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sábado, 30 de mayo de 2020

CRÓNICAS PANDÉMICAS. CAPÍTULO 23.


CRÓNICAS PANDÉMICAS.
CAPÍTULO 23.

    Ya es treinta de mayo. Llegué vivo al final de la primera etapa: el COVID se pega a los 5 días, mayo termina dentro de dos, por lo tanto yo salgo vivo de la primera fase de la cuarentena; sin embargo, Veracruz está en semáforo rojo o naranja, no lo tengo claro. Lo que sí tengo claro es que la academia de escritores de Ramiro Wallace va a reiniciar labores del 10 de agosto. Epifanía puede hacer lo mismo. Salió otra convocatoria de la SECVER. Vamos a por ello, como dicen los gallegos.
   Algo traumático ha sido el mantenimiento de mi computadora: por un lado enciende más rápido y los programas que funcionan hacen en menos tiempo sus tareas. Pero hay muchos otros que no. Cada vez que la enciendo me pregunta ¿Actualizar la máquina del tiempo? Es urgente. ¿Y si es un virus? Me vuelve a decir “Si actualiza la máquina del tiempo, su mac correrá como un Ferrari de carreras último modelo." Ya he tenido experiencias desagradables con esos antivirus; aunque, la verdad dicha sea de paso, mi compu ya necesita mantenimiento. Le doy click, pues.
      En la pantalla de la computadora de la máquina del tiempo, se despliega un mensaje de error: «El programa se ha detenido porque el usuario ha intentado avanzar demasiados años.» En cambio, en la pantalla de la mac de Jaime, se abre un programa parecido al Youtube, pero distinto, donde se ve que unos velociraptores se acercan a toda velocidad a una burbuja mecánica, la que de repente es tragada por una nube negra y desaparece. La siguiente escena ocurre entre el treinta de junio y el primero de julio de 1520. La oscuridad del lugar se atenúa con las antorchas de los aztecas y las flechas encendidas que ellos lanzan para divisar a sus enemigos. Un puente hecho de troncos se quiebra y muchos conquistadores caen al agua. Vienen llenos de oro azteca. Se hunden en el lago. Sólo salen a flote Don Catrín y Javier Berlanga.
    –¿Qué carajo está pasando?
   –Me parece que estamos en Tenochtitlán, 1520–, dijo Javier.
   –¿Cómo lo sabes?
   –Estamos en el Puente de Alvarado. Se acaba de romper, a causa del peso de los gachupines.
   –Vamos a por el oro–, dijo Pedro de Alvarado.
   –Me cago en la ostia –dijo Hernán Cortés–. Les dije que viniéseis ligeros y os habéis atascado de oro. Corred los que podías.
    –Entonces, podemos cambiar el curso de la historia y apresar a Hernán Cortés.
   –Estás loco. Tú y yo hablamos español. Los aztecas nos sacrificarían a sus dioses. Tenemos que unirnos al conquistador y salir de aquí.
   Una flecha azteca atraviesa el sombrero de copa de Don Catrín, quien también se pone a la fuga. La noche les ayuda a escapar. Se unen al ejército diezmado de Hernán Cortés y los tlaxcaltecas. Caminan varias horas. Llegan a Popotla. Hernán Cortés se acurruca al pie de un árbol enorme, se lleva las manos a la cara y llora. Al día siguiente, Don Catrín y Javier Berlanga logran hablar con el capitán de las fuerzas de Castilla.
   –Usted va a ganar esta guerra, no se desanime, mi capitán –Dijo Javier.
   –¿Por qué venís vestidos así? –Dijo Hernán Cortés, en español del siglo XVI.
   –Verá. Venimos del futuro.
   –¡Rediez! ¡Que me habéis alegrado el día! ¡Coño! ¡Qué sandez tan graciosa!
   –¿Por qué lo ayudas? –Preguntó en secreto Don Catrín–. Toda la vida política de mi autor primigenio fue para independizar a México de los gachupines.
   –Porque necesitamos regresar al siglo XXI.  Si la historia cambia de curso, ni tú ni yo naceríamos. Ni nuestros autores.
   –¿Así que vosotros venís del futuro? 
   Don Catrín estaba más cerca en el tiempo con el capitán que Javier. De modo que entendió casi todo lo que decía.
    –Sí –, dijo Don Catrín.
   Los amigos le dieron pormenores de lo que iba a suceder a corto y a mediano plazo.
   –¿Así que voy a tener un hijo de Doña Marina? Es un secreto que me tenía muy bien guardado ¿Puedo acompañaros al siglo XXI? Es que tengo que ajustar cuentas con un tal AMLO y un diputado de Morena. Es una cuestión de honor y por tanto, merece un combate a muerte.
   –¿Cómo lo sabe? –Dijo Javier, dirigiéndose a Don Catrín, para que lo tradujese al castellano del siglo XVI.
   –Doña Marina y uno de mis soldados tienen percepción parapsicológica y me han informado que estos hombres me han declarado la guerra. Pero, muerto como estaré dentro de 500 años, no podré hacer nada para defenderme. En especial me ha ofendido el diputado de Morena, quien dice que mis restos son un foco de infección.
   –Después de quinientos años eso no es posible. No hay virus ni bacteria que resistan el paso del tiempo –dijo Javier–. Veremos qué podemos hacer. Permítame deliberarlo con mi acompañante.
   –Vale, tomaos vuestro tiempo. Pero no os tardéis demasiado.
   Javier y Don Catrín evaluaban la posibilidad de enviar al capitán al siglo XXI y vendérselo a los fifís, quienes estarían encantados de ver cómo en un combate de cuerpo a cuerpo el capitán aniquilaba no sólo a AMLO, sino al diputado. Se estaban poniendo de acuerdo en la cantidad, cuando la computadora de la máquina del tiempo empezó a pitar. Tenía un mensaje: «Tomen su asiento y abróchense el cinturón de seguridad de inmediato. Queda un 5% de batería y voy a operar en modo ahorro.» De esta manera, fueron trasladados de regreso al futuro sin la compañía del capitán.
   Con esto hemos llegado al fin de la primera temporada. El autor necesita un descanso y las cosas parece que regresan a su normalidad: el presidente va a dar el banderazo de salida del Tren Maya el próximo martes en uno de los estados donde el semáforo estaba en rojo y los fifís están haciendo su convoy anti AMLO.
   Jaime tuvo que salir ayer al banco. La aplicación de su banca móvil no funcionaba y tenía que pagar varias deudas. Además de retirar dinero, fue a indagar qué pasaba. Pero la sucursal cercana a su casa estaba cerrada por la contingencia sanitaria. Tendría que ir a la del centro, habitualmente abarrotada de usuarios. Por la noche, cenó un par de tacos árabes y dos cervezas de marca "Corona". El virus no me va a detener. 
   Me levanté con un dolorcillo de cabeza, la garganta algo reseca: me pica. Tengo un poco de flujo nasal. A causa del calor dormí protegido nada más con una sábana. Pero llovió durante la noche y se enfrió algo el ambiente. Nada que no se me pueda curar con un par de aspirinas y un café negro.. ¡Qué extraño el comportamiento de la computadora! Ahora Don Catrín y Javier Berlanga están en el convento de Churubusco, el día 20 de agosto de 1847. Las fuerzas mexicanas se rinden. El general Robert Lee los toma prisioneros. Los lleva a un cuartito bastante oscuro del claustro que improvisa como celda de prisión. Al revisar los bolsillos de la casaca de Don Catrín encuentra dos lingotes de oro azteca que los españoles habían fundido.
   –Where are the rest of your gold? –Les pregunta.
   –No te understaneo veri güel –Dijo Javier–. ¿Cantiú repetir tu mí? Í don't spík ínglish.
   –Listen to me, for the last time, asshole: the gold or your fucking lifes.
(Continuará el 15 de junio)
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viernes, 29 de mayo de 2020

CRÓNICAS PANDÉMICAS. CAPÍTULO 22.

CRÓNICAS PANDÉMICAS.
CAPÍTULO 22.

   Checando mis correos electrónicos, me llegó uno que casi me provoca una indigestión, por hacerme sentir como el príncipe Próspero de Edgar Allan Poe. Es una petición de Avaaz.org. Quiero decir que acabo de desayunar muy bien: huevos revueltos con chorizo huasteco, chile jalapeño y tocino, café negro de Huatusco, más un conjunto de vitaminas y minerales pasados con mi té anticovid. Pero la petición muestra la foto de una madre que, en la India, a causa de la crisis económica provocada por la pandemia, la cuarentena y el desastre económico resultante, hizo fila con su hijo en los brazos, para recibir una porción de comida y fue la primera a la que ya no le tocó, porque las raciones se acabaron. La pobre mujer acabó llorando. Este descubrimiento se debió a que mi autor Francisco González Christen andaba promoviendo otra petición en http://chng.it/hmkjN8Qc la cual no es menos importante, pero sí menos urgente. Me explico, donde se oprime la libertad de expresión es que hay una tiranía, y las tiranías llevan a graves y grandes desigualdades sociales que matan igual o mayor número de personas, tal vez porque el hambre mata más seres humanos en el mundo que el COVID19. De modo que si no eres un robot, o una imagen con datos falsos; y, por el contrario, tienes sangre en las venas, un corazón y materia gris en el cerebro, firma y comparte la petición de Francisco González Christen. Pero primero haz tu donativo en la petición de Marigona Uka - Avaaz avaaz@avaaz.org, para que puedas desayunar con la conciencia en paz y no te pase lo que a mí. Lamentablemente, este mensaje llegará a pocas personas, debido a las discrepancias entre Francisco González Christen y el revisor de anuncios de Facebook y este autor aún no tiene el recurso necesario para promoverlo en otras redes sociales. No será por mucho tiempo, pero quizá por un retraso de un día o dos en otorgar el donativo una o varias personas morirían aunque podrían salvarse si el donativo llegase a tiempo. Yo lo haré en cuanto pueda, no falta mucho. Si tu puedes, hazlo hoy.
   A los que no puede salvar ni change.org ni avaaz.org es a Don Catrín de la Fachenda ni a Javier Berlanga, atrapados en una burbuja cibernética donde una pantalla indica que la actualización de Windows de la máquina del tiempo va al 99%, pero ya lleva una hora con ese porcentaje y una manada de velociraptores ha percibido el olor a carne humana que despide el aparatito diseñado por H.G. Wells.
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jueves, 28 de mayo de 2020

CRÓNICAS PANDÉMICAS. CAPÍTULO 21.


CRÓNICAS PANDÉMICAS.
CAPÍTULO 21.

    El tiranosaurio se acerca por la izquierda con bastante celeridad. Javier y Don Catrín ven que a su derecha hay otra cueva. Ambos miden la distancia y calculan las oportunidades.

   –Pinches animalotes, que rápido corren –Dijo Don Catrín.
   –Corre –, dijo Javier.
   –Pero…
   Javier salió de la burbuja corriendo lo más rápido que pudo. Tuvo la suerte de correr como el actor que representó al Nosferatu de Werner Herzog, pues su zigzag era impredecible y el dinosaurio falló en todos sus intentos por atraparlo. Cuando vio que Don Catrín corría en línea recta, fue demasiado tarde, porque se había zambullido en la cueva. Javier encontró otra abertura y también se le escapó.
   El reptil sabía que estaban escondidos ahí, por lo que metió una de sus patas delanteras para atraparlos. Pero su pata era corta. Los esperará “a la salida”, como en los pleitos de la escuela primaria. Pasan la horas. Anochece. Les da sueño. Javier se quita el cinturón y lo amarra de dos estalactitas grandes. Le pide ayuda a Don Catrín, para colgarse de él, como un trapecista, con las corvas atoradas en el cinturón y la cabeza hacia abajo. Mecachis, este tío es un vampiro y me va a chupar la sangre de noche. Don Catrín, ya hemos dicho que es un novohispano de principios del siglo XIX y su idioma es una mezcla de español ibérico, con mucho vocabulario náhuatl y giros provenientes de varios calós que acabarían conformando el inconfundible acento del peladito del barrio de Tepito. Digamos que tenía un vocabulario de gachupín con acento chilango y muchos vocablos en náhuatl.
   Jaime Schütz, totalmente ajeno a los sufrimientos de sus amigos, se despierta con algo de trabajo. La cuarentena lo ha vuelto flojo. Todavía no se acostumbra al horario de verano. ¡Caramba! ¡Ya son cuarto para las once y parecen las nueve y cuarenta y cinco! ¡Llevo dos horas de retraso! Baja a la cocina, se prepara unos huevos estrellados con tocino y una olla de café negro. Se sirve su té anticovid en un vaso de cristal –pues podría ser de plástico, acotaría un catalán– y se queda embelesado viendo su color dorado. Destapa sus suplementos alimenticios: vitaminas, zinc, espirulinas, y se los toma con su te anticovid antes de ingerir su huevo con tocino. Al final saborea su café. Enciende el celular y sus tres amigos fifís le han llenado el Whatsapp:
   «El irresponsable de AMLO va a dar el banderazo de salida el próximo martes al tren maya de manera presencial acompañado de una numerosa comitiva y Felipe Calderón está muy enojado».
   «FRENA convoca a otra marcha fifí para el próximo sábado para protestar contra AMLO. No le temas al falso virus».
   –Ni como ayudar a los mexicanos–, le dije a mi hijo–. Uno de pendejo encerrado desde hace dos meses y medio mientras los chairos y los fifís compiten para ver quién saca más gente a la calle .
   –Déjalos que se contagien. Así habrá menos.
   –¿Qué dicen al respecto López Gatell y Diego Fernández de Cevallos? Cada uno pertenece a bandos contrarios, pero son gente pensante.
   –Nada.
    Veo un Whatsapp de mi mamá. Está muy enojada porque ando balconeando a la familia con estas crónicas y de ella no he mencionado una sola palabra. Le respondí que no es verdad, que el narrador en primera persona hace que la gente se proyecte. Pero, viéndolo bien, creo que es una indirecta. Bueno mamá, desde aquí quiero decirte que te quiero mucho y que eres la luz que me guía en mis aventuras literarias desde hace mucho tiempo. Desde que estrené mi última obra teatral me cuido mucho de que mis personajes no se parezcan a mi familia. Pero no puedo evitar que tengan algo de mí. «Haz lo que se te de la gana, pero estoy muy molesta. Hay autores que escriben bien sin nutrirse de sus experiencias personales». La verdad no sé que hacer: Francisco González Christen escribió «Veneno de nauyaca» con personajes e instituciones cien por ciento ficticios y la novela está “filtrada” porque por internet no se vende por más publicidad que se le haga; en cambio, físicamente es muy fácil venderla. Ya se agotó el primer tiraje. Pero ahora, con la pandemia, hay que esperar a que acabe la cuarentena para salir a imprimir más ejemplares y venderlos “a la antigüita”. Y con las iniciativas de AMLO y de FRENA, el número de contagiados se incrementará, y por consiguiente, también el número de semanas que tendré que pasar recluido. Por cierto que cuando estrené mi última obra de teatro, el tramoyista me cobró una cantidad exagerada de dinero y no pude pagarle una buena cantidad a los actores. La mamá de la actriz protagonista se enojó mucho conmigo. Luego ellas volvieron a producir mi obra, en condiciones que apuntaban a un fracaso en taquilla. Yo les dije de manera pacifica y respetuosa que esas condiciones les eran adversas. Luego me enteré, por boca de otra de las actrices, que Epifanía se olvidara de trabajar en Xalapa, pues yo le había gritado a la mamá de Nallely, la protagonista de mi obra, para que cambiase las condiciones de producción de mi obra. Pero que “Epifanía estaba quemada en Xalapa y tendría que irse a trabajar a otra ciudad para poder sobrevivir”. Yo le comenté a los bailarines de Epifanía que “íbamos a bailar un zapateado sobre el fuego de esa mujer” y se estremecieron. Yo lo decía como metáfora, pues lo íbamos a apagar con el zapateado. Pero no pensé que quienes se iban a quemar los pies eran los bailarines.
   Parecía que sí estábamos apagando el fuego, pues ganamos el apoyo de la SECVER y habíamos superado todos los obstáculos que nos dificultaron convocar a los alumnos necesarios para llevar adelante el proyecto. Pero se vino lo del COVID19. No cabe duda de que la mamá de Nallely es una bruja poderosa y loca. Pues por un quítame allá estas pajas –que además no es verdad– desató una pandemia que tiene en jaque a todos los gobiernos del mundo. Sólo así pudo detener a Epifanía, que está celebrando sus 20 años de existencia. Lo que no pudieron hacer la mafia del poder, W.C. Bush, Obama, Trump y lo que va de la 4t lo pudo hacer un minúsculo ser que ni siquiera tiene vida. Maldito coronavirus. Creo que la cuarentena me está volviendo loco. Mejor cambio de tema.
   Me preocupa la amiga Fifí Número Uno, pues es una señora mayor de setenta años y va a ir al convoy de FRENA. Quiere que yo también vaya. Cree que el virus es falso y que, en caso de no serlo, llenándose con dióxido de cloro antes de salir no le va a pasar nada. No hay nada que la haga entender. Su odio a AMLO es tal que prefiere darse un balazo en el pie antes que verlo seguir gobernando. Pero los diputados blanquiazules le quitaron la oportunidad a AMLO para que le revocásemos el mandato. Ahora no se pueden quejar. También me preocupa nuestro señor presidente, el también es mayor de sesenta años. Quiero pensar que el virus es un chupacabras moderno y todo esto es para que los fifís y las feministas se dejen de estar haciendo manifestaciones hasta que entre en vigor el nuevo tratado de libre comercio, el TMEC. Pero la Suprema Corte de Justicia, que es muy prudente en sus decisiones, acaba de acordar otra prórroga a sus actividades y ellos seguirán en cuarentena hasta el 30 de junio. Quiero seguir desarrollando mi estudio comparativo entre El dinosaurio de Augusto Monterroso y el cómic Turok, el guerrero de piedra que publicaba la editorial Novaro. ¿Dónde la dejé? Llevo varias horas buscándola. Mi esposa y mi hija dicen que en esta casa hay duendes. Me quieren volver loco. Eso no es cierto, pero, ¿dónde está la chingada libreta?
   Por la boca de la cueva donde están escondidos Javier y Don Catrín se asoma un rayo de luz: amanece. Don Catrín se despierta, se estira. Su amigo Javier sigue dormido, colgado del cinturón que amarró a las estalactitas, con la cabeza hacia abajo. Cerca de él, hay cientos de murciélagos que hacen lo mismo. Don Catrín no ve al dinosaurio. Se acerca a la boca de la cueva. Una mano de dinosaurio se mete rápidamente a la cueva. Trata de asir a Don Catrín varias veces. Éste se lanza al fondo de la cueva. El dinosaurio estira la mano. Está a cinco centímetros del pie de Don Catrín. El corazón de Don Catrín quiere salirse de su pecho. El dinosaurio se cansa, pero su ojo vigila la boca de la cueva. El tiempo corre. Javier no despierta. El dinosaurio se retira un poco, a fin de que no lo vean y otra vez se arriesguen a salir. Don Catrín, ahora que el dinosaurio deja pasar la luz, mide el tiempo con la sombra que proyecta una estalactita sobre una pared de la cueva. Ya debe ser la una de la tarde.  El estómago le protesta: tiene hambre. Don Catrín se desespera y despierta a Javier.
    –¡Órale güevón! ¡Despierta, que no hay nada de comer!
   –Ay güey, me acabas de desvelar.
   –Tengo hambre. Y el dinosaurio también. No podemos salir de la cueva.
   –Tengo cuatro espirulijas en mi bolsillo y dos cigarros. El café te lo debo. Pero hay muchos murciélagos.
   –Ni madres. Por andar comiendo murciélagos es que la humanidad nos metió en este pedo.
    ¡Booonk! Sonó desde la boca de la cueva un golpe amplio y profundo, seguido del ruido de la caída de un cuerpo gigantesco. Por la boca de la cueva apareció Turok.
   –Jáog–, dijo, alzando el brazo en señal de saludo.
   –Nijao –, contestó Don Catrín, quien había leído la libreta de Jaime y pensó que Turok era chino, pues tenía los ojos rasgados.
   Turok dio por bueno el saludo de Don Catrín, y mediante señas los invitó a salir de la cueva. También mediante señas, Don Catrín le indicó a Turok que tenía hambre. Turok, con otra seña, le dio a entender que esperara y lanzó un silbido. De la nada aparecieron un montón de indios armados con cuchillos de obsidiana. Junto con Turok, se dedicaron a desollar y destazar al dinosaurio. Debido al tamaño del animal y a lo grueso de su piel, les tomó mucho tiempo sacar un buen trozo de carne para ponerlo en la fogata. Además, tenían que repeler con sus hondas y sus lanzas a los pterodáctilos. Las llamas anaranjadas de la fogata irrumpían en la oscuridad de la noche y armonizaban con las descargas de lava que arrojaba a lo lejos el Pico de Orizaba. El olor a carne asada a las brasas impregnaba el ambiente.
   Don Catrín se dio cuenta de que Turok hablaba en Náhuatl, lengua que él también sabía, por haber vivido en la Ciudad de México a principios del siglo XIX. La diferencia entre un mexicano y cualquier otro hispano parlante, es que para el mexicano el náhuatl es una lengua profunda y mal escondida, que emerge a la superficie cada vez que puede: casi todas las poblaciones, los cerros, los manantiales, algunos gobernadores y hasta seres mitológicos tienen nombre náhuatl. Igual sucede con los alimentos: Tomate, jitomate, guajolote, aguacate, chocolate, chipotle, huitlacoche, xoconostle. Don Catrín al menos sabía lo esencial para comer bien en México.
   –Mmmh, ¡sabe a iguana! –Dijo Don Catrín, con la boca llena, chorreando de grasa.
   –¿A qué saben las iguanas? –Preguntó Javier, quien no se atrevía a comer la carne del dinosaurio–. ¿No te da miedo pescar el coronavirus por estar comiendo comida silvestre?
   –Según la información que tengo, el COVID19 apareció hasta el 2020 d.C., de modo que no hay peligro.
   –Creo que por esta vez, tienes razón, amigo–, dijo Javier y se llevó un trozo de carne a la boca.
   –¿Ya probaste las alitas de pterodáctilo? Saben a pollo.
   –Será mejor que te apures, pues puede venir otro tiranosaurio. Además, si esta historia se sigue prolongando, la editorial Novaro y los titulares de los Derechos de autor de Turok van a demandar a Jaime por plagio. Y también los herederos de Augusto Monterroso.
   –Jaime no está lucrando, les está dando su crédito y les está haciendo publicidad. Ojalá y no lo demanden. Pero creo que de ser eso posible, Joaquín Fernández de Lizardi ya lo habría demandado.
   –Ya te pareces a los que revisan la publicidad en Féisbuc. Jaime está respetando los derechos morales de todos los autores aquí citados. Pero Don Joaquín ya no tiene derechos patrimoniales, si es que alguna vez los tuvo. El peligro son los autores y productores de Turok o sus descendientes, pues probablemente aún conservan algún derecho patrimonial, de modo que despídete de nuestros amigos y ¡Vámonos!
   –Tlazohcamati miyac (muchas gracias). Mah xitlacuacan cualli (buen provecho).
   –Matétera cho pa.
   –¿Qué dijo? –Preguntó Javier.
   –Quién sabe, no es nahua chilango. Pero me parece que quiso decir “de nada”.
   Javier y Don Catrín correspondieron la despedida con abrazos y gestos de la mano. Los indios estaban felices, pues entre el tiranosuario y los pterodáctilos derribados habían conseguido comida para un buen rato. Y en parte fue gracias a los amigos del futuro.
   Javier y Don Catrín regresaron a la máquina del tiempo. Afortunadamente no le interesó al tiranosaurio. Su Windows se estaba actualizando y ya le faltaba un treinta por ciento para completar la operación.
   –Mientras no se aparezca otro tiranosaurio, ya la hicimos –, dijo Javier.
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miércoles, 27 de mayo de 2020

CRÓNICAS PANDÉMICAS. CAPÍTULO 20.

CRÓNICAS PANDÉMICAS. 
CAPÍTULO 20.

   –Pssst, (ya puedes salir)–Dijo Javier Berlanga.
   –(Ahí voy) –Dijo Don Catrín.
   –No es necesario que hablemos en secreto. Nada más procura no subir demasiado la voz.
   –S’món.
   –Ya arreglé lo de tu pierna. Pero no podré hacerlo con lo de la dama de los azulejos. Verás, la mandó una red cibernética del futuro para que cayeras en una trampa.
   –¿Cómo?
   –Es la misma que borró la cuenta del community manager de Jaime en el Féisbuc. Pero el ataque es muy sutil.
   –Me hablas en chino.
   –Te entiendo. Ustedes los del siglo XIX eran felices. No tenían que vérselas con estos aparatos del demonio. Pero a partir de la generación boomer todos tenemos que entrarle o nos carga la chingada.
   –Eso último sí lo entendí. Así le pasó al Imperio Español con la Independencia de México.
   –Tú te moriste antes.
   –No olvides que somos personajes y yo salí a la luz en 1832. De algo me enteré.
   –Está bien. No nos distraigamos. Tengo que averiguar si esto fue obra de la N.E.T.T.A. o de la O.A.T.
   –¿Qué es eso?
   –La  N.E.T.T.A. es la Net of Enterprises of Telecomunications Trans America y la O.A.T. es la Organización Asiática Total. Ignoro cuáles sean sus siglas en chino. Lo único que sé es que son organizaciones rivales. La que logre controlar todas las redes sociales del mundo, controlará las mentes de los humanos y podrá hacer lo que quiera con ellos.
   –Si Don Jaoquín Fernández de Lizardi y sus amigos vieran en que acabó su lucha se volverían a morir de tristeza. Lo que no entiendo es por qué los chinos son tan poderosos, si son los esclavos de los gachupines.
   –Ya no. Los gachupines no sólo perdieron el continente americano: también perdieron Filipinas. Además, los ingleses de alguna manera sometieron a la China continental, a través del opio, pero también perdieron esa influencia y recientemente tuvieron que devolver Hong Kong. Ahora los gachupines y los anglo sajones están a punto de ser los esclavos de los chinos.
   –No me digas ¿Cuándo los españoles esclavizaron a los chinos? ¡Cómo eres ignorante!
   –¿Qué los chinos, los filipinos y los japoneses no son lo mismo?
   –No. A la distancia se parecen porque todos tienen ojos rasgados, y es probable que ellos nos confundan con los gringos, con los guatemaltecos o con los italianos y por la misma razón. Pero la diferencia no se pierde con la distancia. Investiga un poco más.
   –Es lo que estoy investigando. La pandemia del COVID19 hizo estragos en España, Italia y los Estados Unidos de Norteamérica. La cuarentena provocó una severa crisis económica y tengo la hipótesis de que los chinos van a comprar sus empresas quebradas a precio de remate.
   –¿Estás seguro?
   –No. Ya te dije que sólo es una hipótesis de trabajo. En caso de ser cierta la teoría de que el virus de Wuhan fue fabricado o manipulado en un laboratorio para después soltarlo para que contagiara a toda la humanidad, estaría cerca de probarlo.
   –¿Y qué te falta? ¿Te puedo ayudar en algo?
   –Tu ingenuidad me ayuda, amigo. Ignoras muchas cosas de la historia. No te culpo, te moriste mucho antes de que yo naciera.
   –La prueba de que no estoy muerto es que estoy aquí.
   –Porque eres un personaje, pero en tu historia primigenia tú moriste antes de que México perdiera la mitad del territorio frente a Estados Unidos.
   –¿Cómo? ¿No nos defendimos? ¿El General Santa Anna no dirigió a nuestros ejércitos? ¡El era un verdadero patriota y un genio de la estrategia!
   –Valor no le faltaba y ganó muchas batallas. Pero no pudo con los gringos y ahora no lo tenemos en tan alta estima.
   –De seguro cayó con el corazón atravesado por una bala norteamericana.
   –Siento decirte que murió de una diarrea. Y con fama de traidor a la patria.
   –Eso es imposible.
   –Está documentado que vendió el territorio de La Mesilla y se puso a las órdenes de Maximiliano.
   –¿Quién era ese Maximiliano?
   –¿No lo sabes? El segundo emperador de México. Lo impusieron los franceses.
   –Pero si a los franceses los derrotó Santa Anna. Hasta perdió una pierna en combate ¡Eso es ser un patriota!
   –Fue una segunda invasión. Finalmente los derrotamos con las tropas de Benito Juárez y de Porfirio Díaz.
   –¿Esos indios patarrajada vencieron al mejor ejército del mundo?
   –Más respeto con los amigos de mi tatarabuelo. Sí, los vencieron. En Europa grandes personajes como el escritor Víctor Hugo y el genio todólogo de Carlos Marx lo celebraron ¿Supiste de ellos?
   –No. Creo que me morí antes de que ellos fueran famosos.
   –No quiero ser grosero, pero si quieres actualizarte, métete a algún libro de historia.
   –No puedo, nada más soy personaje de novela.
   –Entonces métete a algunas novelas históricas.
   –¿Me puedes recomendar algunas?
   –¡Claro! Puedes empezar con los Episodios nacionales de Benito Pérez Galdós a partir de la fecha en que te moriste. Te recomiendo El sol de mayo de Don Juan A. Mateos.  Si puedes, métete al guión de la película 5 de mayo, la batalla.
   –¿Película? ¿Qué es eso?
   –Luego te lo explico. Olvídate de la película. Compara El sol de mayo con Primm de Benito Pérez Galdós, que si no me equivoco es el tomo 39 de sus Episodios Nacionales. Para que veas lo que pasó con tu héroe Santa Anna, lee El seductor de la patria, de Enrique Serna. Para que te actualices, lee también El imperio perdido de José María Pérez Gay. Ese también te sirve para que entiendas la situación de Europa, y de ahí te puedes remitir a otros como Robert Musil. Pero, para entender a Europa un poco más, te recomiendo La guerra y la paz de León Tolstoi, La Comedia Humana de Balzac, El mundo de ayer de Stephan Zweig y muchos cuentos de Maupassant, sobre todo los que hablan de la Guerra Franco-prusiana.
   –¿Nada más?
   –¿Quieres más? Bueno, para la historia mexicana del siglo XX puedes leer Los de  abajo de Azuela, El llano en llamas de Rulfo y El águila y la serpiente de Martín Luis Guzmán. En este último Jaime aprendió a seducir toda clase de damas ¿Viste cómo hizo la precuela de Mrs. C de Stephan Sweig en el capítulo 15 de estas Crónicas, la de 24 horas en la vida de una mujer? Ese capítulo es la clave de todo esto, porque fue el que provocó el rompimiento entre Jaime Schütz y el Féisbuc. Para explicar como la sedujo Karl Sessions, Jaime se copió la estrategia de Martín Luis Guzmán, ¡porque a él le ha dado resultado con las mujeres! Y, la verdad dicha sea de paso, esa estrategia lo salvó de una castidad forzada por el resto de sus días.
   –¿Y a ti no?
   –De mi sexualidad, prefiero no hablar. Es asunto privado.
   –Después del juicio al que te sometieron y de la novela que está haciendo Jaime, tu vida sexual es asunto público.
   –Mira, mejor ponte a leer lo que te dije. También tienes que estudiar literatura de la tecnología, de los viajes en el tiempo, y encontrar la manera de meterte a varios guiones cinematográficos, en especial a los de Terminator y La Matrix. Del cine puedes brincar a los videojuegos. Es importante que te metas a un juego ruso que se llama Los oscuros. Antes, si quieres, puedes leer El código da Vinci. Te doy una idea: Lee primero El código da Vinci y una vez que sepas lo que es el cine, pásate al guión de esa película, para que te vayas enterando de lo que hacen los Illuminati. Todo esto es importante para entender la guerra entre la N.E.T.T.A. y la O.A.T. Y lo tenemos que hacer antes de que Ezequiel Matís o Van De Baas hagan lo mismo. Si te das cuenta, las siglas de la O.A.T. revelan su verdadera identidad: Oscuros Asiáticos y Totalitarios. Súbete tantito a la máquina del tiempo y vamos a ver cómo están constituidas ambas redes.
   Javier Berlanga se dirige al libro de La máquina del tiempo de H.G. Wells. Lo saca del librero.
   –Déjate llevar por mí, o acabaremos en una época indeseable. Haz exactamente lo que yo te diga.
   Javier abre el libro. Se configura un aparato esférico, con una serie de controles en su interior y un asiento para dos pasajeros. Don Catrín y Javier ingresan a él. Se abrochan sus cinturones de seguridad. A Don Catrín le cuesta un poco de trabajo, pero con la ayuda de Javier entiende cómo y se lo abrocha correctamente. Javier desliza un dedo por una pantalla y aparecen unos hologramas. Don Catrín está asombrado viendo como Javier teclea unas cosas en el aire. Está asustado, pues los hologramas parecen fantasmas. Una nube negra los envuelve y al disiparse la niebla, se ve de nuevo el estudio de Jaime Schütz.
   –No chingues, estamos en el mismo lugar –Dijo Don Catrín.
   –Sí, pero no en la misma época. Adelantamos quince años. Mira el equipo de Jaime: aunque es medio pendejo para la tecnología, ya no está usando su vieja Mac, ahora tiene una Lap top Toshiba último modelo.
   –Aaah…
   Javier abre la Lap, la enciende. Le truena los dedos para que se encienda más rápido. La Lap de Jaime es más lenta que una tortuga reumática. De modo que Javier fuerza su apagado. Saca un juego de destornilladores de medidas pequeñas. Abre la caja de la Lap, le quita el disco duro original, y le pone dos nuevos. También le añade dos módulos de memoria ram, para expandírsela.
   –Si Javier es fifí de los que son como nobles, no entiendo cómo no le vacías sus tarjetas bancarias.
   –Eres muy ignorante en materia de tecnología moderna pero bien que sabes que se puede hacer eso hoy en día, ¿verdad cabrón?
   –Soy ignorante, pero no pendejo.
   –Bueno. Te lo diré. Soy un pillo pero con los amigos soy leal. Eso nunca se le hace a un amigo. Además, necesitamos que Javier sobreviva y mantenga su estatus social, de lo contrario, nos cargará la chingada a ti y a mí.
   Don Catrín se quedó perplejo. Pero empezaba a estimar a Javier, pues estaba convencido de que entre gitanos no se debían de leer la mano. Así que se calló y se limitó a observar cómo su amigo armaba de nuevo la Lap, la encendía y se ponía a teclear un montón de cosas. De cuando en cuando, aparecía una barra horizontal que se iba iluminando de otro color en la parte de en medio, siempre progresando de izquierda a derecha. De vez en cuando un pitido anunciaba que la operación había terminado y de inmediato Javier se ponía a hacer otra tarea. Esto aburrió mucho a Don Catrín, que tomó un cuaderno de Jaime, y tras leerlo un poco, se lo metió a la bolsa de la casaca.
   –¡Listo! ¡Vámonos! ¡Súbete a la máquina y abróchate el cinturón! ¡De prisa!
   Los amigos se subieron al artefacto, se abrocharon los cinturones. Javier desplegó de nuevo el holograma y dio varios pinchazos al aire. Una nube negra los cubrió, y cuando se disipó, vieron que en lugar del estudio de Jaime Schütz, estaba un paisaje a campo abierto, con una vegetación extraña y El Pico de Orizaba haciendo erupción, donde el apache Turok le disparaba unas flechas a un tiranosaurio, el cual se las arrancaba y se irritaba más. Turok corría desesperado, se tropezaba, el dinosaurio le tiraba una tarascada, pero Turok giraba, la esquivaba, volvía a correr y ya no tenía tiempo para dispararle más flechas al monstruo, quien le tiraba una tarascada y otra cada vez más cerca, hasta que el indio logró entrar a una caverna y logró esquivar la última mordida, la que estuvo a punto de cercenarle una pierna, pero la boca de entrada era más chica que la cabeza del animal, el cual, frustrado y con el hocico lleno de raspones, miró hacia otro lado y divisó hacia donde estaban Javier y Don Catrín.
   –¿Qué hiciste? –Dijo Javier, visiblemente enojado.
   –¡Nada!
   Antes de que Don Catrín pudiese reaccionar, Javier le sacó de la casaca la libreta de apuntes escrita por Jaime, donde estaba el bosquejo de un ensayo comparativo entre El dinosaurio de Augusto Monterroso y las aventuras del comic “Turok, el guerrero de Piedra”. Mientras el dinosaurio se acercaba a ellos corriendo como a cincuenta kilómetros por hora, Javier tecleaba algo en el aire. En la pantalla se desplegó el mensaje “Windows Problem Reporting has stopped working. A problem caused the program to stop working correctly. Windows will closed the program and notify you if a solutions is available.
   –Ahora sí vas a saber el significado exacto de «ya nos cargó la chingada» –Dijo Javier.
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martes, 26 de mayo de 2020

CRÓNICAS PANDÉMICAS. CAPÍTULO 19.

CRÓNICAS PANDÉMICAS.
CAPÍTULO 19

   Como somos unos personajes, no tuvimos que tocar la puerta ni entrar por ella. Simplemente salimos de nuestros respectivos escritos. Javier Berlanga tomó una taza, la llenó de café y la metió en una caja blanca, a la que le presionó unos botones, se le prendió una luz, mientras la taza giraba sobre un plato de cerámica. Al parecer era un horno. Los hornos de mi época eran muy diferentes, teníamos que calentarlos con carbón y toda la casa se llenaba de humo mientras alguien calentaba algo en la cocina. En un minuto su café estaba caliente, listo para ser tomado.
   –¿Quieres uno? –Dijo Javier.
   –Sí, por favor. No sé usar estos aparatos.
   –Es fácil, mira –Dijo, tras llenar mi taza y meterla a ese aparato.
   –¿Cómo se llama ese artefacto?
   –Es un horno de microondas. ¿Qué deduces de este aparato?
   Javier estaba junto al hornito, de pie. Tenía los brazos y las piernas cruzados y me miraba con una sonrisa burlona
   –Que el plato de cerámica no se ajusta bien al horno.
   –¡Muy bien, Don Catrín! ¿Qué más?
   –Que ese plato no es el original. Por otra parte, el horno tiene despostillada la pintura en la esquina superior derecha. Es indicio de que se le cayó a Jaime Schütz.
   –¡Excelente!
   –También creo que es probable que se le cayó porque dejó la puerta abierta, pasó por ahí y los ganchos de la puerta se le atoraron en una trabilla del pantalón. El horno hizo contacto con el suelo con la esquina superior.
   –¿Por qué?
   –Además de la falta de pintura, la lámina está abollada e incluso hay una separación entre la tapa y la parte de abajo.
   –¡Muy correcto!
   –El plato de cerámica no es original. A veces no gira y se inclina. Debió de haber uno con algunas patas para atorarse a esas como hélices que tiene en el centro ¿Qué tal soy para deducir?
   –Mejor de lo que me imaginé ¿Qué te dice de la personalidad de Javier?
   –Que es flojo. Y probablemente tiene un problema visual.
   –En efecto, le falta un ojo y por eso se enganchó al micro-horno. Pero no me has explicado el porqué de sus problemas visuales ni tampoco me has hablado de su adicción al café. ¿Qué te pareció su café?
   –Bastante bueno. No como los que dan en la Ciudad de México: saben a garbanzo quemado con canela.
   –¡Claro! El de Jaime es café de Huatusco, de los mejores del mundo. Esto revela que Javier, pese a que siempre anda discutiendo con los fifís para defender a AMLO, también es un fifí.
   –¿Los fifís son como los catrines de mi época?
   –Verás. Algunos sí y algunos no. Los hay quienes son verdaderamente millonarios.
   –Como los Condes del Valle de Orizaba.
   –Exacto. Pero hay otros que son como tú y yo.
   –Nobles venidos a menos por las contingencias de la vida.
   –Jaime es un adicto al café. No era muy bueno para jugar ajedrez, salvo cuando la apuesta era pagar el costo de una taza de café para el vencedor. ¡Ah! Tiene pastillas de algas espirulijas.
   –El frasco dice espirulinas.
   –¡Qué vueltas da la vida! En la novela que está escribiendo a mis costillas dice que yo duermo de día, colgado del techo y con la cabeza para abajo. Y que no necesito más alimento que un par de espirulijas, una cajetilla de cigarros y una taza de café negro. Ahora está tomando las espirulijas por que cree que así va a fortalecer su sistema inmunológico.
   –¿A qué le teme?
   –¿No lo sabes? Al coronavirus. Hay una pandemia.
   –¿Cómo la del siglo XIV?
   –En cierta manera sí, en cierta manera no. Ahora se está muriendo menos gente porque la ciencia ha avanzado. Pero sí, es muy contagiosa y también te puede matar.
   –A mí no y yo creo que a ti tampoco. Si Javier también es un personaje ¿A qué le teme? Nosotros no estamos vivos, por lo tanto tampoco podemos morir.
   –Esta falacia que has expuesto es muy buena; pero, dentro de la historia de ficción que protagonizamos, sí que podemos morir. Incluso la novela puede empezar con la escena de nuestro funeral. Por cierto que tú ya estás muerto.
   –¿Cómo? ¡Si orita estoy joven y con las dos piernas!
   –Porque yo arreglé tu historia. Me debes una caja de cervezas. Pero aún así te moriste en el siglo XIX. Mira, me metí a la computadora de Jaime desde mi celular. Le ganaste al marido celoso, conservaste las dos piernas.
   –¿Y la dama de la casa de los azulejos?
   En eso se escucharon unos pasos en el piso de arriba y el ruido de una tapa del retrete. Luego oímos cómo descendía un chorro de agua por un bajante, más pasos y el ruido de una puerta abriéndose.
   –¡Vámonos! –Dijo Javier–. ¡Métete a tu libro! ¡Si se da cuenta de mi transa va a dejar tu historia como la dejó Joaquín Fernández de Lizardi.
   La probabilidad de que la dama de la casa de los azulejos hubiese tenido algo que ver conmigo se esfumó por los aires. Parece que el narrador oficial de estas crónicas se aproxima. Es mejor que yo también me esfume.

   El trabajo de mi hijo Jaime y mi nuera Mei Ling se vio gravemente afectado con la pandemia. A mi hijo le permitieron hacer su trabajo en casa, pero le rebajaron $10000 pesos mensuales de sueldo. A Mei Ling de plano la forzaron a renunciar. Porque “si ella también trabajaba en casa, los demás iban a querer hacer lo mismo”. Como trabajaban en Veracruz, ella renunció y ambos se vinieron a vivir con nosotros. Esa empresa es china y vinieron varios chinos a administrarla. Algo negreros, al decir de mi hijo, pero, entre que el mexicano es agachón y que luego nuestros tribunales no hacen justicia, pues ni para meter las manos.
   Si mi nuera se hubiese esperado un poco más, la habría protegido un decreto de AMLO que prohibía que los patrones corrieran a sus empleados con motivo de la cuarentena. Además, los tribunales cerraron actividades. Mis amigos abogados apenas me compartieron un comunicado de la Judicatura Federal, en el que se dice que “la justicia no se detiene”, pero también se indica las fechas en que se irán reabriendo los tribunales. No se reincorporarán todas las materias y sólo se habla de tribunales del altiplano, no de Veracruz.
  Cada vez que ellos venían a visitarnos, o venían enfermos o nosotros acabábamos enfermos, tanto de las vías respiratorias como del aparato digestivo. Y enfermedades verdaderamente necias, que solamente se curaban con unos antibióticos bien fuertes. La que más sufrió fue mi hija Mariana, como ya dijo mi autor en el capítulo 15, capítulo rechazado por Facebook incluso en la revisión. Ahora que lo pienso, todos pudimos estar contagiados sin saberlo debido a esos chinos que iban y venían de esa empresa. La verdad, ojalá que así haya sido, porque entonces ya tendríamos “inmunidad de rebaño”. Quizá deberíamos hacernos un estudio para salir de dudas.
   El caso es que mi nuera no tuvo otra opción que renunciar y todavía hacer varios viajes a Veracruz, ya empezada la cuarentena, para recibir su finiquito. La que salió ganando es mi nietecita, quien ahora está “a toda madre”, en el sentido amplio de la palabra.
   La petición que mi autor hizo a change.org está creciendo muy despacio. La gente le teme a las represalias de Facebook, como si éste fuese la gran cosa para promoverse. Es imposible tener éxito con una campaña publicitaria realizada en esta red, porque para ellos es un pecado la autopromoción. Como si fuese algo malo anunciar lo que haces o vendes, y recibir una remuneración a cambio. Un robot, en la actualidad es muy bueno para ganar juegos de mesa. Pero para crear está imposibilitado y también para enteneder la literatura o el lenguaje. Por eso a Ramiro Wallace lo bloqueron por "racista", cuando, en realidad, estaba defendiendo los derechos de las mujeres de piel morena. Lo más que puede hacer un robot son imitaciones más o menos creíbles de artistas consagrados. La explicación más fácil te la daría Ezequiel Matías: los robots no tienen alma. Y tal vez sean un invento del diablo.
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