Hace unos días murió el gran director de orquesta mexicano de nombre Francisco Savín (1929-26 de enero de 2018), con lo que se cierra otro ciclo y una época dorada para la música mexicana y la veracruzana en particular.
No voy a hablar de su biografía, pues eso ya está documentado y es fácil de encontrar en las redes sociales y en otro tipo de publicaciones. Voy a hablar desde mi experiencia personal, pues tuve la fortuna de concerlo desde mi pubertad. Iniciaba la década de los sesenta del siglo pasado, el último del milenio anterior. La foto que acompaña a esta remembranza fue tomada en aquella época. El maestro Savín tendría a lo sumo 33 años. Se le daba la oportunidad de dirigir a la Orquesta Sinfónica de Xalapa, que por aquel entonces ya se perfilaba como una de las mejores del país. El Teatro del Estado de la ciudad de Xalapa (la O.S.X.) estaba recién inaugurado; de hecho, a Paco Savín, como lo conocíamos, le tocó ser uno de los protagonistas el día de la inauguración: fue el director que abrió fuego en la Sala Grande, hoy conocida como la Sala Emilio Carballido y de sus manos mágicas salió la interpretación de la obertura Semiramis de Rossini, el Concierto para piano en La menor de Robert Schumann con Gerhard Muench como pianista (otro grande que hizo historia en la vida musical de nuestro país), Janitizio, de Silvestre Revueltas y la segunda suite de Daphnis y Cloe de Ravel. Era un repertorio que incluía música de creación reciente para inaugurar un teatro de aquella modernidad. Hoy han pasado ya más de cincueta años de ese episodio. El Coro de la Universidad Veracruzana también estuvo presente, bajo la dirección de Jesús Nuñez. Yo no estuve el día del estreno, pero pronto asistí a los conciertos matutinos. El ahora Doctor Juan José Barrientos era alumno de mi señora madre, la también ahora Doctora María Christen, quien, o me sonsacó o convenció a mis padres o mis padres me encargaron con él (tal vez a cambio de un punto en la materia de literatura, ja ja). El caso es que gracias a la instigación de este personaje fuí al teatro a oír la Obertura Rosamunda de Schubert. Tal vez era un ensayo, porque era en la mañana, casi a medio día. La escuela primaria Carlos A. Carrillo no está tan lejos del Teatro del Estado, se puede ir ahí caminando. Por aquellos días estaba de moda un baile que se llamaba el twist. https://www.youtube.com/watch?v=MggQSspSGU8
Sir Adrian Boult, un director de orquesta inglés, recomendó en su libro para dirigir orquesta no menearse sobre el podium. Más el joven Francisco Savín, cuando la música se animaba y era compleja, olvidaba o transgredía intencionalmente ese consejo. Precisamente por eso Juan José Barrientos me dijo que me fijara cómo dirigía, porque por momentos bailaba el twist. Ya sé que los puristas dirán que un director de orquesta debe estar tieso y nada más mover la batuta, que el podium no es un lugar para danzonear; o, en su momento, bailar el twist. Pero Paul Hindemith recomendaba a los pianistas tocar "con el sexto dedo" si era preciso, o tratar al piano como una especie interesante de batería de jazz. Que una música creada o tratada de manera incorrecta pero que sonaba bien, estaba bien; o, por el contrario, si una música estaba bien escrita o bien ejecutada, pero sonaba mal, entonces estaba mal. Hago suyos los comentarios irónicos de Hindemith, para elogiar a Francisco Savín ¿Qué importaba que trasngredira las normas si el resultado sonaba bien?
Siendo joven, no duró mucho tiempo al frente de la Orquesta Sinfónica de Xalapa la primera vez. Sólo dos años. Pero dejó muy buena impresión y, pese tener a formidables competidores (entre otros al también ya fallecido Luis Herrera de la Fuente, con quien compartió la época dorada de la O.S.X. en tiempos del auge petrolero), tarde o temprano fue recontratado. Fue recontratado tres veces más. Y los músicos de la O.S.X. que tocaron bajo su batuta, lo recuerdan como el mejor director que haya tenido esta orquesta, no porque Ian Franco Marcelletti sea mal director, porque no lo es, sino porque Savín algo tenía que logró una gran empatía con la O.S.X. Como que eran el uno para el otro, porque Savín, excelente músico, no logró los mismos niveles fuera de Xalapa.
El caso es que Savín es uno de los que hicieron considerar a mis padres que la carrera de músico sí era un ofico que podía dar de comer a su amo. Los eruditos recordarán que Sancho Panza dijo "oficio que no da de comer a su amo no vale dos habas", cuando lo nombraron gobernador de una ínsula. Y es que el oficio de músico se confunde a menudo con los oficios que sí dejan (sin comer).
La Xalapa de 1962 a 1964 era una pequeña provincia que a lo sumo tendría 70000 habitantes. Era un sitio pacífico, cuyas noches olían a jazmín. Hoy huele a cadáver de humanos descuartizados. Si están frescos, como a carnicería, si están añejos, como a una peste infernal. En serio, no es invento poético de Juan S. Garrido. Era una ciudad que invitaba a salir con los amigos armados de sendas guitarras y llevarle serenata a quien se nos diera la gana, sin riesgo alguno, salvo en invierno, a causa de la niebla y el chipi chipi intenso. La calle Enríquez era un sitio donde todo el mundo se conocía. Así que mis padres se hicieron amigos de una serie de artistas e intelectuales: Sergio Galindo, Marco Antonio Montero, Emilio Carballido, Fernando Salmerón, Othón Arroniz, Jorge Mc Gregor, Paco Beverido Senior; y, desde luego, Francisco Savín. Cuando nos mudamos a la casa de la colonia Aguacatal, éramos vecinos de Paco: su mansión estaba a dos cuadras de la nuestra. Estaba en las faldas del cerro del Macuiltépec, tenía una vista preciosa y unos ventanales enormes que permitían disfrutarla cuando a su vez la niebla lo permitía. Eso deprimía mucho a Paco Savín: al estar en lo alto del cerro en la Xalapa de aquella época, los días de niebla podían durar quince días seguidos y él sólo soportaba uno.
Savín tenía en la sala un piano de un cuarto de cola y una televisión de blanco y negro. Con la que veíamos el futbol. Me padre era curioso: no teníamos televisión porque, hombre de izquierdas, no quería adquirir una "caja idiota" que me enajenara, pero a cada rato me llevaba con sus amigos a ver el futbol. A veces hasta me daba pena con los dueños del lugar, pues teníamos aspecto de "gorrones". El caso es que aún recuerdo un partido del "Uda Ducla" contra la selección de futbol mexicana. Savín le iba abiertamente a los europeos y no se equivocó: nuestros ratoncitos verdes terminaron batidos 2-0 o 2-1, no recuerdo bien el marcador, pero de que perdieron no me cabe la menor duda.
Yo quería ser director de orquesta y me salieron con que a mis diez o doce años ya estaba muy viejo para serlo: Que ya debía saber tocar piano, violín, análisis musical. Qué se yo. No sé porque logré ingresar a la Facultad de Físico-matemáticas de la Universidad Veracruzana, pues pasé el examen de admisión, pese a que me pusieron a hacer derivadas e integrales. Pues las matemáticas no se me dan. Nunca más se me dieron: mi especialidad era el álgebra y nada más por una pregunta donde fallé saqué 7.5 de calificación y en las demás reprobé. Mi padre fue a averiguar qúe pasaba y los maestros le dijeron su hijo nada más acierta cuando relaciona las matemáticas a la música ¿Porqué no lo deja estudiar música? Pues porque se va a morir de hambre ¿Y a poco cree que de matemático no? Pues su hijo tiene menos talento para la física que para las matemáticas. Está bien, hijo. Te me vas a estudiar al conservatorio. Pero al de México. Y estudia composición, como Francisco Savín. Bien hecho, salvo que Savín se habría muerto de hambre como compositor. Y no porque fuera malo, sino porque era de vanguardia. De esos vanguardistas de la segunda mitad del siglo XX. Yo de él aprendí la existencia de los cuartos de tono y de los "clusters" (o sea, todas las teclas negras y blancas que puedas alcanzar sobre un teclado con tus antebrazos, no importa si alcanzas una más o una menos que otro tecladista). Descubrí a Penderecki. Conseguí el disco L.P. que grabó con la O.S.X., me parece que en discos Musart. Él era el director del Conservatorio Nacional de Música cuando yo ingrese ahí. De hecho, él estaba entre los jurados cuando me aplicaron el examen. En mi caso, fue de ubicación, pues ya había estudiado solfeo con Régulo León, Guitarra con Alfonso Moreno y piano con Felipe Ribes. Estamos hablando de 1970 a 1972. Una época convulsa, estaba reciente el movimiento estudiantil del sesenta y ocho y yo estuve en la manifestación del 10 de junio, la de los Halcones, de la cual me salí a tiempo. No me digan cobarde. No estaba convencido de las manifestaciones como medio de lucha como tampoco lo estuve en 2016 contra Javier Duarte. De haber estado convencido, a lo mejor no les estaría escribiendo estos recuerdos.
Savín escuchaba las peticiones de los estudiantes. Tenía un proyecto piloto de dejar que el alumno avanzara a su ritmo. Estaba reciente el caso de Alfonso Moreno, que había hecho la carrera de guitarra en cuatro años y había ganado en 1968 un concurso internacional en Francia y en 1972 le ganó a los otros nueve ganadores de ese concurso. Claro que Alfonso había sido violinista antes de ser guitarrista. Aún así, la idea de no retenerte diez años cuando podías hacerlo en menos era atractiva, siempre y cuando no quisiera hacer uno lo mismo cuando no se podía. Fue una propuesta controvertida, pero vanguardista. A Savín le tocó ser el sucesor de Carlos Chávez al frente de la Orquesta Snfónica Nacional, en 1973, cuando, tras una rebelión, Carlos Chávez tuvo que dimitir: el día del concierto, el maestro alzó la batuta, los músicos cerraron los ojos y no respondieron al llamado musical. Esto probablemente ocurrió varias veces. En coordinación con esto, había una huelga en el Conservatorio Nacional de Música. Yo ya era becario. Estaba analizando los cuartetos de Beethoven y olvidé las partituras dentro de mi cubículo. Penetré el Conservatorio para rescatarlas y los huelguistas me atraparon. No era gente conocida. No eran músicos. Me dejaron ir, haciéndome notar que había quebrantado el derecho de huelga y advirtiéndome de las consecuencias que me acarrearía volverlo a intentar. Aquello se puso feo. A Savín le duró un día el gusto de ser el director de aquella orquesta. Pero Savín volvió a Xalapa hacia los noventas.
Por mi parte, yo conocía también a Yolanda Savín, una mujer de pechos poderosos, elegante y cabellera rojiza, que se dedicaba a las artes plásticas. Entre ambos hicieron un espectáculo multimedia que se llamaba Quasar. Lo presentaron en la sala principal del Conservatorio Nacional de Música. Savín tocaba el órgano, un órgano electrónico de la época. Homero Valle las percusiones en tanto que alguien proyectaba en pantallas gigantes las imágenes creadas por Yolanda. Estaba reciente la fecha de la llegada del hombre a la luna y la película Odisea 2001 de Stanley Kubrick. Oir Quasar en esas condiciones fue como ser protagonista de una de las escenas siderales de la película de Kubrick: los clusters en el órgano amplificado por potentes bocinas quadrafónicas, con pinturas abstractas enormes rodeando el ambiente y las percusiones siderales de Homero. Lástima que no les pueda transmitir de manera más vívida aquella emoción, pero fue algo realmente de película de ciencia ficción y en tiempo real.
Herrera de la Fuente tenía una relación de amor-odio con su ex alumno Francisco, pues eran rivales. Herrera logró ser el director titular de la O.S.X. en los tiempos del auge petrolero López-Portillista y logró realmente llevarla a una época dórada. Pero su sucesor Francisco Savín también lo hizo y lo superó. Se creó el famoso festival Junio Musical de Xalapa, el cual es una pena que haya desaparecido. Pero dentro de este festival, Francisco Savín logró estrenar en Xalapa los Gurrelieder de Arnold Schoenberg, cosa que pocos directores latinoamericanos han podido hacer.
Finalmente Savín dejó la OSX, tenía la vista cansada. Supe que no se retiró del todo. Que mi amigo Javier Concepción Cruz estuvo estudiando con él hasta el último momento. Que dió clases en la Maestría en Música de la Universidad Veracruzana, pero que por una cuestión de estrechez de criterios burocráticos no le pudieron renovar el cargo: no tenía título. Savín, al igual que J.S. Bach, W.A. Mozart y Ludwig van Beethoven era de aquellos músicos que se formaron antes de que la música se convirtiera en carrera. Los músicos no se titulaban, no tenían derecho a hacerlo. De modo que la Universidad Veracruzana dejó perder muchos de los secretos que Savín se llevó a la tumba por una cuestión ridícula que no pudo superar. Ingrata institución que olvidó que si la O.S.X. llegó a ser una de las mejores de latinoamerica, fue por la labor de Paco Savín. Así es la vida. Qué le vamos a hacer. Descanse en Paz Francisco Savín.
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