Érase que se era un reino que estaba infestado de ratas. Las ratas llegaron cuando gobernaban los dinosaurios, quienes construyeron el reino e hicieron cosas muy buenas, pero fueron muy descuidados y las ratas se establecieron en todos los sitios de aquel lugar.
Había dinosaurios muy buenos y trabajadores. Pero algunos eran carnívoros y muy agresivos. Estuvieron a punto de extinguirse porque eran muy voraces y apenas alcanzaban los alimentos del reino para saciar su apetito. Además, las ratas se robaban toda la comida que sobraba. Fue por eso que los demás animalitos pasaron tiempos difíciles, hasta que un día pasó por ahí un flautista, quien ofreció llevarse a las ratas a cambio de unas monedas.
-No te queremos, ¡lárgate! -le dijeron los cangrejos.
Pero los demás animalitos estuvieron de acuerdo en contratar al flautista, quien se llevó lejos a las ratas, embelesadas con el poder de su melodía. El problema fue que el tesorero del reino era un cangrejo, quien se negó a pagarle.
-¿Pagarte? ¿Por qué? ¡Eres un farsante! ¡Véte de aquí y no regreses nunca más! -le dijo el cangrejo.
El flautista, entristecido y enojado, antes de irse de aquel lugar, trajo a las ratas de regreso. Grande problema se generó, porque, las ratas, envalentonadas, se dedicaron a comerse y robarse todo lo que pudieron.
-¿Y ahora que vamos a hacer? -se preguntaron los demás habitantes de aquel lejano reino.
Pero un buen día llegó el periodo de elecciones para nombrar al nuevo Alcalde. Se registraron como candidatos un bebé dinosaurio, un cangrejo, una cigarra, una hormiguita y un canario. Del canario no se sabía nada, pues no tenía propaganda. Las calles estaban llenas de anuncios espectaculares de los otros candidatos y lo mismo ocurría con las redes sociales.
-El bebé dinosaurio es hijo de un dinosaurio que genera trabajo para los demás -dijo un súbdito de aquel reino.
-Sí, pero nos hace trabajar mucho y nos paga poco -dijo otro súbdito.
-El cangrejo siempre que dice "avanzar" da un paso para adelante y noventa y nueve para atrás.
-No nos conviene.
-La hormiguita es muy trabajadora.
-Pero tiene muy pocas probabilidades de ganar.
-La cigarra tiene cantos muy dulces y sus pasteles son muy sabrosos.
-Mira, tanto la cigarra como la hormiguita son buenas personas, pero son mujeres, y, cuando vean a las ratas, se van a subir al escritorio y van a gritar pidiendo auxilio.
-Es verdad.
-Tengo una idea: para ahuyentar a las ratas vamos a elegir a un gato.
Y a los pocos días estos súbditos convencieron a Morris, el gatito, para que se postulara como candidato a la Alcaldía de aquel lugar, quien de inmediato quedó postulado como "el candigato". Pues, como era indolente e ignoraba el lío en que se iba a meter, no se tomó el trabajo de rehusar la candidatura.
Entonces empezaron las campañas de los contendientes. En su primer discurso, el candigato ofreció jornadas laborales con 16 horas diarias de descanso. Los cangrejos publicaron estadísticas amañadas con las que afirmaban, que tras sondear a la opinión pública, el candigato iba en segundo lugar, atrás del candidato de los cangrejos. Pero nadie les creía, todo mundo sabía que esas encuestas eran falsas y que la realidad era muy diferente: hasta el gobernador, un dinosaurio gordito y bonachón, celebraba la postulación del candigato. El candigato era muy flojo, se la pasaba todo el día durmiendo. Pero los súbditos del reino le ayudaron a través de las redes sociales y la publicidad de boca en boca. Finalmente, llegó el día de las elecciones. El candigato ganó por una abrumadora mayoría. Las ratas huyeron despavoridas. De inmediato, el nuevo Alcalde implantó sus jornadas de 16 horas de descanso. Los habitantes de aquel reino, trabajaron menos horas por el mismo sueldo y se volvieron los más productivos de todos los reinos de aquella comarca y vivieron felices por muchos años. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
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