¡Muchas felicidades a las mamás de todo el
mundo! ¡Felicidades Mami! ¡Felicidades amada esposa! ¡Felicidades adorable
nuera china! ¡Felicidades queridas cuñadas y sobrinas mamis y felicidades a
todas mis amigas mamis! Hasta esto nos afectó el maldito coronavirus: no
podremos llevarlas a pasear, no podrán comer el día de hoy en un restaurante.
Tendré que hacerle de chef bajo su cuenta y riesgo. Pese a que mi padre era muy
buen cocinero, yo sólo aprendí a hacer un guisado.
Mi hijo menor está enfermo de una diarrea cuata. No tiene fiebres, ni la garganta
reseca, pero ya se está quedando sin estómago, porque desde hace ocho días
tiene la enfermedad. Ha tomado Pepto-Bismol, Kaopectate, Eskapar Forte, Metronidazol
y nada. De modo que él no podrá participar en el banquete.
¿Se morirá? Confío en que no. A mí también
me han dado ese tipo de diarreas y sé que al tercer día de tomar Ciprofloxacino
remiten, como por arte de magia, pero hacen creer que no van a ceder. No es coronavirus
¿O sí? Dice Ernesto Prieto Gratacós, un Youtuber
al parecer muy serio, que se puede enfrentar al coronavirus fortaleciendo el
propio sistema inmunológico consumiendo vitaminas, en especial la vitamina C,
pero en cantidades 10 veces superiores a las que se ingieren por la vía
natural.
https://www.youtube.com/watch?v=aRsG3B7X9pY
https://www.youtube.com/watch?v=aRsG3B7X9pY
También hace notar en otro video que la
técnica de la cuarentena, que viene de la época de la peste bubónica de la Edad
Media, tiene algunos inconvenientes: contribuye a paralizar el crecimiento del
Producto Interno Bruto (PIB) de los países sometidos a ella y señala que hay
una relación directa entre la contracción del PIB y el incremento de muertes: a
mayor contracción, mayor número de muertes. No hay que ser un Premio Nobel de
Economía para entenderlo: se contrae la economía, alguien pierde su empleo.
Esta persona deja de comprar ciertos artículos. Si no recupera su empleo, los
artículos que ya no compra dejan de estar en el stock de algún comercio, quien
dejará a su vez de comprarlos, con lo cual alguien más perderá su empleo en
algún lugar, y éste, a su vez, dejará de comprar una serie de otros artículos y
el desempleo irá creciendo como una bola de nieve.
Revisaba la entrada del día 15 de febrero
de mi diario personal donde escribí lo que voy a transcribir a continuación,
porque yo si soy sensible a las contracciones del PIB y su efecto sobre la
gente:
«En la mañana di las clases de música en Epifanía correspondientes al proyecto
apoyado por la SECVER. Tras de comer en casa y tomarme una siesta interrumpida
por mi nuera china, mi hija y mi esposa, salí a comprar cosas para la fiesta de
mi nieta y trasladar unas sillas de la academia a la casa, pues vamos a tener
bastantes invitados. Luego tuve que limpiar el garaje.»
«El camión de basura se llevó cerca de trece
años o más de basura: el bastidor de la versión del año 2008 de mi ópera Con sabor a trópico que confeccionó un
cuate muy parecido al Androcax, aunque según mi esposa, no es cierto y lo que
pasa es que soy muy mal fisonomista: el escenógrafo se parece a Camile
Saint-Saëns con todo y barba, en tanto que el Androcax es mucho más indígena.»
«Además de los bastidores, el camión de la
basura se llevó como veinte toners vacíos, revistas, carteles, papel periódico et caetera. Lo único que no se llevaron
fue el marco de un cuadro donde teníamos una litografía con La clase de danza (1873) de Degas, como
si las tres piezas que quedaban todavía tuviesen un valor. En vez de
llevárselas, las desmontaron y me las dejaron.»
Cuando la contracción sea pandémica y
duradera, habrá gente que morirá de hambre o de depresión. Otros se suicidarán.
Algunos, más valientes, saldrán a cometer atracos hasta que un día una víctima
o un policía los enfrente. Alguien disparará un arma y alguien morirá: la
víctima, el ladrón, el policía o varios de ellos. Me parece muy claro y muy
lógico. No es un engaño del Nuevo Orden Mundial que quiere hacernos creer que
La Tierra es redonda, sabiendo que es plana.
«Me lavé las manos y me dispuse a cenar.
Para variar había queso pero no tortillas.»
Como esto sucede a menudo y con la
cuarentena no debo salir a la tienda a cada rato, ahora compro dos kilos de
queso de hebra y cuatro paquetes de tortillas Pinocho, que no saben tan mal, pero no se comparan con las de la
viejita que las hacía a mano y tuvo que dejar de traerlas, a petición de mi
esposa. Fue por protección mutua: los mayores de sesenta estamos más expuestos
al virus. Yo pienso que la viejita vive al día ¿Cómo le va a hacer ahora que no
le vamos a comprar en mucho tiempo? ¿La volveremos a ver? ¿Es otro cambio en
nuestras vidas impuesto por el Nuevo Orden Mundial? ¡Qué injusto es todo esto!
Si fuese verdad ¿Con qué derecho nos hacen esto?
«De modo que salí a comprar unas tortillas
de harina a una tienda de conveniencia, porque la de Doña Hortensia ya estaba
cerrada. Como es mi costumbre, para evitar el regreso en automóvil por calles
lejanas, me estacioné donde hay una glorietita y enfrente un jardín de niños.
Saliendo de la esquina apareció Androcax.»
Si quieren saber más de él chequen este
cuento:
https://ecdajedrez.blogspot.com/2019/06/androcax-cuento.html
https://ecdajedrez.blogspot.com/2019/06/androcax-cuento.html
«Traía una corona de flores igualita a la de
las representaciones del dios Dyonisios. Pero venía vestido con prendas que en
otro tiempo fueron de oficinista; al menos la corbata y el pantalón. Traía la
corbata entre anudada y desanudada, como cuando un burócrata ha terminado la
jornada diaria, y tras checar tarjeta, se afloja el nudo. Me pidió un donativo.
Se lo di. Me empezó a hacer unas ceremonias de agradecimiento y me recomendó
tres lecturas, creo que una era de un tal Larrañaga y la otra de William
Santiago. La otra no recuerdo. Se deshizo en parabienes y yo no hallaba la
manera de zafarme para ir a comprar mis tortillas, de modo que lo corté
tajantemente, pero con amabilidad.»
«En la tienda, tras una búsqueda infructuosa,
debida a mis enfermedades virales, digo, visuales, pedí ayuda para encontrar
las tortillas. No había tortillas vaqueras pero sí de harina.. Compré un
paquete de 22, considerando que tengo como invitados a mi hijo menor y a mi
nuera china. Sueño. Me caigo de sueño. Son las 23.46 horas.»
«El caso es que al regresar ahí estaba el
Androcax. De noche, el lugar es oscuro. Salió por detrás de una cabina
telefónica, comiendo una tostada. Me invitó, yo decliné, no sólo por precaución
sino por no quitarle el poco alimento que se había ganado. A lo mejor lo compró
con el donativo que le di hace rato y me invitaba en señal de agradecimiento. O
a lo mejor no y traía una droga para apendejarme y asaltarme a su antojo.»
«Se soltó haciendo una oración: “Hare
Krishna, Hare Krishna, Hare Hare Krishna dientes de sable, Hare Krishna…”, y luego hablaba en un idioma que parecía
chino. Yo, siempre midiéndolo, por si me quiere asaltar. Nada de eso, puro Hare
Krishna, Hare Krishna…»
«Mis emociones: si el tipo pretendía
asaltarme, yo me sentía con la fortaleza para rechazarlo. Soy más alto y tengo
los brazos largos. Por otra parte él no se ve amenazador: habla de
espiritualidad y de Hare-Krishna, pues lo que rezó en esa lengua que parece
chino con frases castellanas intercaladas –dientes de sable– según él es
sánscrito.»
Sin embargo, los comentarios de Androcax
siempre suenan a reproche y por eso meten miedo:
–Tú tienes un chingo de dinero; en cambio,
yo casi nada.
–No te preocupes, que yo te coopero.
Debí decirle: “no tanto como tú crees ni
tanto como yo quisiera. Mira mi coche. Porque mi automóvil es un Dodge Dart
1977 verde que tenía un toldo de color crema imitación cuero que se le ha caído
y ahora sólo es un conjunto de manchas de óxido. Lo conservo porque ya es un
clásico.
«Cambiando de tema, cuando pienso que mi
coche está muy jodido, me subo a la camioneta del de los “fletecitos” y se me
pasa. Ni siquiera tiene luces en los faros delanteros, razón por la que lo
amonestó un agente de tránsito.»
–Cierre la puerta con la cinta– Me dijo el
de los fletecitos.
–¿Con cual cinta?–. Yo buscaba en vano una
manivela para cerrar la puerta.
–Con ésta–, y me señaló un pedazo de trapo
mugroso amarrado a un fierro de la puerta izquierda.
«Contraté al de los fletecitos para llevarle
a Isaac Johnson la escenografía que me sobró de Con sabor a trópico versión 2015. Acción que completé tirando a la
basura el coche bastidor de la versión de 2008, más otros trece años de basura.
El trece es de mala suerte, pero si lo sabes controlar, puede operar a tu
favor. Es como la Ley Murphy; en este caso, la que cumplió trece años fue la
basura y la mala suerte fue para ella ¡Se fue, se fue!, dice la canción.
El coronavirus y las infodemias conforman
todo un sistema de universos paralelos. En principio los virus y la mercadotecnia
se mueven en universos distintos, pero en la actualidad estos fenómenos se
confunden y se retroalimentan: las malas noticias venden. Qué más da para los
medios de comunicación que el virus mate o no a millones de personas: basta con
que tenga el potencial para hacerlo y que las medidas para combatirlo provoquen
otros desastres, para que la noticia se venda como pan caliente. Esto, en adición
a que también pueden ser capital político para tal o cual partido y así
conseguir patrocinadores.
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