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domingo, 8 de junio de 2014
Madame Butterfly, un éxito.
Ayer asistí a la representación de Madame Butterfly en el Teatro del Estado de Xalapa, y, como era de
esperarse, fue un éxito tanto de captación de público como de logros
artísticos. Hace unos días el que estas líneas escribe expresaba que los
realizadores de esta obra tenían un reto muy grande. Esto lo escribí
considerando que dada la popularidad de esta ópera, hay versiones que han
puesto el listón muy en alto. Además sabía que tenían poco tiempo ensayándola,
lo cual aumentaba el riesgo. Pero mis temores, afortunadamente, fueron
infundados. No pude asistir a la función del viernes, a causa de la Maestría en
Producción Artística y Marketing Cultural que estoy cursando en el Instituto
Universitario para la Cultura y las Artes Realia. En mi representación fueron
mi hija y mi esposa, quienes me comentaron que el elenco estuvo a la altura,
salvo una o dos cosillas que siempre ocurren cuando una obra se presenta en
vivo. Información que pude constatar el día de ayer. Y también pude confirmar
quién estaba al frente de la producción: Francisco Rubén Flores Sosa, quien así
debutó como productor escénico al frente de A
Tempo, productora de ópera. Hijo de tigre, pintito: Francisco es hijo de
Rubén Flores, director de orquesta xalapeño que ya cuenta con un impresionante
currículum y quien estuvo al frente de la recién formada Orquesta de la Ópera
en Xalapa. El proyecto fue parte del proceso de titulación de Francisco Flores,
quién así vio coronados varios años de esfuerzo. En hora buena. La escenografía
fue un tanto sencilla, pero suficiente para ambientar la situación, y, con el
apoyo de la iluminación, cumplió con su cometido. El vestuario estuvo mejor:
sobre todo las geishas lucían unos trajes brillantes de colores que nos
remitieron de inmediato al Japón del siglo XIX. De Armando Mora y Cynthia
Toscano hay que decir que estuvieron excelentes. Adriana Sanabria, estaba a mi
lado, del lado del público, pues ese día no le toco cantar. Mi hija y mi esposa
me comentaron que el viernes, ella cantó muy bien, como era de esperarse, pues Adriana
también es muy talentosa. Por cierto que la Maestra Adriana me comentó que, en
la vida real, Cio Cio San no se suicidó. Me alegró saberlo; sin embargo, para
los fines dramáticos de la ópera, es más espectacular el suicidio. Aquí alguien
intenso o moralista nos preguntaría “¿Cómo pueden gozar con la desgracia de
otra persona?” No es que el público vaya a gozar con la desgracia de otro ser,
como en las corridas de toros o en el circo romano. La función del teatro –y la
ópera es teatro cantado- es provocar en primera instancia una identificación
del espectador con uno o varios de los personajes, y, en última instancia,
provocarle una catarsis con el desastre de alguno de los protagonistas. Es como
decirle al espectador: “Mira, si te das cuenta que te pareces a este personaje,
ten cuidado, porque puedes acabar como él”. En Madame Butterfly el impacto de
la crisis apunta a varios objetivos, por eso es muy fuerte: para los pueblos no
americanos, la moraleja es no creerse todos los cuentos del American Way of Life (por eso el
protagonista se apellida Pinkerton, es decir, algo así como el que pinta con
tonos rosados). A su vez, a los espectadores de sexo masculino nos previene de
tomar compromisos a la ligera, nada más por el afán de divertirnos un rato, sin
investigar un poco más a fondo. A las mujeres, las previene contra lo que
decimos y ofrecemos los hombres cuando sólo queremos pasar un rato agradable
sin ánimo de comprometernos. A los norteamericanos, tan dados a exaltar sus
valores patrios, les previene del deshonor que pueden arrojar sobre dichos
valores si no se comportan como verdaderos caballeros, etc., etcétera. Las
comedias no tienen catarsis. La catarsis la provocan las tragedias. Y Madame Butterfly es una tragedia moderna
que todo el tiempo se la pasa pulsando nuestras emociones, desde el sentido del
humor hasta el terrible final. Estoy seguro de que una gran cantidad de
espectadores que se rieron en las partes previas al acto final ante las
ocurrencias del libretista, al final salieron con un poco de culpa por haberlo
hecho, ante la tragedia y la decisión de Butterfly.
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