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domingo, 26 de febrero de 2017

La cultura, oasis en el desierto de la descomposición social.

Si bien el término "descomposición social"  lo leí por primera vez en un escrito de Carlos Salinas de Gortari, sin duda es un término que describe en dos palabras lo que está pasando en México, independientemente de las intenciones del emisor de aquel concepto; por otra parte, quien es culto tiene bastantes probabilidades de sobrevivir a esa descomposición, sobre todo si tiene una cultura diversificada que le haya desarrollado inteligencias múltiples (siempre que éstas no entren en conflicto entre sí). También tiene mayores probabilidades de relajarse y entretenerse de maneras no violentas o autodestructivas. O de saber a qué llevan las pasiones desmedidas, pasiones que se pueden resumir en los siete pecados capitales de la Edad Media cristiana. O en los tres tipos de neuróticos que describió la psicoanalista Karen Horney, donde destaca el del que es agresivo y lucha enfermizamente por el poder.

Las tragedias griegas están llenas de episodios de poderosos que se dejan llevar por sus pasiones y ambiciones, bañando de sangre todo el camino y muriendo ellos mismos o sus seres queridos de manera trágica. En las de Shakespeare hay otro tanto. La cultura nos puede ayudar a saberlo, comprenderlo y prevenirlo. ¿Qué ha sucedido en México en las últimas décadas? Que cada vez se escatiman más recursos para la cultura. El arte no es toda la cultura, pero el arte es cultura. El arte no sólo son las artes plásticas, también lo son la música, la danza y la literatura. El teatro no es toda la literatura, pero el teatro es literatura.
¿A qué voy con todo esto? Hoy, por la mañana, me topé con un periódico viejo.  Era la sección de cultura del Diario Az, del día martes 31 de enero del presente año. Y me topé con tres artículos, dos referentes a la recuperación de espacios escénicos por parte del H. Ayuntamiento de Xalapa, presidido por Américo Zúñiga Martínez y otro escrito por mi amigo Juan José Barrientos, quien se quejó de la tendencia a racionar premios literarios.
Es bueno que Juan José ponga el dedo en la llaga, pues lo que le ocurre a los literatos, también le ocurre a los músicos, a los bailarines, a los compositores, a los cantantes y hasta los soneros: existe la tendencia cada vez más marcada a limitar el número de veces en que un artista puede ganar un premio. Aunado ésto a que los montos no sólo no crecen desde la década pasada, sino que disminuyen, queda claro que las nuevas políticas culturales se encaminan más bien a exterminar a los artistas que a apoyarlos. No debería haber un límite a las veces que un artista puede ganar un premio; o, en su caso, debería haber más premios sin que esto implicase cambiar de estilo o género. Me explico: el premio nobel se gana una vez, pero es tal el prestigio y la cantidad de dinero que se gana que le resuelve económicamente la vida al ganador. En cambio, un Estímulo para creadores del IVEC tal y como se otorgaron en la administración de Javier Duarte de Ochoa, es de quince mil pesos al año y sólo se puede ganar tres veces, dejando pasar un lapso de tiempo entre el premio obtenido y el derecho a concursar por otro.
Afortunadamente, no todos los políticos priístas son como Javier Duarte. Lo que voy a escribir, lo voy a escribir sin tintes partidistas; pues, como se sabe, desde hace muchos años desconfío del PRI. Al propio Américo, cuando estaba en campaña, le hice un flaco favor escribiendo en este blog a favor de "El candigato".
El hecho es que en la administración de Américo Zúñiga se rescató y rehabilitó un teatrito que estaba lamentablemente desperdiciado por décadas: el IMAC. En ese Teatro, el Taller Coreográfico de la Facultad de Danza presentó una atractiva coreografía colectiva que se llamó La Arbolaria, con música de su servidor. Si no fué lo último que se presentó ahí, al menos fue una de las últimas obras que se representaron en ese recinto tras una inundación de aguas negras que lo inhabilitó por décadas. Una vez reparado el daño, el sitio fue ocupado por oficinas burocráticas, ajenas a su fin original.
En el teatro J.J. Herrera, antes llamado Teatro Lerdo, aparte de acudir a divertidas comedias de enredos de cama que eran muy populares mientras este teatro lo administraba Juan Jesús Herrera, yo hice mis pininos como gestor cultural presentando un recital de música contemporánea. Recibí valiosos consejos de Juan Herrera, que me sirvieron por décadas para gestionar y promover varios tipos de eventos artísticos: recitales de música contemporánea, el Primer Foro de Danza Contemporánea de Xalapa, los festivales artístico-filantrópicos "Quiero ayudar a los ancianos", las temporadas del grupo Katarsis, Dánza de Cámara "Imaginerias" y "Vivencias", la presentación de una versión del Stabat Mater de Pergolessi e incluso los avances, estreno y reestreno de mi ópera Tropical.
La tónica de estos eventos era siempre luchar contra la escasez de recursos, contra la competencia que nos hacían las "discos", los "antros" y demás sitios que atraían a los jóvenes a ingerir bebidas alcohólicas y otras sustancias en lugar de asistir a nuestros eventos. Era una lucha desigual, pues la publicidad se mueve con dinero y el dinero estaba del lado de la competencia. De nuestro lado estaba la falta de dinero y las trabas burocráticas. Nos hicieron morder el polvo una y otra vez, pero la descomposición social del estado de Veracruz de hoy es galopante. ¿Eso es lo que querían?
Lo menos que puedo decir es que Juan José Barrientos, por esta vez, tiene razón: no se deben de escatimar los premios en una tierra de vacas flacas; y, por otra parte, en materia de cultura Américo Zúñiga está realizando obras que son dignas de elogio. En su administración se recuperó el IMAC para el arte y la cultura y próximamente se abrirá al público un teatro J.J. Herrera renovado. En hora buena. Aleluya.

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