CRÓNICAS PANDÉMICAS.
CAPÍTULO 17.
Veracruz ya está en
el quinto lugar nacional de contagiados por el coronavirus. Al parecer, ocho
empleados de nuestra Plaza Cristal ya dieron positivo al maldito virus. El
Puerto de Veracruz es el que más casos tiene. Xalapa todavía se mantiene en
cuarenta. No faltan los memes y el humor del mexicano: hay uno que tiene a López
Gatell, el Subsecretario de Salud, diciendo que ya casi llegamos al pico. Pero
no se trata del pico de la gráfica, sino del pico del zopilote. Para los
extranjeros, ya casi llegamos al pico del buitre. En Sudamérica, al del cóndor.
Me he retrasado a causa
de un disgusto con los Torquemada del féisbuc. Algo tendré que hacer para
aplacarlos. Tal vez si como imagen pongo un fondo morado con una especie de
rayo amarillo, pero seguro que tienen una norma para ser violada por esta
estrategia, aunque no es mi objetivo. Mi objetivo es criticar su rigorismo absurdo
y liberticida, pues los de féisbuc no quieren que los anuncios tengan el 20
por ciento de texto ¿Qué les importa? Es problema del anunciante que va a pagar
¿O no? ¡Ah!, pero si usa uno imágenes y aparece la secuencia evolutiva que
vivió la especie humana desde un simio hasta el hombre de Cromagnon, ya te
andan cerrando la cuenta porque estás publicando juguetes sexuales ¿Qué tienen
en la cabeza? Entonces, si en vez de subir seres humanos, quieres publicar
imágenes con virus y cadenas de ARN y ADN de nuevo violas sus políticas
comunitarias (según ellos, pues si las revisas bien, realmente eso no está prohibido) porque
estas "metiendo imágenes confusas con el objetivo de evadir sus políticas
represoras". (¡¡¿¿??!!) Es como en Salem, 1694: si te acusaban de practicar la brujería, ya
estabas ardiendo en la hoguera: no había prueba que te pudiese salvar. Si tu
abogado defensor estaba echando por tierra las acusaciones y sus falsas
pruebas, entonces el acusador decía “¿Lo ven? El diablo está aconsejando a su
abogado, por eso nos está ganando.” Y vas para la hoguera, a ser quemado
(quemada en caso de las mujeres) con leña verde, para que te ardan más los
ojos.
Las normas
comunitarias de Facebook están diseñadas para dejarte en estado de indefensión e
impedir al máximo que tú ejerzas tu libertad de expresión o la libertad de
publicar tus ideas. El problema es que las redes sociales acabaron con los
medios publicitarios tradicionales y ahora, para anunciar lo que vendes, tienes
que contratarlos. Porque el que no anuncia no vende, aquí y en China, aunque el
servicio de féisbuc sea pésimo. Realmente, no sé cómo féisbuc puede sobrevivir
con tanto maltrato a su clientela. Otro tipo de negocio ya habría tronado como sapo
inflado, porque su servicio es un servicio traicionero.
También es que a
veces el cuerpo y la mente piden descanso. Ya se me acabó la tinta del tóner y
ni para ir a comprar otro o reciclar los que tengo. No quiero salir ni a la
tienda. Escucho el concierto para piano y orquesta en re menor de Mozart, ahora
en versión de Martha Arguerich. Es más acelerada que la de Uchida. La guadaña
que me imagino se mueve al son de la pianista sudamericana: más rápido.
La tonalidad de re
menor, según algunos musicólogos, tiene un significado psicológico muy preciso
en Mozart, no así en otros compositores: es la tonalidad del dolor ocasionado
por fuerzas sobrehumanas: la muerte, el más allá. Ponen de ejemplo que tanto la
Misa del funeral masónico como su Réquiem están escritos en esta tonalidad.
Cuando en su ópera se le aparece el fantasma del Comendador a Don Juan, también. Es una
tonalidad oscura, descarnada, pero llena de energía estática y de alta tensión,
con algunas llamaradas anaranjadas de cuando en cuando o un relámpago seguido
de un trueno.
Mi nuera china golpea lo que
quedó de una piñata mientras mi nieta juega cerca de la puerta del garaje. Esa
piñata la tenemos colgada desde mediados de febrero y fue para el tercer
onomástico de mi nieta. Como se trata de un personaje de caricatura muy querido
por mi nieta, la conservamos. También porque ahora las hacen de tal manera que
no se descuartizan con los golpes y su figura está bastante bien conservada. No
sé si está haciendo ejercicio o descargando algún coraje reprimido. Todos me
dicen que ella es encantadora, que es muy polite.
Mi esposa también, pero añade que es farol de la calle y oscuridad de la casa.
Las mujeres son iguales aquí y en China. Cuando mi hijo escuchaba las canciones
de Óscar Chávez (QEPD) en su adolescencia nunca se imaginó que la canción de la
nuera y la suegra se le iba a hacer una realidad. Dice la canción:
(Suegra) Mi hijo se casó, ya
tiene mujer, mañana veremos lo que sabe hacer. Levántate mi alma, como es de
costumbre, lavar tu brasero y poner la lumbre.
(Nuera) Yo no me casé para
trabajar, si en mi casa tengo criados que mandar.
(Suegra) Demonio de nuera, ¿Pos qué sabe hacer? Coja Usted la
escoba, póngase a barrer.
(Nuera) Demonio de vieja ¿Porqué
me regaña? El diablo se pare en sus sucias marañas…
No transcribo aquí toda la
canción recopilada por Óscar Chávez, víctima reciente del coronavirus, porque
para muestra basta un botón. Ella piensa que sabe hacer muchas cosas y lo que
no puede resolver con la mente, lo resuelve consultando su celular marca
Huawei. Como aquella vez en que andábamos por el metro viaducto buscando un
restaurante chino con comida para chinos verdaderos. Era en el número 39. En la
dirección que su celular marcaba, la numeración crecía con números mayores al
39: 103, 105, 107. Era evidente que nos alejábamos de nuestro destino. Pero
ella insistía en que íbamos en la dirección correcta. Yo le dije, como buen boomer que soy: la tecnología es
traicionera. Ya me ha pasado que el celular confunde el sur con el norte y en
vez de acercarme me aleja. Equivoca no se
mi chino celulal es. Pero accedió amablemente a seguir mis indicaciones,
pues ella siempre es muy polite.
Cruzamos la Calzada de Tlalpan por un túnel peatonal y tomamos rumbo a la
dirección que yo decía. Con orgullo veía yo que la numeración iba descendiendo:
91, 89, 87, en tanto que el Huawei decía que cada vez nos alejábamos más. ¡Ja!
Un triunfo del hombre primitivo sobre la tecnología. Después de quince minutos
de caminar, la numeración continuó 45, 43, 41 y 2. Típico de la República
Mexicana. ¿Dónde está el restaurante? Oiga, ¿No sabe dónde está el número 39?
Nooo, pos no. ¿Un restaurante de
comida china? No joven (con típico acento chilango), por aquí no hay
restaurantes de ninguna clase. Los de chinos están para allá, del otro lado de
la Calzada de Tlalpan. Me rendí.
Para tomar el taxi de
regreso, invertimos otros quince minutos, y cuando estábamos cerca, el celular
marcaba la proximidad, pero ni el taxi ni nosotros acertábamos con el lugar.
Para no gastar más dinero, nos bajamos y caminamos un poco. Había dos
restaurantes chinos, pero uno tenía comida para turistas. Éste no es. Entramos
al que sí. Nijao (hola), dijo mi
nuera. Los chinos abrieron los ojos y contestaron Nijao. Mi nuera se soltó hablando cosas ininteligibles, salvo
cuando decía xie xié (gracias) y nos
sentamos a esperar nuestros guisados. Sí era comida para chinos, diferente a la
que nos sirven en los bufetes para turistas. Quizá no era tan diferente a un
chilatole de jaiba pero con ingredientes chinos: jengibre, sabores agridulces.
Me tuve que armar de algo de valor para comerlo. Su salsa picaba como el culo
del diablo, mucho más que cualquier salsa de chile habanero. Comida mexicana no pical, me dijo mi
nuera. Al día siguiente me dio una diarrea que me duró una semana. Pero nada
que no se pudiese combatir con antibióticos mexicanos.
En otra ocasión fui de
compras a Costco y me pareció muy buena idea comprar una bolsa de wontons y me preguntó por su costo.
Doscientos noventa y cinco pesos con cincuenta centavos ¡Es carísimo! Yo lo
puedo hacer. Y, en efecto, con harina común y corriente, carne molida, jengibre
y no sé que más, hizo las deliciosas empanadas chinas. Pobrecita, cuando llegó
a Xalapa hizo unos pastelillos que ella denominó Moon cakes, que según ella los dan en China en los restaurantes de
lujo. Son unos mini bisquets hechos con aceite de coco, mantequilla y queso
parmesano. Deliciosos y llenadores. Pero caros y chiquitos. Para recuperar el
costo de producción tenia que venderlos a veinte pesos la pieza. Y, no es por
ofender, pero el público xalapeño es excesivamente tacaño. Por un bísquet
Obregón, que es de mayor tamaño y menor calidad, sufre cuando tiene que pagar
quince pesos.
En nuestra familia se
respetan los derechos de la mujer y nos repartimos más o menos equitativamente
los quehaceres domésticos, sin que esto signifique que yo sea un mandilón. Lo
hago por respeto a los derechos de la mujer. Pero, cuando me toca lavar los
trastes que empleé en el desayuno, mi nuera se me adelanta a lavar los suyos. Y
me tengo que esperar hasta que ella acabe para yo lavar los míos. Lo hace para
que vea yo que sí es acomedida. Pero cuando es mi mujer la que desayuna
primero, mi nuera no lava nada, para poder tener una guerra entre mujeres, una
guerra de poderes y para que mi hijo no olvide la canción de Óscar Chávez.
La verdad es que cuando mi
hijo me dijo: me voy a casar con una china, yo dije: ya me rayé, a mí me
encanta la comida china. Pero no es lo mismo la comida china para chinos que el
bufete oriental para turistas. Usted lo puede comprobar: cuando vaya a un sitio
de estos observe los platillos y las bebidas con cuidado y verá que hay cosas
como que no son muy chinas, empezando por el refresco de coca cola. En descargo
de los chinos diré que es culpa de nosotros los mexicanos, por nacos y tacaños:
cuando nos ofrecen la carta, los auténticos platillos orientales cuestan de
doscientos pesos para arriba y nos vamos con el paquete de setenta pesos. No.
No dan guisados de murciélago, serpiente o pangolín.
La última vez que fuimos a la
Ciudad de México, quizá ya en época de coronavirus, porque estaba próxima la
Navidad del año pasado, nos fuimos a uno de los restaurantes del barrio chino
cercanos a la Alameda Central. El lugar se veía muy limpio, con predominio de
colores rojos y motivos orientales por todas partes. Los meseros y todo el
personal tenían los ojos rasgados. Claro que la mesera era morena y parecía que era de
Xico, Veracruz; pero, al fin, tenía los ojos rasgados. Podría ser una nieta de
los dueños originales, quienes sí se veían auténticos, aunque apenas si se
podían mover, a causa de la tortícolis y de la edad. Pensé que nos los habíamos ganado con
el saludo nijao y el speech de mi nuera ¿Y tú de donde sel? De Changan. Nosotlos de Hong Kong. Bueno, nada que
ver, pero de todas maneras se ve auténtico el lugar.
No medimos las proporciones:
nos dieron más comida de la que podíamos engullir en ese momento. Pero uno de
los platos estrella estaba completamente insípido. Mi nuera estaba
verdaderamente enojada. Yo estaba haciendo un esfuerzo para acabarme siquiera
uno de los guisados, cuando mi nuera gritó y mi mujer la secundó: de uno de los
guisados salió una enorme cucaracha. ¡No vuelvo a comer comida china en México!
Dijo mi nuera, furiosa.
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