CAPÍTULO 12.
Ya se empieza a
hablar del “retorno a la nueva normalidad”, como dijo Darío Celis en El Financiero de ayer, pero alguien
le hace notar que si es nueva, no es normalidad. El presidente AMLO habla de un
ensayo que acaba de compartir, “La nueva política económica en tiempos del
coronavirus”, en el que dijo que “ante la decadencia, la crisis, el derrumbe
del modelo neoliberal en el mundo no se puede repetir que no hay de otra…” y
sostiene que se debe abandonar la medición del PIB (que desde antes de la
pandemia apuntaba para muy mala situación en México a fines del 2020) sino en
un modelo de crecimiento que tiene que ir “acompañado de la democracia, tiene
que ir acompañado de la justicia, la honestidad, la austeridad y el bienestar…
Si hay más dinero hay más apoyos abajo, si se dispersan recursos en la base se
fortalece la capacidad de consumo de la gente y así se mejora la industria y el
comercio, y se favorece a los sectores de más ingresos…” Ahí está fifís ¿Qué
más quieren?
El próximo 1 de junio
va a entrar en vigor el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá, o sea,
el TMEC. Es posible que sí cambien para bien las cosas, al menos por un buen
rato. La mantis religiosa se come al avispón asesino. Lo importante es que haya
suficientes mantis religiosas antes de que el avispón acabe con las abejas y
con nosotros.
¿El modelo neoliberal
en crisis? Veamos, hacia el año 2002 ya el Premio Nobel de economía Hugo
Stiglitz hablaba de El malestar en la
globalización. El título lo dice todo, pues, aunque la globalización tiene un
lado amable, provoca malestar, y dado su carácter mundial, es un malestar
generalizado en todos los países del orbe ¿Por qué? Porque destruye comunidades
y reparte de manera inequitativa la riqueza: el 99 por ciento de la riqueza para
el 1 por ciento de la población. Salió
peor que el modelo tecnócrata de los ochentas, conocido como el modelo
ochenta-veinte: el ochenta por ciento de la riqueza para el veinte por ciento
de la población. Éste, a su vez, era un poco mejor que el modelo de Porfirio
Díaz (que condujo a la Revolución Mexicana de 1917): el 85% de la riqueza para
el 15% de la población.
Según Stiglitz, la
globalización empezó con una promesa de las instituciones globales que se
transformó en promesas rotas, donde la receta generalizada era: privatización
de la cosa publica, liberalización de mercados, economía de la filtración. Su
resultado: las políticas del FMI llevaron al mundo al borde de un colapso
global, gracias a la crisis del Este Asiático. En otro libro, El precio de la desigualdad, nos informa
que los países que desobedecieron los dictados del FMI salieron del bache (con
excepción de la India, al único país que le funcionaron). Entre estos estaba
Corea del Sur y ¡China! Pero no sólo Stiglitz hablaba mal del sistema que nos
gobernó en las últimas tres décadas: Thomas Piketty en su obra El capital en el siglo XXI y Mark
Weisbrot en Fracaso, lo que los
«expertos» no entendieron de la economía global también explican que el
centro del debate de la economía moderna debe ser el tema de la desigualdad y
que el asalto neoliberal orquestado contra la gente tiene efectos perniciosos y
se da en todas partes. Cito estos libros para que Ezequiel Matías no me salga
con que el Premio Nobel de Economía Jaime Schütz Legarreta habla de lo que no sabe para defender al ganso.
Pues ¡Qué bueno que
ya están pensando en reanudar actividades, porque ya estoy oyendo pasos en la
azotea a causa del hastío que me genera el encierro! Siento que algún
multibillonario quiere cambiar hasta mi manera de ir al baño ¡Qué le importa!
¡Eso es un asunto privado! Me siento como una gallina enjaulada destinada a ser
el ingrediente principal de un producto ofrecido por KFC. Ya hasta olvidé el
asunto del diario de mi amigo Marco Antonio Pastrana. Hay una entrada del 6 de
diciembre de 2015 que me llamó la atención:
«Ya empezaron las
peregrinaciones en Xalapa y aún no termina la temporada de manifestaciones. La
Ley Federal del Trabajo marca el 21 de diciembre como última fecha para pagar
el sueldo de diciembre, el aguinaldo y otras prestaciones.»
Pasando esa fecha es
probable que mi amigo ya no haya registrado más movimientos sociales. Sigo
leyendo:
«Copio una serie de
artículos periodísticos… “crece empleo en el país… pero mal pagado. Se
extinguen, en diez años, 700 mil trabajos con sueldos mayores a 5 salarios
mínimos…”, “En los 25 años que llevamos con esta política, la situación del
empleo no mejora en ter…»
No terminé de
transcribir porque mi hija me pide de favor que la lleve a Superama, porque desde hace tres días hizo una compra por $1700 y
no se la han traído. Les llama por teléfono para reclamarles y ya ni siquiera
le contestan.
–¿Estás loca? Hoy es
fin de semana y casi es quincena. ¡Va a estar lleno de gente!
–¡Pues sí! Son unos
hijos de puta, porque con eso vamos a comer para el fin de mes.
Tuve que llevarla,
enmascarados: cubre bocas, más las caretas que hizo mi amiga abogada
desempleada. Es la única ayuda que nos pudo ofrecer un abogado en estos
tiempos, porque los tribunales también están en cuarentena. Me quedé en el
coche. Pero, como no llegaba, me metí al almacén para ver qué pasaba.
–Que no fue culpa de
ellos. Que fue BANAMEX el que se clavó la lana. Porque a ellos no les llegó
nada pero a mí sí me aplicaron el descuento.
Ya encarrerados,
compramos algunos alimentos para sobrevivir al fin de mes. Como Superama está orientado a un público
fifí, no encontré chiles xalapeños ni crudos ni en vinagre. Pero, lo que más me
dolió, es que en lugar de su hermosa cava, había una horrible farmacia. Y en el
único pasillo donde había licores, habían unas cintas que prohibían el acceso al
lugar y la leyenda con la que pedían disculpas, a causa de las disposiciones de
la Secretaría de Salud: "prohibida la venta de bebidas alcohólicas". Si supieran
que el tequila blanco baja los triglicéridos, el vino tinto el colesterol malo
y la cerveza la hipertensión. A cambio encontré otros alimentos: huitlacoches
enlatados, un paquete con sopes listo para ser pasado por aceite hirviendo y
ponerle los huitlacoches encima. Mi hija encontró salmón y yo hamburguesas con
tocino. Pero nos salió algo caro el chistecito. Había bastante gente. Por ahí
pasó uno con una careta igual que la mía. “Se la vendió mi amiga” Él tipo volteó
a mirarme y debe haber pensado lo mismo. Pero no nos conocemos y seguimos
nuestro camino.
Regresamos a la
casa, nerviosos. Por culpa del banco tuvimos que salir justo ahora. La verdad
es que yo no noto la diferencia: la tosecilla que tengo, la tengo desde febrero
y cada año me da, a más tardar en marzo, y se va con la primavera. No tengo
fiebre, aunque estoy sudando. Mejor me voy a checar la temperatura.
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Los envíos están mal en todas las tiendas. De pronto no te envían nada
ResponderEliminarPero se quedan con el dinero que les pagas por adelantado. No tiene nada de extraño que este capítulo esté bajo una censura velada en Facebook.
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