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sábado, 30 de noviembre de 2013

Música y nazismo


Uno de los compositores que más conflicto de aceptación me crea, es Richard Wagner (22 de mayo de 1813-13 de febrero de 1883). En primer lugar, fue un gran compositor, con excelente dominio de la orquesta y una gran capacidad para la dramaturgia, cualidades que le valieron para posicionarse como uno de los tres mejores compositores de ópera de todos los tiempos. Pero, según Aaron Copland, lo mejor de Richard Wagner ocurre en el foso de la orquesta: el Preludio a Tristán e Isolda, La Muerte de Sigfrido, el Preludio al Holandés Errante, los preludios a los actos I y III de Lohengrin,  y La Cabalgata de las Valquirias, la cual me remite a Apocalypsis Now de Francis Ford Coppola. Aunque mi interés reciente en este filme se debe a la necesidad de analizar la edición de Walter Murch, justamente este afán me llevó a la escena de los helicópteros con marines norteamericanos atacando una humilde aldea de pescadores y campesinos vietnamitas.
-Esto es guerra psicológica- dice el personaje principal, desde su helicóptero, y hace sonar como música de fondo La Cabalgata de las Walkirias, la cual se oye magnífica en las bocinas del cine, como saliendo del helicóptero.
Y la guerra psicológica, creo que no iba dirigida exclusivamente hacia los vietnamitas, sino al público bien informado: Wagner era el compositor favorito de Adolfo Hitler, y, en vida, escribió escritos antisemitas. En ese momento, los norteamericanos quedaron equiparados a los nazis: soldados imperiales agrediendo con ventaja tecnológica a un pueblo notoriamente humilde, y, para colmo, inspirados por la música favorita de quien pregonó el racismo y la superioridad de la raza blanca. Francis Ford Coppola, inteligentemente, se deslindó de inmediato del punto de vista del protagonista, al mostrar a una esbelta joven vietnamita, con cuerpo de adolescente, que se acerca a uno de los helicópteros, sin que los marines se den cuenta a tiempo, y les arroja una granada al interior del aparato, el cual explota casi de inmediato. La vietnamita no corre la suerte de la protagonista de Los juegos del hambre, pues la persigue otro helicóptero y termina acribillada por la espalda a causa de una ráfaga de ametralladora; esto es, muere asesinada en un acto de cobardía, en todos los sentidos. Después de esta escena, es difícil que una persona sensible siga siendo partidaria del bando norteamericano. Siempre he creído que las mejores películas bélicas son las antibélicas: Patrulla Infernal de Stanley Kubrick, Hermandad de Guerra de  Taegukgi Hwinalrimyeo, La Conquista del Honor y Cartas desde Iwo Jima de Clint Eastwood, por citar algunas. La escena de los helicópteros de Apocalypsis Now no sólo es un ejemplo de un excelente manejo de la imagen, de una edición impecable de material visual tomado por ocho cámaras en movimiento, sino de una combinación psicológica de música e imagen: justo como lo hacía Wagner en sus óperas. Qué paradoja. Los personajes de Wagner por eso son tridimensionales. El director de orquesta Zubin Meta lo sabía y por eso se atrevió a hacer un programa entero con música de Wagner en Tel Aviv. La idea era separar la belleza musical de las tonterías racistas del compositor. Ocurrió que los israelitas mayores de edad se sintieron insultados y se retiraron del teatro, en medio de innumerables protestas. Y no era para menos: cuando los nazis dejaban salir el gas letal para envenenar a los prisioneros judíos encerrados en los campos de concentración, como guerra psicológica, hacían sonar la música de Wagner. ¿Si éste hubiera sabido lo que Hitler haría con su música en el futuro la habría compuesto? ¿O le habría aplaudido al genocida? Lo cierto es que Richard Strauss se erigió en el principal continuador de Wagner y compuso excelentes óperas como Salomé y Elektra. Más Richard Strauss era amigo del judío Stephan Zweig y, aunque llegó a ser la máxima autoridad musical de Hitler, la amistad con este escritor judío terminó por arruinar la carrera del autor de Salomé. Además, Strauss componía “sumando”. Karl Orff, el compositor de Carmina Burana, en cambio, componía “restando”. De modo que el músico que se ajustaba perfectamente  a los preceptos nazis para el arte no era Strauss, sino Karl Orff, cuya obra, está escrita decididamente para las masas. Me gusta la música de Wagner, en especial la ópera Tristán e Isolda, pero me repugnan los crímenes de guerra del nazismo. Ese es mi conflicto con la música de Wagner. Y con la de Orff.

domingo, 24 de noviembre de 2013

Jazz y política aria

Por el facebook anda circulando este artículo, alguien lo compartió conmigo y yo a mi vez lo comparto con gusto con Ustedes, amables lectores. Es tragicómico.

"Uno de los fenómenos sociales e históricos más curiosos es ese en el que un régimen autoritario se arroga el derecho de dictaminar sobre las manifestaciones artísticas que surgen bajo su gobierno, imponiendo medidas que intentan frenar una de las actividades que se consideran más plenamente libres, la creación artística, y, por otro lado, inmiscuirse abiertamente hasta en el último rincón de la vida cotidiana de sus ciudadanos.

En esta ocasión presentamos las 10 reglas del régimen nazi para los interpretes de jazz, recogidas por Josef Skvorecky, opositor checo recientemente fallecido, en sus memorias, destacando el minucioso trazado de los límites a los que los músicos debían ceñirse en este género impensable sin la improvisación y la espontaneidad que lo caracteriza. Aquí el listado.

1. Piezas con ritmo foxtrot (el así llamado swing) no deben exceder el 20% del repertorio de orquestas ligeras y bandas de baile.

2. En este repertorio del así llamado jazz tienen preferencia las composiciones en clave mayor y letras que expresen la alegría de vivir en vez de las letras sombrías de los judíos.

3. En cuanto al tempo, también se dará preferencia a composiciones enérgicas sobre las lentas (el así llamado blues); en cualquier caso, el ritmo no debe exceder cierto grado de allegro, en consonancia con el sentido ario de la disciplina y la moderación. En ningún caso serán tolerados excesos negroides en el tempo (el así llamado hot-jazz) ni en interpretaciones solistas (así llamadas breaks).

4. Las composiciones del así llamado jazz deben contener como máximo 10% de síncopa, el resto deberá consistir en un movimiento legato natural desprovisto de los reveses rítmicos histéricos característicos de las razas bárbaras y vehículo de oscuros instintos ajenos al pueblo alemán (los así llamados riffs).

5. Estrictamente prohibido utilizar instrumentos ajenos al espíritu alemán (los así llamados cencerro, flexatone, plumillas, etc.), así como todas las sordinas que convierten el noble sonido de los instrumentos de viento y metal en un aullido judeo-masónico (el así llamado wa-wa, hat, etc.).

6. También están prohibidos los así llamados breaks de percusiones que duren más de la mitad de un compás en un ritmo de cuatro cuartos (excepto en marchas de estilo militar).

7. El contrabajo debe tocarse exclusivamente con el arco en las así llamadas composiciones de jazz.

8. Puntear las cuerdas está prohibido por dañar el instrumento e ir en detrimento de la musicalidad aria; si un efecto del así llamado pizzicato es absolutamente deseable para el talante de la composición, debe tomarse estricto cuidado para que la cuerda no golpetee en sordina, que desde ahora está prohibida.

9. Los músicos tienen igualmente prohibido realizar improvisaciones vocales (el así llamado scat).

10. A todas las orquestas ligeras y bandas de baile se les aconseja restringir el uso de saxofones de todos los tonos y sustituirlos por el violonchelo, la viola o posiblemente un instrumento folclórico adecuado.


Por lo menos queda de manifiesto que aunque con cierta frecuencia lleguen a extremos ridículamente autoritarios, los censores deben conocer a fondo la materia que censurarán".
De ser una broma, estaría genial. Lo más probable es que haya sido cierto. En todo caso, cierto o falso, es un ejemplo de cómo piensan los racistas.

martes, 19 de noviembre de 2013

Cultura y elitismo

Comentando mi artículo anterior, el día de ayer, uno de mis cuñados me hizo notar lo siguiente:

"Finalmente estás planteando que la cultura sea accesible a unos cuántos mortales. Es decir, la oligarquía en la cultura y en la educación y en el bienestar.....y en que más? Tú pensamiento, estimado cuñado, es totalmente burgués y mercantilista. Y tus analogías con otros hechos y planteamientos de la economía no son del todo atinadas; la cultura y el arte, entre otras actividades humanas, finalmente no son 'mercancías' que se coman, son prescindibles para la sobrevivencia afortunadamente. El contexto además es que vivimos en un país de pobres en su mayoría e incultos para rematar o como consecuencia".

Debo admitir que mi cuñado tiene razón en varios puntos: en un país de pobres, cobrar el acceso a la cultura es negarles el acceso a ella. Tampoco la cultura y el arte son mercancías. Más no estoy de acuerdo en que sean prescindibles para la sobrevivencia, pues es precisamente la cultura la que nos ayuda como especie a sobrevivir: la cultura es todo lo que el ser humano hace, incluida toda su producción simbólica (la ciencia, el arte, la religión, etc.).
La cuestión está en ¿Porqué México es un país de pobres? Aunque tenemos muchos diputados que cobran sueldos altísimos, en proporción a los más de 80 millones de mexicanos, son muy pocos. ¿Cómo se organizan los chinos? El Estado los mantiene a todos, les da cultura, alimentación, salud, entretenimiento, deporte y trabajo. Con eso abaratan los costes de producción a niveles tan sorprendentemente bajos, que los grandes empresarios mexicanos, en vez de invertir en México, lo hacen en China y les sale más barato producir allá un paraguas, traerlo a través del Océano Pacífico, pagar un arancel en la aduana que hacerlo en México, pagar al IMSS, a la SHCP, etc. Es decir, todo el proceso anterior le permite a nuestros capitalistas vender el paraguas chino en México a $30ºº mientras que el mexicano, con los mismos materiales y las mismas características, se tiene que vender a $80ºº. Con la diferencia de que el chino tiene una caducidad inducida acelerada y sólo va a servir para dos o tres aguaceros, mientras que el mexicano durará todo un año. Pero, los tacaños mexicanos, preferirán estar comprando un paraguas chino cada tres aguaceros "porque los mexicanos son muy caros".
-¡Que le bajen a los precios si quieren vender su paraguas!- dirán mis compatriotas.
¿Cómo se organizan nuestros vecinos norteamericanos? (Los "gringos", pues). Si estás en territorio estadounidense, puedes ganarte tu dinero haciendo lo que sepas hacer. Si no tienes un título universitario, en invierno, puedes palear la nieve de las casas y ganarte un dólar por cada entrada que limpies. Si es verano, puedes ser mesero en algún restaurante de fast food, etc. En el peor de los casos, un seguro de desempleo te mantendrá vivo si no consigues trabajo, pero serás mal visto si en poco tiempo no consigues uno. Si tienes un título de licenciatura, allá tu trabajo vale más y tienes mayores posibilidades de conseguirlo. Por esa razón, muchos de mis compatriotas ven como le hacen y se internan en los EU como pueden, incluso sin tener los permisos legales correspondientes, pues es mil veces mejor estar trabajando allá haciendo las tareas "que ni los negros quieren hacer" (como dijo uno de nuestros lamentables ex-presidentes) que estar aquí expuesto a todos los riesgos que implica "jugársela con México".
¿Cómo se organizan en Cuba? El estado mantiene a sus ciudadanos (de una manera más jodida que en China), pero los prepara bien: si son buenos para el deporte, el estado los adopta y los prepara hasta alcanzar niveles competitivos muy altos. Lo mismo si tienen talento para el arte, la medicina, etc. etc. Y ya que los cubanos adquieren un nivel profesional elevado, si no ingresan a la élite del partido comunista, pueden optar por construir una balsa y huir a Miami o a México. En ambos lugares, gracias a la formidable preparación que tienen, pueden trepar socialmente hasta alcanzar un nivel de vida muy cómodo. Particularmente en México, donde se privilegia lo extranjero y se desprecia lo local.
¿Y cómo nos organizamos en México? Tenemos una oligarquía dueña de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, que además es dueña de los medios de comunicación y una masa inmensa de pobres acostumbrados a ser mantenidos por el gobierno o a cazar "ofertas". Claro está, que no todos pueden ser mantenidos por el gobierno y los que lo son, ganan el mínimo indispensable para vivir (salvo que pertenezcan a alguna de las élites). Cuando un egresado de alguna escuela mexicana quiere ejercer su oficio, es mal visto si quiere cobrar por sus servicios. Pero si es necio e insiste, entonces, tanto los oligarcas como los otros pobres, se ponen a ejercer el mismo oficio, pero ofreciéndolo gratis o con ofertas por debajo del coste de producción. Que la oligarquía lo haga, tiene sentido, pues así mantiene sus cotos de poder. Pero que los otros pobres lo hagan, es un absurdo. Pero lo hacen.
La cultura, como dije anteriormente, es todo aquello que el ser humano hace, incluida la producción simbólica (arte, ciencia, etc.). Por consiguiente, la sabiduría para ganarse la vida es cultura. Me viene a la mente un refrán, me parece que es de origen japonés: "Si a un limosnero le regalas un pez, comerá un día. Si le enseñas a pescar, comerá toda su vida". Los defensores del sistema económico mexicano han tratado de reducir al absurdo este hermoso pensamiento diciendo que "si le enseñas a pescar, depredará el medio ambiente". Lo cual no es del todo acertado, pues "si le enseñas a pescar correctamente, pescará con responsabilidad social, comerá toda su vida y preservará el medio ambiente".
Sigo con el planteamiento del sistema mexicano: si un artista escénico local no logra tener un padrino que le permita trabajar para el gobierno o una universidad, o ganar becas y estímulos estatales con cierta regularidad, para poder seguir ejerciendo su oficio tendrá que rentar el teatro donde presentará su actividad, pagarle a los tramoyistas, a los técnicos, a los intendentes (que ya cobran un sueldo en el gobierno). Y lo tendrá que hacer con dinero ajeno, usando sus tarjetas de crédito bancarias, en un país donde los bancos cobran los intereses más altos del mundo. Me explico: si en México pagas dos veces "el mínimo a pagar", el cual, por ejemplo son $2000 pesos (que es mucho para un subsidiado con el mínimo indispensable para sobrevivir), el pago se distribuye así: $3999 pesos por concepto de intereses, un peso para pago de la deuda. Así que le tomará 4000 quincenas para pagar esa deuda. Si este romántico empresario teatral quiere tener una presencia publicitaria notoria, también se verá obligado a pagar por ella una cantidad similar a la desembolsada en el alquiler del espacio escénico y los recursos humanos involucrados en el proceso. Pero, además, deberá pagar un arancel para obtener el permiso de trabajar, más un impuesto municipal sobre el boletaje vendido, el sueldo de los taquilleros más su cuota sindical. Y, dependiendo de la legislación fiscal en turno, a veces tendrá que pagar otro impuesto estatal y el temido IVA. Mas eso no es todo: el teatro le exijirá una fianza para asegurarse de que el Teatro quedará en buenas condiciones o hacerle una reparación y el Municipio le exijirá otra "para asegurar el pago del impuesto" (¿O será más bien para asegurarse de que no tenga  dinero para la publicidad y su evento sea un fracaso económico?) Suponiendo que nuestro héroe logra reunir el dinero suficiente para pagar todo eso, ¿a qué se va a enfrentar? A un festival cultural británico pagado por el gobierno mexicano (bastante costoso para el gobierno), donde él no es considerado como agente cultural, y que además inundará la ciudad de eventos gratuitos o a muy bajo costo; a un festival de jazz anunciado con bombo y platillo por una universidad local, que se dedicará durante una semana a hacer eventos gratuitos; a una cantante portuguesa muy buena, también pagada por el gobierno mexicano, quien llenaría el teatro cobrando un boleto caro pero que se ofrece de manera gratuita (y, que por lo mismo, el 30% de público potencial cree erróneamente que regalan la entrada porque su actuación es deficiente y por consiguiente no asiste al evento y el teatro no se llena); a un festival de música sacra (la mayor parte de ella creada en el extranjero), que también dura una semana llena de eventos gratuitos; al internet (que es casi gratuito); a los cinemas múltiples; a los músicos callejeros; a algún italiano que se le ocurre hacer ópera en las calles (con músicos aficionados y sin producción escénica, pero eso si, "gratis"); a un performance gratuito por acá, a otro por allá, etc. etc., y, finalmente, acaba en la quiebra. Es decir, no pudo cobrar arriba de $200 el boleto porque los tacaños mexicanos pensaron que era un precio "para la oligarquía" (falso, la oligarquía puede pagar más). Con $200, apenas si podría pagar el alquiler del teatro, pero si cobraba más, entonces sí asistirían nada más tres o cuatro espectadores de una élite (pues los de la oligarquía, lamentablemente, son muy pocos, y, además, desprecian a la producción local). Pero, dada toda esa competencia desleal, el artista independiente sólo puede vender la mitad del boletaje. Si es alguien como yo, que de alguna manera tiene un subsidio permanente, lo podrá hacer de vez en cuando (y coleccionará las evidencias para cambiarlas por tortibonos culturales en la primera oportunidad, como lo están haciendo los organizadores del festival de música sacra, el del jazz, el que trajo a la cantante portuguesa, el italiano con sus ideas operísticas modernas y el del festival cultural anglosajón, entre otros). Entonces, el empresario cultural mexicano queda igual que el productor del paraguas mexicano: el gobierno de su país y sus compatriotas realizaron con éxito una cruzada para impedirle que pudiera obtener un beneficio por el producto de su actividad (y poder seguirla realizando), mientras que los asiáticos, los anglosajones, los caribeños y los europeos se llenaron de oro los bolsillos trabajando en México con el viento a su favor. Igual pasa con el cine: los norteamericanos producen sus películas con una tecnología de punta excelente, mientras que la mayoría de los mexicanos lo tienen que hacer con un equipo semiprofesional pasado de moda. Los norteamericanos reciben estímulos fiscales para proyectar sus películas en México y lo hacen en los multicinemas instalados en las plazas comerciales, llenas de mexicanos que van a comprar usando sus tarjetas de crédito adquiriendo deudas que les tomará de 2 a 20 años pagar, mientras que los cineastas mexicanos, en su mayoría (salvo raros fenómenos como "No se admiten devoluciones", pero que se explican por el rating televisivo de uno de los protagonistas) tendrán que proyectarse en cafés, en escuelas o en los domicilios de los interesados. Incluso, películas tan exitosas como la de Eugenio Derbez no podrán entrar a la academia cinematográfica mexicana, etc., etcétera. Y, si los mexicanos quieren proyectar su película en los Estados Unidos de Norteamérica o en China, tendrán que pasar por una cantidad bastante pesada de trabas fiscales, permisos aduanales, desplazamientos sindicales, etc. etcétera. Con esto, se asegura la dependencia cultural mexicana respecto del extranjero. Como también se asegura la dependencia tecnológica, económica, productiva, deportiva, científica, etc., etcétera.
Yo creo que la cultura debe ser gratuita siempre y cuando sea una educación para ser productivo y debe separarse muy claramente lo que debe ser gratuito de lo que no: se debe enseñar a pescar con responsabilidad social, pero no a regalar los pescados indiscriminadamente para hacer quebrar al competidor. Me explico: si al limosnero se le enseña a pescar para que le regale los pescados a otros limosneros (y en la temporada de veda), aquellos comerán un día y el pescador sí que acabará con los peces del río. Entonces, se habrá cometido un ecocidio y nadie más comerá pescados del río mexicano y habrá que importarlos de China o de Alaska. Y, por cierto ¿no es lo que está pasando? El pescado blanco del nilo viene de China, el salmón de Alaska o de Chile. ¿Y el blanco de Pátzcuaro? Me parece que está extinguido o tan contaminado que no es apto para el consumo humano. También, como parte de la cultura, se debe enseñar a no regatear, sino a pagarle al otro lo justo por su trabajo, a no hacerle competencia desleal, a respetar el trabajo ajeno y hacer valer el propio. Quiero decir, también se debe enseñar a ponerle el precio justo al trabajo propio y a saber venderlo. ¿Que soy muy mercantilista? Pues sí: vivo inmerso en una sociedad mercantilista, me guste o no. Así que: o nos volvemos totalmente comunistas, pero a la manera de Marx y no a la de Stalin, o nos volvemos mercantilistas con una economía de libre competencia, de competencia leal y equitativa. Pero no inmersos en el Frankestein que es la economía mixta mexicana (que además está inmersa en otro monstruo que es el de la globalización).

lunes, 18 de noviembre de 2013

La gratuidad de la cultura y el buen fin

Los temas de los que hablaré requieren de un estudio muy profundo y una gran documentación. Respecto al nivel de audiencia que alcanzaré, no me hago muchas ilusiones, porque sé que la mayoría de los lectores son flojos y sólo quieren leer cosas divertidas. Y, de por sí, solamente tengo de cuatro a diecisiete lectores asiduos. Pero no me importa y procedo a escribirlo. Me gustaría profundizar como un profesional, pero, dados mis proyectos personales y la complejidad de la vida moderna, que imponen un ritmo lento a lo que uno sueña, me impiden ir más allá de la opinión, la sospecha y la emoción. No obstante, los estudios y la experiencia personal, de alguna manera me ayudarán a documentar algo de lo que diré e ir un poco más allá en lo que voy a exponer. En resumen, me propongo plantear una situación y una serie de preguntas sin respuesta, para que sea Ud., amable lector, quien reflexione y busque la solución. Porque yo la busco afanosamente todos los días, sin encontrarla. Por ejemplo, en la vida real me enfrento a un monstruo mayor que a los programas cibernéticos en el ajedrez.  El Fritz, el RYBKA o el Houdini en cualquiera de sus versiones, son monstruos de silicón prácticamente imposibles de vencer en el ajedrez por un simple mortal como usted o yo. Aunque me jacto de haber acabado algunas partidas contra ellos en empate. Una de cada quinientos juegos. En la vida real, uno no sólo se enfrenta a gigantescas bases de datos, sino a gobiernos y corporaciones, armados con poderosas computadoras y dueños de dos factores poderosisimos: el dinero y la política, con los cuales, los otros elementos, como la publicidad y la educación, están a su servicio. ¿De dónde parte todo el mal? Un sitio muy probable son las cámaras legislativas: diputados, senadores y similares, en equipo con los poderes ejecutivos. Por ejemplo, en México, un diputado tiene sueldos mayores a $150 000 pesos mensuales, más prestaciones, aguinaldos, viáticos y servicios médicos, con los cuales fácilmente triplica su sueldo. Esto produce que los legisladores padezcan una miopía ante los verdaderos problemas del pueblo a quien tienen la obligación de representar y defender: es como si tuvieran un billete en los ojos, a modo de venda, que les impide percibir otra realidad que no sea la de ese billete. La cuestión es que ellos, en coordinación con el titular del poder ejecutivo, son los que hacen las leyes y las ponen en acción. Y, desde tiempos del expresidente Ernesto Zedillo, el Poder Judicial de la nación está supeditado al Poder Ejecutivo. De modo que está roto el equilibrio de poderes que tanto recomendaba Montesquieu. Claro, ahora dirán, Montesquieu era un pensador de hace varios siglos que no tenía ni la más remota idea de lo que está pasando ahora. Y, en parte, tal vez tengan algo de razón. Antes, durante el periodo hegemónico del PRI, el equilibrio estaba roto de otra manera: era el Poder Legislativo el que estaba supeditado. Ahora no es tan claro ese sometimiento. El hecho es que el Poder Judicial es prácticamente inútil para enmendar los abusos y errores de los otros dos poderes. Y, el Legislativo, está más preocupado por mantener cotos de poder partidarios que de resolver lo que realmente urge a la nación. Esto está ampliamente documentado y no me tomaré la molestia de hacerlo.
A lo que voy es a lo siguiente: la gratuidad de la cultura ¿Es benéfica o es una bomba de tiempo que estallará con efectos más perjudiciales que los del 11-s? Nadie duda que los libros de texto gratuito tienen una gran utilidad para nuestra nación. También es cierto que al entrar en vigor, muchas editoriales tuvieron que cambiar de giro o quebrar. Me parece que la gratuidad de la cultura aplicada de manera generalizada es como colocarle una gasa pegada con cinta adhesiva a alguien con una herida tan grave como, por decir, una pierna cercenada. Esto es como los precios de garantía de décadas pasadas: como los sueldos de la mayoría de los mexicanos eran bajos, en vez de permitir que el poder adquisitivo de la mayoría se elevara, se impuso sobre los productores agrícolas la prohibición de cobrar lo justo, obligándolos a vender por debajo del coste de producción. Los que lograron tener un subsidio gubernamental, sobrevivieron. Los que trataron de enfrentar dicha situación, tuvieron que vérselas por un lado contra los nacionales subsidiados, y por otro contra las importaciones que, de alguna manera, también competían con precios por debajo del coste de producción. A prácticas similares, los economistas las bautizaron con el vocablo anglosajón doomping, que significa "sentencia de muerte". Hasta ahí todo va muy bien: los subsidiados felices, los que compraron y vendieron productos extranjeros por debajo del coste de producción, también. Pero, ¿qué pasó con algunos de los que no obtuvieron subsidio ni franquicias extranjeras, pero se negaron a morir? Algunos se dedicaron al narcotráfico y al crimen organizado. Ya en la década de 1986 se percibía la gravedad del asunto: a los productores nacionales, como no les convenía cultivar maíz, frijol, café, etc., etc., les dio por cultivar mariguana, opio y otros vegetales más rentables para ellos. En el ámbito de la música ocurrió lo mismo: la mayoría de los compositores mexicanos quedaron fuera del mercado, fueran "cultos" o "populares" (hoy en día no hay diferencia, según las nuevas teorías, pero antes sí la había y a esa me remito, pues no es lo mismo el compositor de Vicente Fernández que Arturo Márquez, aunque el mejor hit de éste sea un danzón). Para 1994 ocurrió el nefasto "error de diciembre". En el sexenio pasado, alguien habría dicho que "era un catarrito", es decir, una pulmonía que significó la quiebra de aproximadamente el 80% de los empresarios mexicanos. Cosilla de nada, ¿verdad? Hubo un levantamiento armado. Pero, no pasó nada. Quiero decir, los sublevados no tomaron el poder y todo siguió igual. Salvo el incremento del narcotráfico y la depauperación de las clases medias para abajo.
Es muy sencillo, si la crisis y el desempleo se vuelven endémicos y eternos ¿Cómo se van a ganar la  vida los que no están subsidiados? Piénsenle tantito, yo ya me cansé de hacerlo. Ahora, si los productores independientes tienen que mantener a un Estado aparatoso, lleno de Legisladores, Ejecutivos, Magistrados, líderes y toda clase de burócratas que cobran altísimos sueldos, más una serie de académicos y artistas que también están subsidiados y todos ellos fomentan y/o practican actividades gratuitas faraónicas, con dineros de un pueblo que no puede recibir lo justo por el producto de su esfuerzo, debido a que todo mundo regala su trabajo o lo vende muy por debajo del coste de producción, ¿cuánto tiempo podrán seguir ejerciendo su oficio? Y, cuando quiebren, ¿de dónde sacará el gobierno dinero a través de los impuestos? La gratuidad de la cultura, tiene que ver con concepciones tales como los Estados Socialistas y la economía "de bienestar" (también conocida como "Estado Benefactor" o "Estado Providencia"). Y estaría más o menos bien si toda la humanidad viviera en un Estado de Bienestar Universal: las máquinas haciendo el trabajo "feo" de los humanos y éstos dedicados al Arte, al Deporte, la Filosofía, la Ciencia o la Religión: lo cual podría ser el ideal acariciado  por muchos utópicos, sean marxistas, anarquistas, cristianos, islámicos, etc., etcétera. Pero el socialismo "real" fue un remedio que salió peor que la enfermedad, y, a partir de 1989, cayó estrepitosamente, para gran desesperación de quienes teníamos esperanza en la humanidad y un mundo mejor. Ahora, en China y lo que quedó de la U.R.S.S., se practica un capitalismo bastante salvaje. Y, dentro de las trasnacionales, se maneja algo parecido a un totalitarismo que llenaría de orgullo a Stalin. Vivimos, pues, en una especie de economía mixta, donde hay grandes asimetrías y unos cuantos son inmensamente ricos y la mayoría estamos más o menos mal. Ejemplo, acá en México, desde un tiempo a la fecha, por el mes de noviembre, se practica algo que se llama "El Buen Fin". ¿Reactiva a la economía este programa? Si y no. Como dijo Luis Echeverría, hace algunas décadas, "ni nos beneficia ni nos perjudica, sino todo lo contrario". Es decir, beneficia a unos y perjudica a otros: como la mayoría de la población tiene tarjetas de crédito, acude a los grandes almacenes y a las tiendas departamentales, las cuales en su mayoría son franquicias. Compra pantallas de televisión y alimentos a crédito sin considerar que le va a tomar varios años pagar esa deuda, dados los altísimos intereses bancarios. ¿A quién beneficia que la gente compre un kilo de arroz con tarjeta de crédito y le tome más de dos años pagar esa deuda? En el Diario de Xalapa del lunes 18 de noviembre de 2013 salieron algunas noticias: "Wall Street cerró con otra alza histórica", "España e Irlanda no pedirán más ayuda a la UE" (pues ya salieron de su bache económico, en el que habría que preguntarse ¿Cómo fue que cayeron en él?). Estas noticias, salieron en la primera plana de la sección F, de Negocios. En la 4-f, es decir, en un sitio menos preponderante, hay otro encabezado interesante "Pequeños comerciantes sólo vieron pasar el Buen Fin". Es decir, no les trajo ningún beneficio "al contrario, hizo que sus ventas cayeran más en lo que va de este complicado año... el año ha sido malo en cuanto a las ventas porque se derrumbaron en los últimos meses ...este programa sólo beneficia a los grandes comercios porque les permite hacer ventas a largo plazo con las tarjetas y sin bajarle mucho a la mercancía".
Pero, volviendo a la cultura, en el sitio web http://www.conaculta.gob.mx/OIC/calendario-presupuesto-autorizadoSEP2013-DOF.pdf se puede ver lo que le tocó a CONACULTA. Es decir, su presupuesto se redujo drásticamente, así como el de otras instancias del subsector cultura. Si ya era escaso el subsidio a la cultura otorgado por el expresidente Felipe Calderón, en el actual se estima que el de CONACULTA cayó en un 40% y el de otros sectores culturales un 24% (con la excepción del INAH). Y se prevée que el de CONACULTA caerá un 42% en dos años. (Ver http://www.jornada.unam.mx/2013/11/15/politica/008n1pol)
Sabemos que el gobierno de Peña Nieto ha emprendido audaces reformas estructurales para allegarse de fondos, pues el país acabó en muy malas condiciones. No me pronuncio ni a favor ni en contra de ellas. Sólo sé que han provocado numerosas protestas y que algunas de ellas han impactado en fuertes pérdidas económicas para sectores ajenos a las contiendas, pero que por los bloqueos e incluso actos de vandalismo, han perdido millones de pesos. Lo cual se ha traducido en una bola de nieve, como suele suceder en todas las crisis económicas: si alguien deja de ganar dinero permanentemente, le deja de comprar a otro de manera permanente y éste, a su vez o deja de comprarle a un tercero o despide a x número de empleados, los que a su vez hacen cosas similares hasta que el sistema económico se sobre calienta. En 1929 pasó algo por el estilo: como a muchos comerciantes les dio por hacerle doomping al de enfrente, se dedicaron a hacer "ofertas" y más "ofertas" hasta que acabaron vendiendo su mercancía por debajo del coste de producción. Y llegó el momento en que no pudieron vender nada. Esto aunado a ciertas industrias como la del cine, que dado un avance tecnológico, podían sustituir el trabajo humano por el de una máquina, despidiendo a mucho personal. Ejemplo, el advenimiento del cine sonoro provocó que los músicos que tocaban en vivo para amenizar las películas de cine mudo y los editores que les proporcionaban las partituras, se quedaran sin trabajo de manera permanente (excepto los que tenían la fortuna de ser contratados para sonorizar la película, es decir, una gran minoría).
Continúo con mi planteamiento ¿Porqué dejó Calderón al país hecho una desgracia? Amén de que dejó de invertir en cultura e investigación para el desarrollo, la salud, las artes, etc, etc., lo hizo porque tomó la decisión de enfrentar al crimen organizado. ¿De qué tamaño era el enemigo? ¿Del tamaño de los precios de garantía de 1986 y del error de diciembre de 1994 y otros errores? El hecho es que en la actualidad, la violencia le cuesta al país entre el 8% y el 15% del PIB. En un país en el que a los gobiernos les duele invertir el 5% de este indicador a la cultura, la violencia tiene este costo, si no es que más. Pues, a menudo, las cifras oficiales sólo muestran la punta del iceberg. ¿Qué sucederá con los artistas independientes en este entorno? Si continúan regalando alegremente su trabajo, acabarán haciéndose el harakiri. Eso sí, morirán con mucho honor. Pues quien no come, se muere. Y, de seguir las cosas como van, si los subsidiados continúan regalando alegremente su trabajo, avasallando y aniquilando a los independientes sobrecargando el gasto económico de las empobrecidas instituciones culturales, ¿qué irá a pasar?
Además, muchos de los que saben de negocios, publicidad y marketing, saben que es mejor hacer un buen producto o servicio y venderlo caro, que andar haciendo cosas de calidad dudosa y vendiéndolas a precios de oferta. O, peor aún, regalándolas. El hecho de vender sistemáticamente por debajo del coste de producción o incluso regalar a perpetuidad un bien o servicio, fija en la mente del destinatario que tal cosa o servicio no tiene valor. O, aún cuando la valore, el día que se la cobren, va a hacer un gran berrinche. Pues, como dice el refrán "el que da y quita, con el diablo se desquita". Más ¿Porqué muchos artistas y productores culturales regalan su trabajo? Porque están haciendo puntos para recibir un pago adicional, una beca o un subsidio. Es lo que en otro tiempo llamábamos "el reparto de tortibonos". Sin importar que el pago sea lo justo o esté por debajo de lo previsto, el acumular más o menos tortibonos se traduce en cotos de poder y de cierto prestigio social. Por eso es que muchos, subsidiados o independientes, se dedican como enajenados a malbaratar su trabajo a cambio de los mentados tortibonos. El problema de una sociedad competitiva, es que solamente uno gana y los demás pierden. Las autoridades culturales, por su parte, están felices de que la oferta desborde a la demanda. Sin embargo, cualquier economista les diría: cuando hay un desequilibrio entre la oferta y la demanda, la gravedad del problema es del tamaño de la asimetría que existe entre  una y otra. Quizá algunos intelectuales están felices de que esto ocurra, pues así vendrá una crisis económica del tamaño de la de 1929 o peor y creen que automáticamente el capitalismo se derrumbará y el socialismo retomará el poder. Y por eso le echan más lumbre a la candela. En fin. Pero ¿Porqué existen esos programas de tortibonos culturales y artísticos? ¿Porque existieron los precios de garantía? ¿Porque a un grupo de legisladores se les ocurrió la genial idea, avalada y ejecutada por los otros dos poderes y no hubo ser humano que los pudiera detener?. ¿Consideraron que era mejor pasarse entre las piernas a grandes sectores productivos de la nación antes que permitir que un simple mortal pueda vivir decorosamente del producto de su trabajo?. Como dijo Bob Dylan: the answer is blowing in the wind.

domingo, 10 de noviembre de 2013

FADOS, RECUERDOS Y SAUDADE.


Una grata sorpresa para mí fue enterarme que Ana Moura cantaría en Xalapa un programa donde los fados eran el platillo principal. Vinieron a mi mente recuerdos: mis padres tenían dos discos de vinilo de 45 RPM con fados, hace ya medio siglo. Recuerdo en especial uno, del Hermano da Camara, quien cantaba, entre otras O brinco da tua orelha, cuya letra, traducida al castellano, diría más o menos “El arete de tu oreja, siempre se está meneando. Me gustaría dar un beso, donde tu arete te los va dando. Tiene un topacio dorado, ese arete de plata; un rubí muy encarnado, y una otra piedra fina. ¡Lo que yo sufro cuando lo veo airoso meneándose! Daría todo por un beso, donde tu arete te los va dando”. Esos arcaicos discos fueron mi primer encuentro con el fado, cuando yo salía de la adolescencia. También me encontré por aquella época con el fado Blanquita, de Amalia Rodrigues. Don Miguel Ángel Gómez (el alma y fundador de las Guitarras Xalapeñas) lo tocaba en su guitarra y a mi me parecía que había nexos entre el tango argentino y el fado portugués. “Estás loco”, me decía la gente cuando hablaba de esa presunta semejanza. “No hay punto de contacto”. Nunca lo creí. Quizá un análisis antropológico-sociológico-musicológico demostraría que es muy probable que este género haya viajado de Portugal a Brasil y de ahí a Argentina hasta mezclarse, a través de complicadas hibridaciones culturales. Por ejemplo, los Cinco Latinos grabaron una canción que se llama Ya no estás más a mi lado, corazón, que tiene un no se qué de fado. ¿O me equivoco? O viceversa: hoy se sabe que la chacona es un género que salió de Tampico y llegó hasta Europa hasta que J.S. Bach escribió la famosa chacona de la partita para violín en re menor. Tuve que esperar décadas, quizá hasta medio siglo, hasta que apareció Ana Moura, frente a mí, a unos escasos metros, y no resistí preguntarle: ¿Hay algún parentesco o afinidad entre el fado y el tango argentino? Al principio la desconcertó mi pregunta, tal vez por las pequeñas diferencias que hay entre el portugués y el castellano. Más, en cuanto entendió mi pregunta, contestó:
-Yo creo que sí, y es la particularidad de cantar la música con profundidad, algo que no es muy pensado estéticamente, sino que es desde adentro. (Y apoyó su dicho con un movimiento de manos que indicaba el carácter visceral de ambos géneros).
Hay algo en el fado que es exclusivo de los portugueses y algo que es común a todo el mundo latino. La guitarra portuguesa, como la presentó Ana Moura en el Teatro del Estado, tiene aspecto de mandolina o de laúd medieval. Me parece que se llama faborda. Y su sonoridad de cuerdas dobles o triples, me recuerda a los tumbaos y guajeos del tresillo cubano. Y, sus contracantos, a las requinteadas de los boleristas mexicanos (los Panchos, Los Ases, Los Diamantes, etc.). A su vez, los tríos mexicanos tienen una fuerte influencia sudamericana y caribeña. Bien decía Béla Bartok que destinar por un año a la musicología lo que la humanidad invierte en gasto bélico, demostraría que sólo hay una raza humana, la cual ha viajado por el tiempo y el espacio dejando su huella musical por todas partes. La musicología rastrearía ese trayecto y demostraría que las guerras no tienen razón de ser.
La voz de Ana Moura, mezzosoprano o quizá contralto, está llena de sensualidad y de saudade, una de las primeras palabras que aprendí del portugués. Quizá la primera fue corazao, a causa de los fados del Hermano da Camara. Mi predilección por el fado, hace medio siglo, me hizo sentirme como un bicho raro: a mis compañeros de escuela les gustaban los Beatles, los Rolling Stones. O el Bossa nova. Pero no conocían el fado; sin embargo, el pasado jueves 31 de octubre, me llevé un ramillete más de sorpresas: Ana Moura también cantaba en inglés y ya lo había hecho con los Rolling Stones. Y, en el Teatro del Estado, me encontré con una multitud de excompañeros de la Prepa: Bertha Rebolledo, Rocío Cházaro, Guillermo de la Luz Uscanga, entre otros. También me enteré de que el fado ahora está reconocido como patrimonio de la humanidad. Todo esto me parece un giro de 180 grados. Lo que me parece notable es que Ana Moura tiene un conjunto musical basado en la combinación tradicional portuguesa, pero reforzado con una batería de jazz, un bajo y un piano eléctricos. Esto le permite enriquecer el fado y el folklore del norte de Portugal con elementos de jazz y otras culturas musicales, sin perder su esencia portuguesa. Es decir, cuando quiere canta al estilo tradicional portugués y cuando no, experimenta con elementos de otras culturas sin perder su esencia nacional. Esto le permite impactar en una gama más grande de espectadores. La suya, me parece que es una propuesta acertada que mantiene un equilibrio entre tradición y modernidad.