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miércoles, 11 de junio de 2014

Por eso estamos como estamos

La orquesta Sinfónica de Xalapa se apresta hacer sonar en fechas próximas la magnífica sinfonía 9 de Beethoven. Hoy, en la sección de Cultura del Diario de Xalapa, en primera plana, apareció una entrevista al director de orquesta y compositor chileno Víctor H. Toro, quien está invitado para dirigirla en fecha próxima. Como título, el artículo empieza citando esta frase "Fundamental, incluir en repertorios a los nuevos compositores". Gracias, señor Toro, por fin alguien aboga por nosotros los compositores vivos tras muchos años de silencio. Otra frase que me llamó la atención es: "quienes hemos sido atrapados por las bellas artes debemos cuidar nuestro trabajo y compartirlo". Esto, en términos modernos, significa que tenemos que valernos del marketing, la promoción y la publicidad. Continúa diciendo el Maestro Toro que "De lo contrario, las sociedades del futuro no sabrán que existimos ni qué les dejamos. Sólo tendrán una imagen de personas barbáricas que destruyeron los recursos naturales". Con razón estamos como estamos. Ayer me apersoné al Teatro del Estado para realizar la segunda edición de "Lunas de octubre", que estrenamos en aquel recinto, para llevarme la sorpresa de que tenía todas las puertas cerradas. El festival Jazz-UV y el Hay Festival eran más importantes que mi obra (y yo soy un compositor mexicano radicado en Veracruz por muchos años) y para ellos ya estaba agendado el espacio. En Veracruz, realmente uno, como compositor, se siente como encerrado en un ghetto. Ya hice observaciones al respecto cuando escribí en este blog el artículo http://ecdajedrez.blogspot.mx/2013/08/hoy-osx-estrenara-su-sala-de-conciertos.html. Espero que le hagan caso a Víctor H. Toro, quien señala que "es una realidad que en los repertorios se incluye en mayor medida a autores clásicos y que incluso se peca de conservadores, quizá porque se tiene la idea de que eso es lo que la gente quiere escuchar. No obstante…, los directores deberían asumir la responsabilidad de buscar incluir a las nuevas generaciones, a las nuevas voces, porque si en su momento no se hubiera dado la oportunidad a Beethoven no tendría el sitio que ocupa en la historia de la música". Si bien es responsabilidad de los artistas hacer marketing de su propia obra y olvidarse de posturas románticas del tipo "si una pieza musical tiene porvenir comercial está prostituida o ya perdió su valor artístico; yo por eso quiero morir pobre y olvidado", también es cierto que esta responsabilidad es compartida y la deben afrontar tanto los gobiernos, como las autoridades culturales y la iniciativa privada. En Veracruz, los responsables de la difusión cultural deberían entender que no basta con promover a artistas y obras foráneos. También deben hacerle un espacio significativo a la producción local. O pasarán a la Historia como traidores a la patria o fascistas que enajenaron el patrimonio nacional y traicionaron a sus compatriotas, dejando, además, un entorno desolado, lleno de violencia y depredación ecológica. Tan sólo en las bodegas de la editorial de la Sociedad de Compositores de Música de México hay una infinidad de partituras esperando su turno. Pero, mientras no haya quien las haga sonar, sólo son un cúmulo de papeles estorbosos parecidos a la basura. Me viene a la mente la anécdota (no me importa si es verídica o no) de Félix Mendelssohn, director de orquesta y compositor judío y alemán (combinación difícil de llevar en la vida real). Un día, Mendelsohn se apersonó en la carnicería del lugar donde vivía, para comprar, por decir, dos kilos de carne molida. Seguramente un encargo de su esposa. Vio que el carnicero arrancó dos papeles pautados de un montón de libros viejos y le preguntó por el valor de esos legajos. Le interesaban, porque él era músico. "Me costaron diez ducados" contestó el comerciante. "¿No le importa si yo se los compro a veinte?", dijo Mendelsohn. "No, lléveselos. El que me los vendió no sabía que hacer con este montón de basura". La obra que así rescató Félix Mendelsohn fue La Pasión según San Mateo de J.S. Bach, la obra cumbre de la música alemana y un tesoro de toda la humanidad. ¿Cuantas otras partituras fenecieron a manos de un carnicero, las polillas, un incendio, diluvio o guerras? Las partituras de los compositores nuevos, sean mexicanos o no, son algo más que una basura estorbosa: son sueños, emociones, valores, entretenimiento, cultura. Son lo mejor de un ser humano ¿Porqué tirarlas al olvido de manera tan cruel? ¿Es que realmente hay prioridades que justifican ese desperdicio? Por ahí anda circulando en el internet una posteada que dice "si hubiera más escuelas de música que militares por las calles, habría más guitarras que metralletas y más artistas que asesinos". No es una broma. Si la política de un país es poner a remate las riquezas del subsuelo sabiendo que sólo los extranjeros podrán adquirirlas, así como las telecomunicaciones, los canales de distribución de los productos del campo, de la ganadería, y la cultura y el arte, invirtiendo sólo en un cuerpo represor para acallar las protestas ¿Qué nivel de vida le esperará a los productores nativos de ese país? Su irritación será grande y algunos de ellos, se sumarán, o bien al crimen organizado, o bien a una rebelión (militar o no), ocasionando un sinnúmero de problemas. En cambio, si cada quien pudiese vivir en ese país del producto de su trabajo, quedando con un excedente para poder adquirir artículos nacionales y de importación o poder escoger entre un artista foráneo y otro local, la gente viviría contenta y sería pacífica y productiva. Como dijo Fontanarosso a través de su personaje Boogie el aceitoso "cada quien tiene derecho a escoger su forma de morir". Y ese derecho también es un derecho de las autoridades. ¿Cómo quieren los gobernantes actuales y las autoridades culturales veracruzanas que los recuerden las generaciones futuras?

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