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miércoles, 7 de junio de 2023

El legado inmortal de Enrique Hidalgo: Únete al Torneo en su honor y deja huella en el ajedrez

En los tristes anales de nuestra existencia, una dolorosa noticia se alza con el ímpetu de un trueno en el horizonte. Nuestro entrañable amigo, Enrique Alonso Hidalgo Mendoza, fiel compañero de innumerables batallas ajedrecísticas, fue arrebatado de nuestras vidas en el fatídico amanecer del pasado lunes 5 de junio, a las ocho horas y treinta minutos, víctima de un desdichado accidente automovilístico. La desgracia tuvo lugar en la peligrosa curva El Alcanfor, ubicada en la carretera que serpentea desde Las Trancas hasta el Paso Ladrillo. Una sombra se cierne sobre mi alma al tener que plasmar estas líneas en este humilde blog: yo ya no quería escribir aquí y menos para comunicar la muerte de un amigo o de un ser querido. Por eso le quedé a deber la nota a mi señor padre, fallecido a inicios de la pandemia del COVID-19 o a mi primo Pepe Christen, cuyo deceso ocurrió hace unos días. Sin embargo, la muerte no cesa su labor, aunque uno decida ignorarla. Al Master Hidalgo, como solíamos llamarle en tono jocoso, tuve el privilegio de conocerle en la penumbra de la década de los 80 del siglo pasado. Quizá en los primeros encuentros fui yo quien se impuso en los tableros, aunque en nuestra charla del pasado 31 de mayo, él negó rotundamente tal situación. No obstante, mi memoria atesora la ocasión en que logró igualarme en una partida, y desde entonces, nunca más logré vencerle. Su destreza brillaba especialmente en las partidas relámpago. A mí me apasionaba cambiar piezas para precipitarnos hacia un final vertiginoso, pero con el Master Hidalgo eso era una empresa imposible: le ofrecía el intercambio de damas y él astutamente alejaba la suya del peligro inminente. Era inalcanzable su dama. No hace mucho tiempo, en mis planes estaba el descargar algunas de sus partidas, con la intención de analizarlas detenidamente y buscar mi revancha. Ahora, su legado se marcha con un saldo a su favor. Enrique disfrutaba de las hamburguesas, pero solo las saboreaba tras haberse ganado el derecho a degustarlas, es decir, después de derrotar a algún adversario. Con frecuencia, nos reuníamos en el café Terraza Jardín, un lugar que en tiempos remotos ocupaba el espacio que hoy alberga la Parroquia de Veracruz, frente al emblemático Parque Juárez, en el corazón de Xalapa. Allí, librábamos frenéticas batallas a ritmo acelerado, con el desafío constante y la apuesta pendiente. Aquellos eran tiempos marcados por la Primera Guerra del Golfo. Enrique Alonso y Jaime Bretón Díaz Mirón —quien también tenía un talento deslumbrante en las partidas relámpago— acordaron enfrentarse en un match de este tipo, cargado de apuestas. Verbales misiles Scud y Patriots se lanzaban de un bando a otro. Cada jugador tenía a su lado una columna de monedas de cobre. La columna de Enrique crecía con el doble de rapidez que retrocedía, hasta que finalmente su rival se quedó sin monedas y el vencedor se alzó con la victoria y, entrada la noche, se deleitó con una merecida hamburguesa. Enrique era un ser de emociones intensas, y las derrotas no eran bien recibidas por su espíritu. Cuando se encontraba en desventaja en una partida trascendental, sus ojos se enrojecían y parecía que estaba a punto de estallar. En un campeonato nacional cerrado, celebrado en Bahías de Huatulco, durante la última o penúltima ronda, llegó a sospechar que su adversario estaba cometiendo trampas y que el árbitro no aplicaba la justicia debida. Entonces, levantó la mesa con un estruendo estremecedor, arrojándola contra el contrariado oponente. En fin, Enrique era un amigo leal, un hombre generoso que ofrecía valiosos consejos para mejorar nuestros repertorios de aperturas y siempre estaba presente para brindar apoyo a los ajedrecistas en momentos difíciles. Anécdotas abundan en mi mente, pero las guardaré celosamente para no empañar el mensaje que sigue. El próximo 18 de junio del presente año, en el Parque Juárez de Xalapa, se llevará a cabo el torneo Enrique Hidalgo Inmemoriam, con el fin de recaudar fondos que serán entregados íntegramente a su viuda, con el propósito de aliviar la carga económica que supone un funeral. La inscripción mínima requerida es de cincuenta pesos mexicanos ($50.00), pero aquellos que deseen participar y contribuir con una suma mayor podrán hacerlo. El torneo dará inicio puntualmente a las doce del mediodía, momento en que honraremos la memoria de nuestro querido amigo, cuyos ecos perdurarán en el universo ajedrecístico.