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lunes, 29 de junio de 2020

CRÓNICAS PANDÉMICAS. CAPÍTULO 28.

CRÓNICAS PANDÉMICAS.
CAPÍTULO 28.

   Hace un calor insoportable. Si bien estoy en una ciudad inmersa en un bosque subtropical de altura, me siento como en el Sahara. Quizá es a causa de la nube que viene desde África. Ojalá y no traiga chupacabras ni galanes árabes, como lo desean algunas ingenuas amigas mías. Lo que sí puedo hacer es aprovechar el fenómeno natural para sacar unas macetas vacías y esperar a que se llenen con las arenas africanas, pues ya se me acabó la tierra y quiero sembrar unas acelgas, pues no me gusta estar saliendo al súper a comprarlas. Es que los xalapeños, pese a habernos portado bien con Susana Distancia ahora estamos en semáforo rojo mientras que tanto en la Ciudad de México como en el Puerto de Veracruz están en semáforo naranja. Como dice la canción “para qué sirve ser bueno, si se ríen en tu cara”.
   Siempre que viajo a la Ciudad de México desde Veracruz tengo que pasar por Chalco, y cuando voy manejando, me gusta entrar por la Avenida Ixtapalapa como atajo. Pero aún viajando en autobús, desde que me voy acercando a la Ciudad de los Palacios, a mano derecha aparecen dos enormes cerros. Uno de ellos es natural, pero está lleno de basura por dentro. El otro es artificial, es un relleno sanitario construido para suplir al natural, que ya se llenó. Son del mismo tamaño. Lo que sucede es que millones de capitalinos generan billones de toneladas. Pero el uso de esos cerros es perceptible nada más para un ojo analítico, pese a que cerca del cerro natural hay unos depósitos enormes para recoger el gas metano mezclado con dióxido de carbono. Cualquiera diría que son depósitos de petróleo, pero no. Están pintados con pintura plateada y franjas azules desde hace décadas. No tienen el logotipo de PEMEX. Esos gases los produce la basura orgánica al descomponerse y son bastante peligrosos.
   Más impresionante es ingresar a Ixtapalapa a media noche y ver los contenedores de plástico llenos de basura, apilados unos encima de otros, hasta formar laberintos con muros de plástico y basura tan altos como un edificio de ocho pisos. Tampoco es agradable la huida de aquel infierno cuando viene uno de regreso al trópico en el Eje Seis con rumbo a la Calzada de Zaragoza a plena luz del día: son hectáreas de terrenos baldíos llenos de basura. Basura, basura y más basura: llantas de automóvil ponchadas, latas de cerveza vacías, envolturas de botanas y alimentos chatarra, frascos llenos de cucarachas, montañas de pet, ratas pululando entre el tiradero, perros callejeros infestados de parásitos, pañales desechables usados, condones y toallas femeninas, latas de sardina o de atún sin más contenido que la mugre, algún sofá destartalado y demasiada miseria: muchos lotes están ocupados por ejércitos de seres humanos sin casa propia ni dinero para alquilar una vivienda. Sus hogares son tiendas de campaña hechas con telas de hule barato y algunos palos o fierros para sostener esos frágiles y mugrosos toldos. Así es la bienvenida y la despedida que la orgullosa capital de la República Mexicana nos da a los provincianos que venimos del Oriente.
   No hay que tomárselo tan a pecho ni tan a la trágica, pues el buen humor ayuda a mantener un sistema inmunológico fuerte y ésta es la mejor defensa contra cualquier agente patógeno, incluido el COVID 19.
   –Hola Fernando ¿Me llamaste?
   –¿Quién habla?
   –Yo. El COVID19.
   –¿Y a ti quien te invitó? Llegaste antes de lo previsto.
   –Claro, al que madruga Dios le ayuda.
   –No por mucho madrugar amanece más temprano.
   –Por supuesto. Pero yo me he deleitado con las muchachas que vienen a hacer jogging y tú ya no verás nada. Sé que, al igual que yo, te quieres reproducir dentro de ellas.
   –No cabe duda de que cada cabeza es un mundo. Yo me reúno contigo contra mi voluntad y tú vienes a presumirme con tus conquistas. Vienes a hablar de la soga en la casa del ahorcado. Sabes que a causa de mi edad ya no puedo jugar con ellas al juego de las ninfas y los sátiros.
   –Es un ejercicio agradable y deberías hacerlo, así me facilitarías las cosas, en vez de estar encerrado y tomando vitaminas. Yo diría que es un ejercicio bastante inspirador: imágenes en movimiento, gente exponiéndose al contagio creyendo que fortalece su salud.
   –Quizá mañana me levantaré más temprano, para comprobarlo. ¿Qué opinas de este cubre bocas que me vendió mi nuera china? Es un KN95. Y lo refuerzo con este otro que hizo Claudia Pensado.
   –Son de muy mal gusto ¿Ya resolviste tu asunto?
   –¿Cuál?
   –El de la herencia. ¿O vas a dejar tus bienes intestados?
   –No. Ese asunto me mortifica. Tuve una charla con el notario.
   –¿En persona?
   –Fue una video llamada.
   –¿Y qué dijo?
   –Que si quieres excluir a alguien de tu testamento debes agregar la frase “lo desheredo por ingratitud”. De lo contrario, tus descendientes lo pueden impugnar.
   –¿Y se puede saber a quién vas a desheredar?
   –Qué te importa.
   –Ya sé, a tu hijo el millennial. Porque no cree en tus teorías de la conspiración.
   –Lo de los terremotos provocados por el fracking no es teoría de la conspiración.
   –Como tampoco las teorías de que el gobierno chino me fabricó ex profeso, ja ja.
   –Me ofendió mucho. Yo sospecho que a ti te entrenaron en un laboratorio para interactuar con las células humanas.
   –Y tu hijo te dijo “cómo eres pendejo”, ja ja. Pero no olvides que el que da y quita con el diablo se desquita. Yo prefiero ser tu verdugo, no me gustaría que murieses a manos de tu hijo. Me gusta que, aunque los humanos se mueran de otra cosa, los forenses digan que yo los maté.
   Fernando Iturbide Senior tomó un recipiente con Lysol Aerosol y lo accionó empapando al virus sin consideración alguna, el cual se derritió como el hielo en el Sahara. El abogado empezó a ver una luz al final del túnel. Una luz de esperanza. Se acordó de sus amigos Laura y Jaime, quienes planean festejar los 20 años del grupo de danza Epifanía con una nueva versión del performance “Luz de esperanza”, el que estrenaron poco después del once de septiembre del 2001. Pero esa nueva luz se debía a que al final del túnel venía Darth Vader con una espada lasser encendida. Era su nietecita disfrazada con ese atuendo. Fernando se rió de la situación, pues parecía un meme del Whatsapp. Tomó a su nieta, la cargó y salió al patio a ver si la arena del Sahara ya había llenado las macetas.



martes, 23 de junio de 2020

CRÓNICAS PANDÉMICAS. CAPÍTULO 27.


CRÓNICAS PANDÉMICAS.
CAPÍTULO 27.

    Estaba revisando los elogios que me llegaron por escribir el capítulo 26 de estas crónicas, sentado en el retrete, haciendo algo serio, cuando una especie de mareo me llegó. De repente empezó a tronar la estructura de la casa.
   –¡Está temblando! –gritó mi hijo.
    Observé el agua del retrete y ésta brincaba, como si tuviese un pequeño huracán. Me aseé rápidamente, deseando que no se cayese la casa en ese momento y salí rápidamente a la calle, aún en piyama. Mi familia ya estaba en la calle, al igual que varios vecinos. No había duda. Se sintió una especie de mareo por espacio de un minuto y medio, pero los postes de las mufas de la electricidad ya no se movían. El susto había pasado. Ahora a googlear ¿Dónde fue? Otra vez en Oaxaca, un sismo de 7.2 de la escala Richter.
   Se me apareció Fernando Iturbide, el último abogado de Javier Berlanga. Más que asustado, estaba muy enojado.
   –¡Qué no se dan cuenta de que estos sismos están provocados por la actividad humana!
   –No papá –Dijo Fernando Iturbide junior. Son normales.
   –No sabes lo que dices. El fracking, la minería a cielo abierto y la extracción indiscriminada de petróleo socavan los soportes y los amortiguadores de las placas tectónicas.
   –Eso no es cierto, lo que pasa es que México está dentro del cinturón de fuego.
   –Sí, pero antes no ocurrían los sismos con tanta frecuencia.
   ­–Pues si los últimos fueron hace cuatro años.
  –Precisamente por eso lo digo: en 2017 hubo dos muy fuertes, con casi un mes de separación entre uno y otro.
   –Uno fue la réplica del otro.
   –Y antes los sismos estaban más espaciados: el que tiró en Ángel de la Independencia fue en 1956, luego hubo otro muy fuerte en 1972, de ahí del de 1985 y ahora a cada rato.
   –Es que también hay nuevas explosiones solares y la luna ha cambiado de posición. Y en la falla de San Andrés, California, a cada rato tiembla.
   –De nuevo me das la razón: Roman Polansky, en la primera película de China Town, hace mención de una serie de terremotos inusuales en California debidos a la extracción desmesurada de petróleo.
   –No lo creo.
   ­–No lo crees, porque eres un millenial a quien televisa le controló la mente durante sus primeros quince años, y después Bill Gattes.
   –Ahora vas con Bill Gattes, luego saldrás con que la tierra es plana.
   –Los que creen que la tierra es plana no somos los boomers. Como toda la vida has vivido con la mente controlada y en una situación de desastre ambiental y de denegación de derechos humanos piensas que siempre ha sido así y que así está bien.
   –¿A poco antes estaban mejor las libertades humanas?
   –Por lo menos no había tanto peligro.
   –Ustedes vivieron en la Guerra Fría atemorizados por una conflagración mundial.
   –Y ahora a eso hay que añadir el derretimiento de los casquetes polares, la destrucción de las selvas, el envenenamiento de los mantos freáticos y los sismos provocados por el fracking, la extracción de petróleo, de agua y el programa H.A.A.R.P. ¡Ah! y la tecnología 5g. Chéca lo que dice este youtuber:
https://www.youtube.com/watch?v=tbtU-Mz6xZE
   –Ya enloqueciste viendo tanto video conspiranoico.
   –¿Qué es el programa H.A.A.R.P.? –Preguntó Laura, la esposa del abogado.
   –Explícale a tu mamá. Yo me voy.
   –Esa es otra teoría de la conspiración.
   –Bla bla bla tus ideas están equivocadas no quiero oír bla bla dijo Fernando Iturbide Senior, mientras ascendía por las escaleras de la casa, pisando con furia cada escalón.
   –Mira mamá –Dijo Fernando Iturbide Junior y googleó H.A.A.R.P. en su celular y apareció la siguiente información:
   «High Frequency Active Auroral Research Program o HAARP —en español: Programa de Investigación de Aurora Activa de Alta Frecuencia— fue un programa financiado por la Fuerza Aérea y la Marina de los Estados Unidos, la Defense Advanced Research Projects Agency (DARPA) y la Universidad de Alaska.​ Su objetivo fue estudiar las propiedades de la ionosfera a fin de desarrollar y mejorar la tecnología que utiliza sus propiedades para transmitir las radiocomunicaciones y su uso en los sistemas de vigilancia estratégica, como por ejemplo, los sistemas de detección de misiles. Las actividades del programa se realizaban en la Estación de Investigación de HAARP (en inglés, HAARP Research Station), una instalación situada cerca de Gakona, en Alaska.»
   –Ya lo dijeron Steinitz y Einstein: la estupidez humana no tiene límites.
   En otra dimensión, el multicampeón del mundo de ajedrez E. Lasker observaba una partida de ajedrez entre su amigo Alfred Einstein y su rival Wilhelm Steinitz.
   –Yo dije que la inteligencia humana es limitada, pero su estupidez es infinita –Dijo Steinitz.
   –Y yo dije que sólo hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana, pero de la primera no estoy seguro –Dijo Einstein.
   –No toques esa torre Alfred, o Wilhelm te dará mate en ocho jugadas –Dijo Lasker, mientras encendía un puro y les tiraba el humo en la cara sin la menor consideración.
   –Yo lo dije primero –dijo Steinitz.
   –Pero yo lo demostré con límites más amplios.
   –Yo puedo refutar las teorías de los dos –dijo Lasker–, excepto en lo que concierne a la estupidez humana.
  –Me parece que es empate. Pero dale las gracias a tu amigo, pues ya te ibas a equivocar. Los mirones son de palo –le dijo Steinitz a Lasker, algo enojado, pues por su culpa un aficionado al ajedrez le había sacado un empate.
   Los dos jugadores acordaron tablas y se estrecharon la mano. En seguida Lasker destapó una botella de Tokay que le habían regalado en el último torneo que jugó en Hungría. Tomó tres vasitos de cristal cortado de Bohemia y los llenó. Los tres brindaron a la salud de la estupidez humana. Fernando Iturbide Senior cambió de opinión y desciende unos escalones para continuar con sus alegatos.
   –Gracias al programa H.A.A.R.P. ocurrieron los sismos de Chile y Haití en el 2010.
   –¿Y cómo funciona esa chingadera? –preguntó Laura.
  –Dice la Wikipedia que «El dispositivo principal de la Estación HAARP es el Instrumento de Investigación Ionosférica IRI, acrónimo de su nombre en inglés Ionospheric Research Instrument, un potente radiotransmisor de alta frecuencia que se emplea para modificar las propiedades electromagnéticas en una zona limitada de la ionosfera. Los cambios que ocurren en la zona modificada son analizados mediante instrumentos diversos, como radares en las bandas de radiofrecuencia UHF y VHF, sondeo digital, y magnetómetros de saturación y de inducción.» -dijo Fernando Iturbide Junior.
   –Eso y la tecnología 5g –dijo Fernando Iturbide Senior.
  –¡Cállate! No me interrumpas. Sigue diciendo la wiki que «La Estación HAARP empezó a funcionar en 1993. El IRI actual opera desde el año 2007 y su contratista principal fue BAE Advanced Technologies. Hasta 2008, H.A.A.R.P. había gastado aproximadamente 250 millones de dólares, financiados con impuestos para su construcción y costos operacionales.»
   –2007. Horario de verano, huracanes, tsunamis, terremotos, derretimiento de casquetes polares. Desde 1993 ha aumentado la frecuencia y la magnitud de esos desastres.
   –Por eso perdiste el juicio contra el gasoducto, porque no entiendes su finalidad, la que te parece enigmática porque tienes poco conocimiento científico –dijo Fernando Iturbide Junior.
   –Yo entiendo que el tsunami de 2004 fue algo nunca visto. Y que el paisaje de Oaxaca parece la superficie de otro planeta, a causa del abuso de la minería a cielo abierto. Digo, el agua y el petróleo sirven de base o de amortiguadores a las placas tectónicas.
   –En eso tal vez tengas algo de razón, pero el humano no es tan poderoso como para hacer tanto desastre.
   –¿No será que ayer maté una cucaracha? –Dijo Citlali, la hermana de Fernando Iturbide Junior.
   Todos se quedaron helados: Citlali es tan espiritual como su amiga Deyanira, la experta en Danzas Árabes. El que una persona espiritual y vegana e incapaz de matar una mosca haya privado de la vida a un pobre ser invertebrado que buscaba comida o abrigo, es algo imperdonable para el universo. Por eso “ellos” nos mandaron el coronavirus y los temblores, para exterminarnos y acabar de una buena vez con todos nuestros pecados.
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lunes, 22 de junio de 2020

CRÓNICAS PANDÉMICAS. CAPÍTULO 26.

CRÓNICAS PANDÉMICAS.
CAPÍTULO 26.

   Pedrito vivía en la zona más árida de la Huasteca Potosina. Sus padres emigraron al norte, en busca del sueño americano. No quisieron exponer a su hijo a los peligros que conlleva el cruzar el río Bravo de manera ilegal. Pedrito no sabe si llegaron con vida a ese paraíso o si cambiaron de rumbo y acabaron en el paraíso celestial. Ninguna de las dos ideas le agradaba, pero lo hería aún más una tercera: lo dejaron en la casa de la tía porque les estorbaba, porque no lo querían. Para el caso, daba lo mismo: estaba solo, la tía tenía que trabajar y por las noches se iba horas y horas con el novio. A menudo regresaba poco antes del amanecer.
    Lo bueno de los campos desérticos, en la opinión de Pedrito, es que eran canchas de futbol al natural. Dos pares de árboles secos eran las porterías. A él y a sus amigos no les importaban las piedras y los trozos de grava que endurecían la cancha y sacaban sangre en cada lance debido a una caída violenta, fuese una barrida, una atajada del portero o el resultado de una zancadilla fraudulenta.
   Él era el Chicharito, Juan era Messi, Martín, era Pelé; Salvador era Maradona y el novio de la güera María era Piqué, pues cada uno de ellos era un crack, de los mejores de cualquier época.
   Todas las tardes se reunían después de las cuatro, a dos horas de haber comido, para evitar la congestión, si bien a veces no hacía falta tomar tantas precauciones, porque la comida era frugal, cuando la había. Jugaban hasta que el sol se ponía grande, anaranjado rojizo y el paisaje se tornaba de un color pardo oscuro, como si fuesen las estepas del infierno iluminadas por grandes fogatas y ellos unos diablillos jugando al calor de esa atmósfera. No importaba que no hubiese agua para bañarse, ni siquiera para limpiarse los raspones. La tía siempre dejaba un sartén de frijoles refritos y otro con quelites salteados. Con eso y unas tortillas recalentadas en el comal era más que suficiente.
   El futbol era algo mágico, el futbol lo llenaba de alegría y de energía positiva. Algún día sería grande; y, tras de jugar en la tercera fuerza municipal, iría ascendiendo hasta jugar en un equipo de Primera División. Y, ¿por qué no? ¡Sería seleccionado nacional y defendería con orgullo los tres colores de la bandera nacional! Lo contrataría un equipo internacional y con el dinero recibido haría excavar pozos a los que se les extraería el agua con bombas eléctricas, haría construir canales, molinos, silos, un estadio de futbol, hospitales, mercados, escuelas y así San Juan de los Peñascales sería un lugar próspero y sus padres ya no tendrían que trabajar en el norte. Regresarían a casa y la familia se reuniría de nuevo. Pues no había nada más sagrado para Pedrito que la familia. Pero llegaron los tiempos del COVID19. Él no quería creer que el virus fuese algo cierto: si él no lo veía, éste no existía. Nadie se murió del maldito virus en San Juan de los Peñascales. Pero algunos amigos dejaron de ir a los partidos. Al poco, ya nada más quedaban tres, quienes tenían que conformarse con jugar a “el que mete su gol, para”. Cada vez que Pedrito se cansaba de patear la pelota, anotaba y pasaba a defender la portería. Pronto quedaron dos. Lo mejor que podían jugar era a ganar una serie de penalties. Eran Pedrito y Juanito, el novio de María.
   Pedrito nunca supo si Juanito se aburrió o en su casa lo encerraron sus papás para ponerlo a salvo del virus. Las canchas habían vuelto a ser lo que siempre habían sido: unos páramos inhóspitos, sedientos e infinitos. Sin las voces de los adolescentes, al final del atardecer la sierra se veía triste y oscura. La tía también se encerró. Pero se encerró con el novio. Pedrito sólo escuchaba el rechinar del catre durante diez o quince minutos y después un silencio de cuatro horas, hasta que el catre volvía a rechinar. Otras veces, la tía se iba con el novio.
   –Ya sabes dónde están las tortillas, los frijoles y los quelites. Enciende y apaga con cuidado la estufa. Me voy de compras a la ciudad.
   El viaje a la capital le tomaba dos días. Pedrito se quedaba solo, sin sus padres, sin sus amigos, sin el futbol. Tal vez sus padres habían muerto ahogados en el río Bravo. O los habían asesinado en los Estados Unidos. Era lo más probable; porque, al menos su madre sí le escribiría una carta o les mandaría una remesa, como lo hacen los padres de Salvador.
   Pedrito se reuniría con sus padres sin esperar a que acabase la cuarentena, la cual parecía infinita. Aunque el sol ya tiñe de rojo al horizonte, aún se puede ver algo en aquel páramo solitario. Pedrito se acerca al pozo. Tira de la correa hasta que la cubeta queda fuera, y con un cuchillo la separa de la cuerda. Después separa a ésta del travesaño del pozo y se la lleva a casa. Se sube a una silla, la hace girar, la lanza, falla una y otra vez hasta que logra pasarla al otro lado de la viga. La amarra fuertemente. Con el otro extremo ata el lazo que habrá de quitarle la vida. Antes de suicidarse, escribe en un papel “perdóname tía. Pero no soporto vivir sin mis padres y sin el futbol”.

domingo, 14 de junio de 2020

CRÓNICAS PANDÉMICAS. CAPÍTULO 25.


   Me he retrasado con la entrega de estas crónicas. 
   Mi equipo ha estado demandando actualizaciones, so pena de dejar de ser funcional. Independientemente de mi campaña contra los revisores y encargados de la censura en el fésibuc y sus consecuentes crackeos, algo pasa. Resulta que casi de inmediato a la publicación del capítulo 15, a mi correo electrónico llegó un mensaje de seguridad, que si yo había accedido a mi cuenta desde el convento de Churubusco. Y lo más extraño es que quien intentó acceder a mi cuenta lo hizo en el año de 1847. Cada día están más locos los robots del internet y de las redes sociales. Tuve que cambiar el sistema operativo de mi computadora y mis contraseñas. Por más que hice respaldos por aquí y respaldos por allá, hubo programas que dejaron de funcionar porque se desconectaron y había que volver a instalarlos. Todo eso, más la contraseñitis aguda y los tarjetazos bancarios.
   La señora de las tortillas oyó mis mensajes telepáticos y ayer se presentó a vendernos sus hermosas tortillas hechas a mano, como las sabe hacer una mujer de las de antes, más sus indispensables tlacoyos de frijol. Mi mujer también hizo frijoles y abrió una lata de chilorio marca Doña Chata que yo compré en marzo, para cuando la crisis pandémica estuviese en su momento más crítico y no andar saliendo a comprar a cada rato. Estaba muy sabrosa. El problema es que antes de comer, tras dos meses de veda respecto a los productos de la señora de las tortillas, me hice un taco con queso de cabra y devoré uno de sus tlacoyos. El chilorio, desde luego que me lo comí con tortillas y lo acompañé con una cerveza bien fría, la que al entrar a mi estómago de inmediato hizo gases y me inflé. Como ese día salí a comprar algo, pensé que ya me había dado el virus, porque me dolía horrible a la altura del diafragma. La solución fue salir a caminar -enmascarado con el cubre bocas y el protector que me vendió la compañera de la Facultad de Leyes- y me fui a caminar desde el panteón de Palo Verde hasta el centro de Xalapa. Cada cien metros me asfixiaba a causa de los cubre bocas, pero no podía quitármelos por mucho tiempo, porque cada cien metros había seres humanos. Algunos hasta estaban ocultos tras de una puerta, pero se asomaban cuando yo pasaba por ahí. Anteayer ensayamos con los integrantes del grupo de danza de mi esposa, para hacer una presentación con idea de celebrar el fin de la cuarentena. Creo que el espíritu de Beethoven nos ayudó a hacer bien las cosas.
   –En efecto –dijo Ludwig–, la pandemia a mí también me jodió los festejos. Espero que para el 16 de diciembre puedan festejar mi cumpleaños con una hermosa función en un teatro sin invitar a Susana Distancia.
   –Hablando de eso –dijo una de las bailarinas–, cuando López Gatell dijo que las funciones de teatro o danza iban a tener cincuenta espectadores, los artistas escénicos se pusieron muy contentos.
   Examino mi celular y veo una noticia cuyo encabezado dice “Es hora de romper con Surcorea: hermana de Kim” y veo una mujer que no se parece a Kim Kardashian, de la cual soy fan. Y es que no se trata de la hermana de la hermosa morena sino de la de Kim Jong-Un. ¿Pues a poco tienen relaciones? Yo pensé que estaban peleados desde antes de que yo naciera. Y dale con la Guerra Fría. Yo empecé estas crónicas citando una frase de Einstein que hace alusión a la infinitud de la estupidez humana, frase parecida a otra que emitió W. Steinitz, campeón mundial de ajedrez en el siglo XIX, quien a su vez lo dijo así: “La mente humana es limitada, pero la estupidez humana es ilimitada”. En plena lucha contra un virus desconocido (pero que tal vez fue creado o manipulado en laboratorios) Trump por un lado, la hermana de Kim por otro, los fifís por acá, los chairos por allá, todos preocupados por darse en la torre, en vez de quedarse en sus casitas y fortalecer su cuerpo y su espíritu alimentándose bien, haciendo ejercicio, tomando vitaminas y leyendo mis Crónicas Pandémicas.
   En otras palabras, el hecho de pensar que el COVID19 así como el virus del SIDA fueron creaciones de laboratorio de “inteligencia militar” me pone los cabellos de punta. En primer lugar, porque “inteligencia militar” es un oxímoron. Recurrir a las armas quiere decir que no se tuvo la inteligencia para resolver los conflictos de interés de una manera menos destructiva. Y luego, que para ganar la guerra, se suelten “bichos” como el ántrax, el SIDA o el COVID19. O que me censuren la cuenta del féisbuc por insinuar que así lo hicieron. Desde luego que yo no tengo las pruebas, sólo externo mis sospechas y mi malestar contra la situación. Pues yo sí considero que el ser humano es capaz de volarse la tapa del cráneo con una explosión nuclear para demostrar su superioridad sobre las otras especies.
   Una cosa que me impresionó es que, antes de ensayar con el grupo Epifanía, me presenté a la escuela de mi esposa para asearlo un poco y regar las plantitas que, aunque son de sombra, tras dos meses de estar sin agua, estaban a punto de marchitarse. De por sí yo estaba triste porque no venía la señora de las tortillas, y también porque el local donde compro el café de Huatusco estaba cerrado en día y hora hábil (mala señal). Pero lo que más me mortificó es que el tendero de al lado siempre recogía los recibos del agua y luz de los dueños del edificio o de los otros vecinos y ví que había llegado el recibo del agua. Me dirigí a su tienda, y en vez de ver la nevera puesta como barrera para mantener la sana distancia, como fue la última vez que me atendió, ahora la puerta de acceso estaba libre y la tienda la atendía un muchacho mucho más joven. Todavía pregunté por el tendero y el muchacho me vió con cara de what. Al poco tiempo llegó uno de los inquilinos para informarme que él había comprado la tienda.
   Son las cosas a las que habrá que acostumbrarse cuando todo esto acabe: muchos negocios o estarán cerrados, o cambiaron de dueño. Un amigo me compartió un video de un youtuber de nombre Estulin, quien, tras una explicación de cerca de dos horas, aderezada con espectacularidades conspiranoides que ponen en riesgo su credibilidad, da unas recomendaciones bastante sensatas para enfrentar la crisis económica post pandémica que se avecina:
   Mientras varios estados del país ya regresaron al semáforo naranja, Veracruz, que antes era de los que tenía pocos casos de COVID19, va al alza. En 25 municipios la cosa está de color de hormiga. Y Xalapa está en esa lista. Veo la noticia pero la tapa un anuncio del panteón “Jardines del Recuerdo”. Casi les faltó hacer una oferta: “compre dos nichos por el precio de uno”, pero así no se hace el marketing de los panteones ni el de las funerarias. Tienen que ser muy respetuosos con el dolor humano. El caso es que estamos hablando del semáforo en rojo y de 25 municipios veracruzanos en los que está aumentando el número de contagios por COVID19. Mi nuera se quejaba “uno encerrado desde hace dos meses y por gente inconsciente la pandemia sigue su curso y la cuarentena nunca se va a acabar”. Yo lo ví ayer que salí a caminar: cada cien metros me topaba no con un humano, sino con parejas y grupos de seres humanos, de los cuales sólo el 40% traía cubre bocas. Los demás andaban como si no hubiese ningún peligro. Hoy tuve que comprar un destapa caños en la ferretería más cercana a mi casa y en el mostrador había un anuncio muy elocuente: en la columna izquierda estaban caricaturas de contagiados por COVID19 y en la derecha, caricaturas de gente sana. En la primera fila, de arriba para abajo, el contagiado no tenía cubre bocas y el sano sí: el porcentaje de contagio es del 70%. En la segunda fila, el contagiado tiene cubre bocas y el sano no: el porcentaje de contagio es del 5%. En la tercera fila, las dos caritas tienen cubre bocas y el porcentaje de contagio es del 1.5%. Chécate este video, lo dice mejor que yo:

   Yo pienso que es mejor creer que el virus fue creado o manipulado en un laboratorio aunque sea mentira, y quedarse en casa o usar el cubre bocas y tomar otras precauciones cuando se tiene que salir, a creer en la teoría conspiranoide que afirma que el COVID19 es un nuevo “chupacabras”, es decir, una mentira, una infodemia. Hay de teorías a teorías. El hecho es que, entre más dure la cuarentena, peor va a ser la crisis económica resultante.
   Ya ni les quiero insinuar que si AMLO sugirió un decálogo para enfrentar la nueva realidad, en el que sugiere practicar mejores hábitos alimenticios y hacer ejercicio, lo dijo para que los fifís hagan lo contrario y salgan a hacer sus marchas anti-AMLO, para que se contagien y se mueran. Y tal parece que así es, pues aunque muchos  ya se echaron para atrás con lo del BOA, los de FRENA ya convocaron a otra caravana  fifí para los días de ayer y hoy.
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lunes, 8 de junio de 2020

CRÓNICAS PANDÉMICAS. CAPÍTULO 24.

CRÓNICAS PANDÉMICAS. 
CAPÍTULO 24.

   Mientras Javier Berlanga y Don Catrín de la Fachenda están siendo torturados en un calabozo improvisado en el Convento de Churubusco, el agente Derek Chauvin coloca su rodilla sobre el cuello del afroamericano George Floyd hasta que lo asfixia. Poco después, casi todos los integrantes del Batallón de San Patricio son colgados de la horca, con la excepción de su capitán, al que se le marca la cara con un hierro candente, para que lleve toda la vida la infamia de la traición. Pero él era irlandés y al pelear del lado mexicano hizo lo correcto. La diferencia entre ambas situaciones es que la patria mexicana estaba derrotada y nadie castigaría a los agresores, en tanto que en el siglo XXI se desató una ola de protestas en todo Estados Unidos, protestas que se dispersaron por otros países al igual que el coronavirus: Inglaterra fue uno de los primeros países en adherirse a las manifestaciones.
   –Déjalos descansar–, ordenó el General Robert Lee al torturador–. Quiero que les saques la información, no que los mates.
   Así lo hizo el verdugo improvisado, un soldado alto, ancho de hombros, barbudo y pelirrojo. Salieron de la mazmorra, la cerraron con candados. Javier frota la hebilla de su pantalón y aparece un holograma. Tal vez pueda hacer una transferencia electrónica de época a través de su máquina del tiempo móvil. Lo teclea pinchando imágenes fantasmagóricas en el aire. Su saldo se ha agotado. Pague su adeudo.
   –Ay güey–, dijo.
   Siguió pinchando las imágenes aéreas de los hologramas. Entró a métodos de pago. Añadió su tarjeta “Saldazo” de OXXO. Rezaba porque ésta tuviese dinero suficiente. Hacia el dos de mayo la policía veracruzana detuvo al joven Carlos Andrés Navarrete, quien murió en el cuartel de San José. La policía dijo que el joven de 33 años murió de un infarto. Los familiares no lo creen. Sospechan que murió víctima de la tortura.
   En Jalisco, en un intento desesperado para evitar los contagios por el COVID19 se decreta el uso obligatorio del cubre bocas, so pena de arresto y encarcelamiento hasta por 36 horas. El problema es que los policías de Ixtlahuacán de los Membrillos actuaron con violencia hasta que asesinaron a Alejandro Giovanni López Ramírez. Y las protestas callejeras no se hicieron esperar. Estados Unidos, México, Inglaterra.
   –Soros está financiando a los revoltosos de ANTIFA que buscan cualquier pretexto para desestabilizar a Trump –Me dijo Ezequiel Matías a través de su Whatsapp–. Y en tu país a AMLO.
   Ya no sé qué pensar. De un policía se espera que sea enérgico con los verdaderos delincuentes, pero ¿Qué tal si George Floyd había sido víctima de un timo y por eso pagó con un billete falso? Claro, uno debe tomar sus precauciones. Pero hay gente muy viva que tarde o temprano nos hace caer en una trampa. Por eso yo quisiera que esta novela se llamase mejor “La insoportable complicación del ser humano”, en vez de la levedad del ser de Kundera.
   Por un tipo listo que se pasa de lanza, alguien falsifica un billete, o te clona una tarjeta bancaria o te hackea tus redes sociales. Protestas, acudes a cuanto árbitro o tribunal hay a tu alcance, a veces ganas, a veces pierdes. Y siempre pierdes un montón de tiempo tratando de solucionarlo. Los bancos y el internet endurecen sus políticas, y para poder hacer una transferencia electrónica, te preguntan series interminables de números. Te piden tu nombre, se los das como están en tus documentos oficiales y te responden que no coinciden con tus datos. En la lógica post moderna, cero es diferente de cero y uno es diferente de uno, por lo tanto el nombre y la fecha de nacimiento de Javier Berlanga Verlaine-Rimbaud, del 3 de agosto de 1958, nacido en Coatepec, Veracruz, México, son diferentes a los de Javier Berlanga Verlaine-Rimbaud, nacido el 3 de agosto de 1958, en Coatepec, Veracruz, México.
   –Podría tratarse de un homónimo–, dijo por teléfono la asesora financiera del banco de Javier Berlanga–, sentimos mucho la molestia que esto le ocasiona. Espere en la línea, veré si puedo resolver su problema. No cuelgue.
   En el pasillo aledaño a la celda improvisada del Convento de Churubusco, se oyen pasos y la voz del general Robert Lee. Para suerte de Javier y su acompañante, se mete a otra celda.
   Digo que tal vez George Floyd fue víctima de un falsificador de billetes y el policía lo revictimizó; pero, aún en el caso de que realmente hubiese sido culpable, un fraude por veinte dólares no amerita la pena de muerte y sin juicio. No es la primera vez que la policía de Estados Unidos atenta contra la vida y los derechos de un afro americano ni tampoco la primera vez que a estos abusos se contesta con manifestaciones y desordenes sociales. En 1962, los Panteras Negras. En 2014 pasó algo similar: Michael Brown y Eric Garner, según el sociólogo James Nolan. No recuerdo si en los ochenta o noventa del siglo pasado volvió a ocurrir lo mismo. Me impresionó la imagen de un automóvil que se detuvo en un crucero y cuatro negros bajaron al conductor, un hombre blanco, delgado, con camisa de manga larga bien planchada y corbata. Podría ser un científico o un profesor universitario. Parecía ser alguien educado y pacífico. Pero a los agresores no les importaba como tampoco a la policía del momento no le había importado privar de la vida a otro hombre de tez morena. Lo sacaron del coche y lo patearon, al igual que los policías habían hecho con su víctima, hasta matarlo. Una chica de quince años es golpeada por la policía de la Ciudad de México, por estar en la manifestación frente a la embajada de Estados Unidos, con tal saña que acaba con una conmoción cerebral. La violencia siempre engendra más violencia.
   En otra parte del mundo, los policías de un país europeo que no son los culpables del homicidio, se arrodillan para pedir perdón por un homicidio que no cometieron, ante un contingente de seres humanos que tampoco son ni los culpables ni las víctimas. En Jalisco las manifestaciones dañan la imagen del gobernador fifí, en Veracruz la del gobernador chairo. En Xalapa un grupo de anarquistas se lanza a la calle no sólo a manifestarse, sino a causar destrozos.
   –La propiedad privada es un robo.
   Las letras de la ciudad destruidas a golpes. Vidrios rotos, escaparates de negocios y de un banco también. En la ciudad de México unos individuos reclaman algo a la policía. Uno de ellos mete las manos por la ventana del conductor, forcejea. Evidentemente trata de sacarlo, hasta que su compañero de atrás dispara. Rompe la ventana de la puerta trasera y la bala se aloja en la cabeza de uno de los hombres, quien de inmediato cae al suelo, probablemente herido de muerte. Se acercan periodos electorales importantes en México y los Estados Unidos. La política ya no se hace a base de propuestas. Se culpa a Soros, un judío. Algunos judíos han destruido sistemas económicos y sociales; o, por lo menos, han cambiado estilos de vida, empezando por uno llamado Yeshua, seguido de otros cuyos nombres y apellidos son Baruch Spinoza, Carlos Marx y Sigmund Freud, por citar unos cuantos ¿Se les puede reprochar que acaben con sistemas opresores?
   El problema con muchos líderes mesiánicos es que son muy buenas personas cuyas ideas están encaminadas a resolver un problema del momento, solución que es específica para una situación concreta, y que sus futuros seguidores, empoderados, las aplicarán para mantener un nuevo sistema opresor y de manera dogmática, traicionando la buena voluntad del profeta primigenio. El camino del infierno está empedrado con buenas intenciones. Por lo pronto, al día 89 de la cuarentena, las cosas se están poniendo muy feas. Y todo México está pintado de rojo, pues así lo indica el semáforo pandémico. Nosotros ya nos preparamos para reiniciar labores en Epifanía el 10 de agosto. Siempre y cuando las cosas no sigan empeorando. Me duele desde anoche la parte baja de mi pulmón izquierdo.
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lunes, 1 de junio de 2020

bitácora analítica

   Desde el sábado pasado estuve tratando de hacer un donativo, comprar un anuncio en Twitter y pagar una deuda en INBURSA. Mi tarjeta rechazó todos los movimientos. Traté resolver mi problema por vía electrónica, pero fue imposible. Tuve que ir a que me atendiera un ser de carne y hueso. Pero mi sucursal, a la que asistimos pocas personas, estaba cerrada y llena de papelitos que informaban que a causa de la contingencia sanitaria, sólo atenderían en las tres sucursales que más tráfico humano tienen. En especial, nos remitían a la del centro de la ciudad y a la de Plaza Cristal donde ya se han reportado al menos ocho casos de coronavirus. La otra opción era la de Plaza Ánimas, que por ser una plaza medio fifí, tiene menos tráfico. Pero la sucursal de esa plaza tiene mucho más tráfico que la de la mía. No me quedó más remedio que formarme a pleno sol. Los que estábamos hasta atrás de la larga fila no estuvimos a los dos metros de separación por un largo tiempo. Yo llevaba un libro de cuentos de Saroyan para entretenerme durante las tres horas que duró la fila y leí varios de ellos.

   A la mitad de la fila, se presentó una empleada del banco que nos ordenó estar a dos metros de distancia cada uno. Había unos cuadros pintados en el suelo para tal fin; pero, al llegar a la puerta de acceso al banco, mi fila se unió a la de los que iban a cajeros automáticos, que se movía más rápido y en la que no se respetaba la sana distancia. De modo que estuve cerca de media hora expuesto a que los de la otra fila me contagiasen del virus. Por fin llegó mi turno. La batería de mi celular ya se había descargado a causa del tiempo transcurrido. El local del ejecutivo que me iba a atender estaba artificialmente frío, como para que, tras la insolación de tres o más horas, repentinamente pasásemos a un lugar frío y nos diese una enfermedad respiratoria. 

   Llegó mi turno, expuse mi caso. la gerente tecleó mis datos en su computadora, y me informó que mi tarjeta no tenía ningún problema, que esos rechazos "se hacían por mi seguridad". Pues como yo pago cada mes la tarjeta de INBURSA, para los estúpidos robots del banco "es una actividad inusual" y "para mi seguridad", en vez de permitirme hacer la transacción en línea, me obligaron a estar expuesto al contagio por varias horas. Mejor ya no me cuiden tanto, no sea que en una de esas me vayan a contagiar un enfermedad. Así es la vida en el mundo post moderno, cuyo eslogan puede resumirse en "para tu seguridad, mejor te matamos".
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