No es agradable escribir desde el punto de vista de los
vencidos y yo soy descendiente de un republicano español. Por eso a mí me
alegra cuando la selección mexicana de futbol gana un partido importante. Hay
una frase que dice “La historia la escriben los vencedores”. Es una frase
odiosa. Lo vencedores no necesariamente son los mejores seres humanos. México
perdió la guerra de 1847. Sus enemigos se la declararon porque en la
Constitución Política Mexicana, desde aquél entonces, se prohibía la
esclavitud. Y, los estados sureños de nuestros vecinos norteños, dependían de
los esclavos negros para mover sus plantaciones algodoneras. Nosotros perdimos
la guerra del 47 y la mitad de nuestro país. A nuestros vecinos les costó una
de las más crueles guerras de la humanidad, la Guerra de Secesión de 1861-65,
en la que los estados del norte combatieron contra nuestro enemigo del 47: los
Estados Confederados esclavistas sureños. Pero finalmente, la esclavitud
también se abolió en los Estados Unidos de Norteamérica y la historia cambió ¿Si
los confederados hubiesen triunfado hoy tendríamos tanta información sobre
Abraham Lincoln? La visión de los vencidos también es importante: sin las obras
de Fray Bernardino de Sahagún (s. XVI) la historia de México estaría
incompleta. También lo estaría la de Estados Unidos sin la película Lo que el viento se llevó (que por
cierto, era una de las favoritas de Hitler). Hitler fue un importante aliado
del usurpador Francisco Franco. La política es un juego muy difícil y
cambiante. Antes del 22 de junio de 1941, Hitler y Stalin eran aliados. Por
consiguiente, nuestro querido general Lázaro Cárdenas también simpatizaba con
la Alemania Nazi. Y no se diga lo contrario de nuestro distinguido intelectual
José Vasconcelos, pro nazi de corazón. En México había motivos para estar en
contra de los norteamericanos, a causa de las invasiones de 1847 y 1914, cuyas
heridas aún estaban recientes. También estaba candente la relación a causa de
la expropiación petrolera de 1938; sin embargo, el gobierno revolucionario
mexicano también simpatizaba con el comunismo estalinista de la U.R.S.S.,
enemigo natural de Hitler y de Franco. Cuando Hitler cometió el error de
invadir la U.R.S.S., México se decantó por el bando de los aliados. Los agentes
propagandísticos pro nazis y los espías germanos que operaban en nuestro país,
fueron denunciados por la U.R.S.S., arrestados
por la policía mexicana, y deportados o entregados a la policía norteamericana.
Aunque las relaciones de Franco con Hitler nunca fueron todo lo serviles que el
dictador alemán hubiese deseado, es obvio que el apoyo de los nazis alemanes y
los fascistas italianos fue decisivo para que Franco ganase su guerra de
usurpación contra la Segunda República Española, tras la sangrienta Guerra
Civil española. La sangre se derramó casi a partes iguales por ambos bandos. Es
por esta razón que muchos españoles emigraron o enviaron a sus hijos a otros
países, mientras regresaba la paz. Fue el caso de los llamados Niños de Morelia, entre los que se
encontraba mi padre, Francisco González Aramburu, quien llegó a México cuando
tenía tan sólo 10 años de edad. Vivió en el colegio Lasalle de Morelia, en
calidad de internado, como si fuese un huérfano. A los amigos y familiares
siempre nos cuenta anécdotas de cómo era la vida en los campamentos de
refugiados franceses, que más bien parecían campos de concentración; o de cómo
huyó de España con la ayuda de unos contrabandistas; de cómo era la vida en el
colegio Lasalle donde a menudo comían “frijoles tripulados”; es decir, con
gorgojos. En aquella época, las brasas de la Guerra de los Cristeros aún
estaban encendidas y mi padre recuerda cómo, al pasar por Tepic, las mujeres
beatas de la región los rociaban con agua bendita; porque, como eran hijos de trabajadores
socialistas, creían que estaban poseídos por el demonio. O nos contaba chistes
del republicano español que ya no tenía el dedo índice de la mano derecha, a
causa de golpearlo contra la mesa mientras decía “no pasa otro año sin que
caiga Franco”. Por medio de esta página, quiero, ante todo, expresar mi
gratitud al General Lázaro Cárdenas, así como al gobierno y pueblo de México
por haber dado asilo a mi padre y sus hermanas, y a muchos otros exiliados. México
se ha enriquecido con la cultura de los emigrantes a los que ha dado asilo. En
música, nos enriquecimos con la obra y pensamiento de personajes como Rodolfo
Halffter y Simón Tapia Colman, entre otros. Cuando uso el plural de la primera
persona lo hago en calidad de mexicano, pues soy orgullosamente mexicano, de
acá de este lado, aunque me confundan con tejano (porque mi abuelo Christen era
legalmente norteamericano, registrado en Laredo, Texas). Los emigrantes dejan
su patria pero injertan su cultura en el nuevo hogar, aunque al principio sean
incomprendidos. También nuestros vecinos del norte, los EUA, crecieron gracias
al flujo de toda clase de emigrantes.
(Publicado también en Diario de Xalapa, Cultura, 29 de junio de 2014).
¡Bah! México perdió frente a Holanda. Un zaguero mexicano con la pierna fracturada, otro defensor mexicano amonestado con tarjeta amarilla por un penalti que no cometió y eliminados por una decisión arbitral errónea o perversa. Así que, con todo respeto, los Holandeses fueron los vencedores, pero no los mejores.
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