De niño, recuerdo que mi padre me llevaba a la estación de ferrocarriles de Xalapa, ubicada en la Nueva Estación. Estoy hablando de finales de la década de los cincuenta del siglo pasado (1958-1959). El ferrocarril era en aquel entonces un medio de transporte a considerar. En la sala de espera, siempre había unos soldados con sus fusiles, con los cuales yo platicaba. No sabía yo que existía un fuerte movimiento ferrocarrilero ni ví nada extraordinario; yo sólo esperaba el arribo de mi abuela Esther, quien venía desde el D.F., pero, es probable que ese fuera mi primer encuentro con alguna de los organismos protagónicos y antagónicos de un movimiento social y esos sardos estaban ahí por una razón política.
Transcurrió una década (1968) y mi señora madre me dijo " tu padre y yo vamos a una manifestación. Si pasan los días y no regresamos, toma a tus hermanos y busca a Roberto Bravo Garzón, quien verá cómo hacerle para que alguien se haga cargo de Ustedes". Por alguna razón, una vez que mis padres se fueron a la manifestación, yo estaba en la esquina de las calles Juárez y Revolución, desde donde divisé a un contingente de civiles perseguido por policías que amenazaban pegarles con la culata del rifle. Otro día de ese año, en la esquina de Xalapeños Ilustres y Rojas, pude escuchar a unos oradores del movimiento estudiantil. Todavía recuerdo que uno de ellos le gritó al gobernador en turno "Lopez Arias, dictador de bolsillo". Los epítetos de "boca chueca" volaban por el aire, hasta que un contingente de policías se estacionó a mis espaldas y uno de los "agentes del orden" nos gritó de manera grosera "órale, ¿qué están haciendo aquí? ¡Jálenle!" "¿Qué le importa?" le contestó uno "Yo estoy aquí como cualquier ciudadano y no tengo la culpa de que éstos se estén manifestando"."Lárguense o los macaneamos" "¿Y tú que me ves, pendejo?" me dijo el genízaro. "Yo también estoy mirando" contesté y me retiré. Aun no me estaba manifestando, pero esa vez fue la primera en que pude haber sido maltratado por los agentes de la asimetría social (cualquier cuerpo de policía).
A la primera manifestación que asistí de manera voluntaria y consciente, fue a la del diez de junio de 1971, en la ciudad de México (el D.F.). Las injusticias que se cometieron a lo largo de 1968 no pasaron desapercibidas por mí, pese a los engañosos reportajes de Jacobo Zabludovsky. Mi padre me enseñó a interpretarlos: "escúchalos e invierte totalmente el sentido de lo que dice este hombre y sabrás la verdad". Zabludovsky tenía esa virtud. Me trasladé a la capital del país a estudiar música y pronto me hice amigo de "los telerines" (Jorge Veraza, Andrés Barreda, Edur Velasco, Manuel Lavaniegos, "el ratón Alonso", también conocido como "el Lonchis", Gustavo Leal (hermano de Felipe, el pintor del mismo apellido) y otros cuyo nombre se me escapa.
Había un enorme contingente humano, rodeado de un ejército de camiones atiborrados de policías y una gran cantidad de patrulleros. Recuerdo que un hombre fuerte, con chamarra de cuero, hablaba con otro a través de un artefacto de la época que se llamaba woky toky (walkie talkie). Un amigo me había prevenido, informándome que con esos aparatos los líderes de los represores se comunicaban para coordinar sus acciones. "Ya vienen", dijo el hombre del woky toky. "Ya vienen ¿Quienes?", pensé y decidí salirme de ahí. Pero yo ya estaba (para mi fortuna) en el otro extremo de ese rio humano. Un rio caudaloso, como el Papaloapan. "Ya no puedo llegar a la otra orilla y la que está a mi alcance, parece ser un callejón sin salida. No importa, yo me voy". En cuanto me salí de ese rio humano, un patrullero le dijo a otro "míra, ése se está saliendo". "Déjalo" le contestó su interlocutor. "No nos vamos a distraer por uno". Apresuré el paso. Para mi fortuna, había vuelta a la izquierda por donde terminaba aquella calle y me fuí. Como a las dos cuadras, poco antes de llegar al cine Cosmos, empecé a oir una gran gritería.
Cuando llegué a casa, mis abuelos respiraron de alivio. "¿Dónde andabas?" "Fuí al centro a comprar unas partituras". Mentí. Al rato me habló Andrés Barreda por teléfono "¿Estás bien? Te nos desapareciste. Estábamos preocupados. ¿Supiste lo que pasó?" "No." Andrés me platicó. "¿Y ustedes cómo escaparon?" "Nos metimos a un café". Justo como lo habían hecho mis padres en 1968, pero fue una medida imprudente, considerando que a unos estudiantes los persiguieron hasta el hospital y ahí en la cama de urgencias los remataron con ametralladoras.
Juré no volver a participar en una manifestación. De hecho, yo pensaba que las manifestaciones le hacían cosquillas al gobierno y sigo pensando lo mismo. En aquel entonces yo estaba convencido que la única solución era que el pueblo entero se levantara en armas. Ahora no estoy tan seguro de esa solución.
En 1973, en el ámbito de los músicos, hubo un gran movimiento con huelgas y manifestaciones contra Carlos Chávez, el fundador del Taller de Composición del que yo era becario. De modo que esa vez las manifestaciones me tomaron por el otro lado. Recuerdo que un día ingresé por la parte trasera al Conservatorio, que estaba tomado por los huelguistas, para extraer unas partituras de Beethoven, que estaba analizando. Me sorprendió uno, que no conocía ni tenía tipo de estudiante de música, le expliqué y me permitió sacar mis partituras. Pero olvidé una, razón por la cual regresé al día siguiente y ya me fue imposible sacarlas "Todo lo que está aquí, le pertenece al movimiento". "No seas cabrón, esas partituras son mías, tú ni sabes leer música y yo no soy el gobierno". "Me vale. Te vas o te acuso con los compañeros".
Vino la famosa "apertura democrática" de Luis Echeverría, que finalizó con un bombazo que se escuchó en la ciudadela, mientras representábamos una versión de La noche más venturosa de Lizaldi musicalizada por mí. Yo tocaba la guitarra; Lilia Vázquez, me parece que el fagot y un chico al que le decíamos El Abraxas, tocaba la flauta. Clavillazo era el diablo. Julia Marichal uno de los Reyes Magos.
Después vino José López Portillo, el Jolopo, también conocido como El Perro. Yo regresé a Xalapa. Casi todo el mandato de este presidente fue más bien de abundancia. Surgió el FONAPAS. Había dinero para la cultura. Yo mismo participé en algunos eventos patrocinados por esta institución. Pero fue en el mandato de este hombre que se dió la orden de construír la nucleo-eléctrica de Laguna Verde. Las madres veracruzanas protestaron e iniciaron una serie de manifestaciones, que año tras año se hicieron, hasta que se desintegró el grupo, por falta de quorum, como esperaba el gobierno que sucediese y así sucedió.
Sin embargo, para 1984 este movimiento tenía fuerza y mi esposa era una madre veracruzana. De modo que nos unimos a un contingente que fue a manifestarse en la carretera México-Xalapa, a la altura del rio Sedeño. Los manifestantes bloquearon la carretera, hasta que llegó una patrulla de soldados armados, quienes cortaron cartucho y apuntaron hacia mi hija Rosaura, que correteaba por allí y apenas tendría unos cuatro años de edad. Los manifestantes se fueron encima de los soldados y no los dejaron disparar. Yo pude agarrar a mi hija, a mi esposa y salir de ahí. Recuerdo que uno de los valientes que encaró a los soldados, era un músico cuyo nombre de batalla era Leoncorpión. Traía empotrada en la guitarra una armónica. Los soldados lo tomaron de los cabellos, jalándoselos violentamente, mientras yo enmudecía de rabia al no poder hacer nada, so pena de arriesgar a mi familia. Por años viví con remordimientos de conciencia, pues pensé que lo habían desaparecido o encarcelado. Hasta que un día apareció por ahí, vivito y coleando.
Dos años después, en 1986, siendo gobernador del estado Fernando Gutiérrez Barrios, hubo una gran crisis económica que llevó al sindicato FESAPAUV de la Universidad Veracruzana a realizar la única huelga que ha hecho en toda su historia. Los del SETSUV, con "Doña Pelos" de líderesa, año con año hacían una, exigiendo "60% de aumento o huelga". Al final se conformaban con el 3% a salarios y el 2% a prestaciones, pero no fallaba su huelga. Se podría decir, entonces, que los del SETSUV eran "los bolcheviques", en tanto que los del FESAPAUV eran "los mencheviques". Pero para que los del FESAPAUV hayamos tenido que manifestarnos, la cosa debe de haber sido muy seria. Yo, por si las dudas, me disfracé. Traía yo una gorra española (o inglesa, como la de El Padrino interpretado por Robert de Niro) y unos lentes de rejilla, que se suponía que te curaban la miopía, muy de moda en aquella época. Con la gorra y las gafas de rejilla a modo de lentes oscuros, ocultaba algo de mi identidad. Yo portaba una pancarta que decía "Antes yo era progresor, ahora soy pobresor". El eslogan me lo copié de algún lado, pero tuvo mucho éxito.
Esa manifestación era para abollarle al prigobierno los festejos del primero de mayo, que en México, hasta aquel entonces, eran un día de acción de gracias y no motivo de violentas manitestaciones, como en Colombia. Por cierto que yo vi de lejos una de estas manifestaciones colombianas, allá por 1979, en Bogotá, cuando era delegado de Radio Universidad Veracruzana, en la Primera Tribuna Musical de América Latina y el Caribe. Allá los policías vestían de verde, como acá el ejercito y ahora la Fuerza Civil. Las cosas se pusieron feas: alcancé a ver explosiones: se oían los estallidos y de inmediato se esparcía una gran llamarada.
Como resultado de la huelga del FESAPAUV, nos "homologaron" y yo fuí ascendido a profesor de tiempo completo. No a todos les fue bien, pero se abrió un periodo de civilidad mutua y una cierta prosperidad que culminó en el mandato de Carlos Salinas de Gortari, siendo Dante Delgado el Gobernador de Veracruz. Ese periodo de paz y prosperidad duró hasta la gestión del rector Gidi Villarreal. Me acuerdo que, por primera vez en mi vida, el gobierno me consideraba "un invitado de honor" y había una silla reservada a mi nombre. Salinas prometía derramas de billetes para la Universidad Veracruzana. "Quieren dinero para la educación, ahí va" decía el chaparrito expresidente, quien hacía un movimiento con sus manos vacías y lanzaba algo intangible hacia nosotros. "¿Quieren dinero para laboratorios? Ahí va" decía una y otra vez y repetía el gesto. "Éste nos está lanzando puro aire", yo pensé, pero los porros lo celebraban con un gran griterio de apoyo. Realmente, el sexenio de Salinas parecía bueno. En alguna revista importante se dijo que era "el estadista del año", el creador "del milagro mexicano" mucho mejor que "la revolución verde" de Luis Echeverría y José López Portillo. Sobretodo, había sido un gran remanso, tras el sexenio gris de Miguel de la Madrid Hurtado.
Todo iba muy bien, hasta que los perredistas empezaron a denunciar la muerte violenta de varios de sus correligionarios. Uno de ellos, era el padre de un alumno mío, el percusionista René Pérez Casas. Poco despúes, el político panista de apellido Clouthier, alias El Maquío, murió en un accidente de carretera, en el que a todo mundo le quedó la sospecha que fue un crimen de Estado. Al final de su mandato, estalló la rebelión de Chiapas, donde el Sub-Comandante Marcos alcanzó momentos de gran protagonismo. Ese día, yo iba en un taxi, con mi esposa y mis dos hijos, dando la vuelta por la Avenida Lázaro Cárdenas con rumbo a El Castillo, con idea de entrar a los almacenes Chedrahui de Plaza Cristal. Viniendo en dirección contraria, un tipo se le cerró violentamente al taxista y lo empezó a insultar. El tipo traía una pistola al cinto y estaba visiblemente alcoholizado. Vivimos instantes de terror, pero el tipo se calmó y regresó a su automovil.
Luis Donaldo Colosio era el candidato a ocupar la silla presidencial de la República Mexicana. Sus discursos me parecían vacíos. En especial, uno que dijo desde el monumento a la Revolución. "Dice esto, porque si dice que estamos muy bien, nadie va a creérle y no va a ganar". Para mi sorpresa, murió asesinado y empecé a respetarlo.
Una vez que iba a mi trabajo, cuando la Facultad de Música aún estaba en Juárez 55, siendo director Enrique Márquez, venía yo por la calle Juárez. Por Lucio bajaba una de las tantas manifestaciones del SETSUV o de alumnos y profesores del Área de Humanidades. No recuerdo bien, han pasado los años y, de no ser por un incidente desagradable, no recordaría el momento. Para cruzar la calle, entré al contingente y fuí driblando en zig-zag a los manifestantes (al momento de escribir esto por vez primera, mi computadora misteriosamente se trabó y no me permitió guardar ni publicar nada, pero tengo bueno memoria. Esto hechos no se me olvidarán hasta que esté muerto).
Entonces, decía que crucé la calle Lucio y llegué un poco tarde a mi trabajo, pero llegué. Al día siguiente o dos días después, el maestro Márquez me llamó a su oficina para hacerme una severa amonestación "porque yo había faltado a mi trabajo por andar en una manifestación, y varias gentes me vieron. Que me tendría que atener a las consecuencias y a una serie de severas sanciones". El problema para el maestro Márquez, era que yo me había presentado a trabajar y había firmado mi lista de asistencia. Pues no era lo mismo lelgar tarde al trabajo a causa de los manifestantes, que haber faltado por andar manifestándome. De todas maneras, el asunto de dió de qué pensar: el maestro me estaba amenazando porque en su opinión, yo había participado en una protesta de universitarios.
De ahí, no recuerdo haber participado en alguna manifestación hasta el 2014. Sí he visto muchas, de campesinos, obreros, comunidades despojadas de algo por tal o cual fulano ante la indolencia de las autoridades, taxistas y ¡hasta policías! A finales del sexenio de Fidel Herrera Beltrán hubo una manifestación de policías ¡increíble, pero cierto!
Cuando las fuerzas de Duarte atacaron a los profesores en las vísperas del 15 de septiembre, yo estaba jugando ajedrez en La Naval, junto a un amigo, que andaba pasado de copas y me tomó como conductor designado. Pero tenía que ir a la Maestría al día siguiente, a temprana hora, y no tenía la mínima intención de unirme a los manifestantes. De modo que a eso de las doce de la noche, lo dejé. Y me perdí de parte de la historia: como a las dos de la madrugada fue el desalojo, con lujo de fuerza y toletes eléctricos.
No recuerdo si fue en diciembre de 2013 o ya en el de 2014, pero en un coffe-break de la Maestría en Producción Artística y Marketing Cultural salí por mi café, y me topé con un curioso contingente de manifestantes que, en la entrada a BANAMEX, mostraban una pancarta que decía "No falta dinero, sobran ladrones". "Ji ji", pensé. "Qué buen eslogan". Y seguí avanzando, inconsciente de que esos hechos me atañían. Chequé mi cuenta bancaria y ¡Estaba en ceros! Entonces me fijé en los manifestantes: ahí estaban varios ex-universitarios: Rafael Villar y Estela Jara, entre otros. Todo Enriquez estaba lleno de manifestantes. Fuí a la plaza Lerdo, había otro contingente, dialogando con un prepotente funcionario menor de gobierno, que les exijía que desalojaran la vía.
Entonces, dí un par de gritos y le dije "¡si no nos pagan nos vamos a amparar!" El funcionario palideció y yo regresé a mis clases, porque el expositor era muy bueno.
Tarde o temprano apareció en mis redes sociales un video con una entrevista a un lider de la COPIPEV. Hasta la fecha tiene muy pocas reproducciones. Pero ya desde entonces denunciaba los retrasos que cada vez son más constantes.
Este año, justo cuando estaba en el punto más álgido de la producción y promoción de mi ópera Tropical, el IPE y demás autoridades se retrasaron hasta ocho días y medio en el pago de las pensiones, incluidas la mía y la de mi esposa. Tuve que suspender estas actividades y sumarme al movimiento. Nos afiliamos al COPIPEV y me fuí a manifestar a la plaza Lerdo. Como no nos hicieron caso, al día siguiente tomamos la Secretaría de Finanzas y Planeación del Estado de Veracruz (la SEFIPLAN). Fue así que nos pagaron, pasando las dos de la tarde. De lo contrario, todavía estaríamos esperando nuestra pensión.
Por esas fechas salió un artículo en alcalorpolitico.com donde se informaba que el gobernador y su gabinete, estaban planeando no pagarnos el aguinaldo y quitarle la movilidad a las pensiones. Compartí este artículo con alguien de la COPIPEV y en mis redes y se me respondió "que no me fiara de fuentes no acreditadas" que "¿de dónde sacaba ese tipo esa información?". Por otra parte, por todas partes encontraba gente que afirmaba tener un pariente o amigo que trabajó o trabajaba en el IPE y que éste estaba "en quiebra".
Pasado el susto, retomé las actividades de producir y promover mi ópera Tropical y lo olvidé hasta el último día de julio, cuando de nueva cuenta mi tarjeta bancaria estaba en ceros. Tuve que ir a manifestarme otra vez a la plaza Lerdo. Esa vez nos pagaron de inmediato.
En agosto y septiembre, me desentendí del movimiento porque la producción y promoción de mi ópera se convirtieron en un asunto angustiosamente demandante. Por otra parte, el gobierno, al menos a mí, me estuvo pagando a tiempo. De modo que todos los rumores de la quiebra del IPE parecían provenir "de fuentes infundadas".
A finales de noviembre vino un nuevo retraso con sus consiguientes manifestaciones, a las cuales, por lo menos asistí a una. Y, de paso, filmé un video, con mi celular. Como a la semana y media, hubo otra, de la cual me enteré de forma tardía y externé una queja a mis compañeros de lucha, por lo cual algunos llegaron a tomarme como "un vendido". Hubo quien insinuó que yo era un infiltrado de Duarte, que no estaba jubilado y que éste me había dado dinero. Odio a los chairos cuando se ponen así. Sólo ellos tiene derecho a protestar y uno no se puede meter a SU movimiento, aunque también sea víctima del sistema. El asunto se aclaró y no pasó a mayores.
Llegaron los días 16, 17, 18, 19 y 20 de diciembre y nada. Cero pensión, cero aguinaldo. El artículo de alcalorpolitico.com dejaba de parecer una opinión "infundada" y tomaba carices alarmantes de veracidad. Me presenté a la manifestación del 21. Promesas, promesas, promesas y cero pago. Empezó una rebatiña por el liderazgo del movimiento y un grupo se fue a tomar la carretera México-Veracruz a la altura de la Secretaría de Educación de Veracruz (la SEV) y otro se plantó en la plaza Lerdo. Llevé mi cámara fotográfica y tomé video de los dos plantones. Subí cuatro videos, los titulé Crónicas desde fallidolandia. Uno de ellos alcanzó rápidamente cerca de 3900 reproducciones.
Al regresar a casa, después de las tres, hambreado, ví un letrero en la puerta de la casa: "me fui a comer con los jubilados. Ahí está tu comida en el horno". "¡Qué bien, yo insolándome en la plaza y los otros jubilados reuniendose a comer!" La verdad es que mi esposa se había ido a manifestar en la tarde. Así que nos dividimos el trabajo.
Llegó el día 23. Mi esposa quería ir muy guapa a la manifestación y se tomó su tiempo para arreglarse; yo, por mi parte, fui al cajero a consultar, hacia las diez 45 a.m. "Si ya me pagaron, para qué ir a hacer tanto argüende", pensé. Pero no. No sólo no me habían pagado, sino que por haberme comido un par de bolillos en Plaza Américas con los últimos cuatro pesos que me quedaban y las constantes consultas de saldo, mi cuenta aparecía con un saldo negativo de 29 pesos. Estábamos ya en el quicio de la puerta, cuando una llamada telefónica nos informó que la policía estaba desalojando violentamente a los manifestantes. Yo pensé "Duarte ya se robó nuestro dinero y nos quiere acallar por la fuerza. Esto se acabó" y me puse a redactar la demanda de amparo que publiqué días antes en este blog. El resto de la historia, ya lo saben: hacia las tres de la tarde fui por un estado de cuenta para ofrecerlo como prueba y apareció mi dinero.
Como ven, me cae gordo ir a manifestaciones, pero si es necesario, voy. Contrariamente a lo que dicen los corifeos de gobierno, no me dedico a estar en manifestaciones, como si no tuviera otras cosas que hacer. Y, en este año, he ido a tantas manifestaciones como en el resto de mis días. Y lo he hecho distrayendome de proyectos que verdaderamente me interesan, como es terminar mi Maestría o estrenar y promover mi ópera. Pienso que es una situación muy injusta, pues todos nosotros dimos nuestra juventud trabajando para un Estado que ahora nos traiciona y maltrata.
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