Si bien el concepto "Democracia" ya aparece en la Política de Aristóteles (384 a.C.-322 a.C.), como forma de gobierno es relativamente reciente y su nombre lo mismo aparece asociado a países de corte capitalista que a otros de tipo socialista. Sobre todo en las democracias "burguesas" es donde periódicamente se realizan elecciones para renovar los poderes políticos justo en el momento en que una de las crisis cíclicas del capitalismo está en un punto de quiebre.
Nuestro país (México) está inmerso en un proceso electoral muy agudo desde el año 2016 y está llegando a su máxima tensión en el 2018. En los procesos electorales previos hubo momentos muy ríspidos, pues muchos partidos se valieron de algo que podría llamarse "guerra sucia". Ésta no sólo consiste en intercambiar calumnias e insultos, sino de plano en dejar de hacer (como gobernante) lo que se tiene que hacer a fin de que el gobernante del otro partido quede mal con la ciudadanía; así, en Veracruz, el desempleo y la violencia crecieron a partir del 2016. Los candidatos, a su vez, en lugar de propuestas hacen descalificaciones. Y en medio de esta guerra sucia que circula tanto entre los medios de comunicación tradicionales como en las redes sociales, candidato (o mas bien "candidote") que hace una propuesta, en seguida es denostado por una serie de "troles" que también agreden a sus simpatizantes; por ejemplo, si el candidato es de izquierda, en seguida le asignan el adjetivo "chairo" o "populista". Pero del otro lado las cosas tampoco se quedan así como así. Familias enteras quedan divididas a causa de la política: unos son chairos, otros derechairos. Y si esto pasa en las familias, cuanto y más entre los amigos. Es muy triste que esto suceda alrededor del 14 de febrero. La gente debería aprender a discutir sobre política respetando al adversario y conservando su amistad. No vale la pena perder amistades por causa de algún político. Es tal el grado de penetración de las tecnologías de la información y de las redes sociales que es imposible no estar bombardeado por la propaganda de los partidos más importantes. Saliendo la propaganda de la televisión no hay problema: la mayoría de la gente no conoce en persona al sujeto que está emitiendo la noticia, de modo que no hay riesgo de perder su amistad, porque no la tenemos. Pero en el caso de las redes sociales, es tu hermano, tu vecino, tu excompañera de la secundaria, etc., quien te hace llegar la información y te obliga a fijar una posición: o estás a favor, o en contra.
Lógicamente, esta situación de tensión se incrementará conforme se acerque el mes de junio de 2018. Y el asunto no parará con las elecciones: si un partido las gana y en lugar de llevar al poder a las personas que los apoyaron en la campaña pone a otras, lo que seguramente sucederá es que los que no fueron favorecidos con una curul se resentirán y se volverán contra el ganador, aún siendo del mismo partido: Algunos incluso cambiarán de partido. En el argot popular, a estos políticos que cambian alegremente de partido, se les llama "chapulines".
Otra cosa que veremos a menudo serán predicciones en caso de que x o y candidato ganen. "Tal candidato es un peligro para México, si gana, México estará tan mal como Venezuela". Es curiosa esta retórica: como AMLO es candidato de izquierdas, estos futurólogos predicen sin duda alguna que México estará igual o peor que Venezuela, porque Maduro se ostenta como hombre de izquierdas. No se vislumbra a México como a la República Popular China, que es un modelo exitoso de un gobierno de izquierdas. Tiene que ser invariablemente con uno que se percibe como fracasado, sin tomar en cuenta tampoco como estaba Venezuela justo antes de que Chávez tomara el poder (pues estaba peor). Pero, sobre todo, es la certeza con la que estos futurólogos predicen, poseedores de algo así como la verdad absoluta. ¡Qué envidia les tengo! ¡Si yo tuviese su precisión para adivinar el futuro, me sacaría la lotería y sería millonario! También es verdad que del otro lado hay ciertas críticas que no puede uno hacer sin que se le venga una jauría de seguidores enojados por "convertirse en marioneta de la mafia del poder", (por decirlo de alguna manera). Pero más miedo me dan los despechados, que estaban con un partido triunfador pero a los que no les cayó el "hueso" (para los lectores no mexicanos "tener un hueso" significa tener puesto en el gobierno), los cuales se van contra tí o los tuyos porque intuyen que estás beneficiado por el partido que los despechó. Y no hablemos de los narcos, que descuartizan gente y la muestran en macabros escenarios preparados como si fuesen puestas en escena de obras artísticas. ¿Qué no hay otra manera de hacer política?
Acabo de ver la película Tres anuncios por un crimen cuyo lema o moraleja podría ser similar al de la ópera Elektra de Richard Strauss: el odio también destruye al que odia. Shakespeare está lleno de obras con esta idea: el despechado Coriolano traiciona a los romanos a causa de una derrota política, Yago intriga contra Otelo también por despecho, porque estima que Otelo no le recompensó sus méritos militares adecuadamente. Yago logra que Otelo odie a Desdémona al punto de asesinarla y destruirse él mismo. Pero el resultado también destruye a Yago. Elektra, tras consumar su venganza, sufre un infarto, a causa de la emoción. Y muere. Ya lo he dicho muchas veces: la violencia sólo engendra más violencia. La guerra sólo trae muerte, destrucción y sufrimiento. Pero la mayoría de los seres humanos no sabe controlar sus emociones y por eso estamos como estamos. En caso de verse inmiscuidos en una contienda así, acuérdense de los espartanos: iban al combate tranquilos. Que se enojaran los contrarios, porque el que se enoja pierde. De veras ¿Para qué enojarse por la política al punto de destruír y destruírse a sí mismos?