando Lozano, de triste memoria por estas latitudes, le solicité apoyo para el estreno y, por todo apoyo, lo único que recibí es que, de manera sorpresiva, el día que haría el reestreno, dicha orquesta -de manera poco profesional para una institución de tal nivel- cambió su programación y realizó una presentación de la afamada ópera "Carmen" de Bizet, una de las más taquilleras de la historia de la música. ¿Accidente o golpe bajo y ruin?
La puntilla me la dio el crítico de la revista Proceso, Eduardo Soto Millán.
Como resultado, no sólo no generé empleos para jóvenes cantantes, bailarines y escenógrafos, sino que mi hija, quien cantó la parte de la protagonista, acabó sumergida en una depresión de la cual aún no se repone y quedó marcada ante el mundo musical, debido a la nota de Soto Millán. Está desempleada, simple y sencillamente. Todo lo que invirtió el Estado en su educación, se está yendo al caño. Y me parece que de una manera muy injusta.
Pero hablaba de que estaba pagando una deuda en Financiera Independencia cuando la tierra empezó a moverse.
-¡Está temblando! -gritó una mujer.
"Chin, no puede ser" -pensé. "Justo que estoy ahora entregándole el dinero a la cajera".
-¡Está arreciando! ¡Vean cómo se mueven las ventanas! -Insistió la mujer.
-Es el viento -Respondió otra voz.
-¡No! -Continuó la mujer. -¡Vean cómo se mueven las lámparas!
Lo cierto es que su servidor ha sido testigo presencial de algunos de los temblores más duros de nuestro país: me tocó el de 1956, cuando se cayó el Ángel de la Independencia, allá en el defectuoso. Yo vivía ahí con mis padres y tenía cuatro años de edad. La verdad es que desde aquella época he sido un gran dormilón y no me di cuenta del terremoto, pero sí de sus efectos a partir del día siguiente: escombros, ambulancias, chismes, noticias.
También estuve presente en el de 1972, también en el Distrito Federal. Aunque pegó más fuerte en Nicaragua. Por aquella época, todavía gobernaban los Somoza en aquel hermano país. No se me olvida un chiste a costillas de nuestro expresidente Luis Echeverría Álvarez. Afortunadamente nuestro país siempre ha sido muy solidario con las naciones que caen en desgracias naturales, como las tragedias ocurridas hace poco en Nueva Orleans o en Haití. De lo cual me siento muy orgulloso. En esos momentos es cuando vale el eslogan "¡Qué orgullo ser mexicano!".
Sucede que México envió ayuda humanitaria a Nicaragua y el chiste dice que Somoza, en agradecimiento, le regaló a Luis Echeverría un ejemplar del Quijote de la Mancha empastado en cuero.
-¡Qué bonita novela! -Dijo nuestro expresidente -¿quién la escribió?
-Miguel Cervantes de Saavedra.
-Exprésenle todo mi agradecimiento y mi admiración.
-No podemos, Señor Presidente.
-¿Porqué?
-Ya se murió.
-Entonces háganle llegar mi reconocimiento a sus padres.
-No podemos, también murieron.
-Entonces, a sus hijos o a sus nietos.
-Imposible, todos murieron.
-Ah, caray. ¡Entonces si estuvo fuerte el temblor!
gg
Hay otro chiste de aquella época. Estaban aún frescos los recuerdos del movimiento estudiantil de 1968 y su violenta represión. La acción ocurre en algún pueblo mexicano alejado de la mano de Dios. Podría ser en Canoa, estado de Puebla. El caso es que el presidente municipal del pueblo en cuestión recibió un telegrama del centro sismológico nacional que rezaba:
"Se avecina violento movimiento telúrico en su localidad. Sírvase tomar medidas pertinentes"
La respuesta del presidente municipal tardó varias semanas en llegar al centro sismológico en cuestión, y decía así:
"Líderes de movimiento telúrico arrestados. Temblor tiró cárcel. Todos escaparon".
¿A poco no está bueno?
Volviendo al temblor de ante ayer, al ver que las lámparas y las ventanas del recinto se movían a mi parecer de manera trepidante y no oscilatoria, le dije a la cajera:
-¿Sabe? ¡Tome Usted mi dinero y salga a la calle!
Y, sin decir más, salí corriendo. Buscando un lugar donde no hubiera árboles ni edificios.
-Hay que tener cuidado con los cables de la luz -previno una voz cercana.
Yo accioné el cronómetro de mi reloj de pulso. La experiencia me ha enseñado que los sismos no duran más de tres minutos. Como efectivamente ocurrió.
Restablecida la calma, volví a mi posición frente al cajero para ver que un aguerrido cliente de la Financiera había ocupado mi lugar.
-Señor, yo estaba aquí cuando inició el temblor.
-Para qué se van, ¡bola de rajones!
-Mire, de todas maneras no lo van atender.
Dije esto con pleno conocimiento de causa, porque todos los empleados de la Financiera habían hecho lo mismo que yo y otros clientes.
-Ni modo que mi dinero quede volando por usted -rematé.
-Sí, no vale la pena perder la vida por esas creencias estúpidas -Dijo el que estaba atrás del cliente aguerrido.-De hecho yo estaba detrás de Usted.
Ya no dijo nada el primer hombre. La cajera regresó, me atendió y me entregó mis documentos, en un santiamén.
-Más vale que digan "aquí corrió que aquí murió" le dije al viejo pendejo que me quería ganar el turno y me salí.
Después traté de comunicarme con mis seres queridos. Mi hija me contestó de inmediato.
-Acá todo bien, aunque mi mamá no lo sintió.
Me costó más trabajo comunicarme con mis padres, los cuales viven en el D.F. Pero la que mi hizo sufrir verdaderamente fue mi hermana Judith, la cual realiza un año sabático en Atlixco, Puebla. En la noche se comunicó y ya salí de dudas. La incertidumbre es algo difícil de soportar. Todos bien, no pasó nada. Obviamente, la telefonía sí sufrió algunos daños, pero, por lo que veo, nada que no se haya podido resolver. Hubo varias réplicas, pero yo no me di por enterado. ¿Ustedes cómo lo vivieron?

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