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domingo, 27 de noviembre de 2016

Fidel, Fidel, ¿qué tiene Fidel?

No olviden que este blog es para externar una opinión donde se mezclan hechos reales, con recuerdos, proyecciones a futuro, puntos de vista muy personales y algo de análisis sin llegar a la profundidad de una tesis doctoral en torno a las materias a tratar. Lo digo porque sé que estoy a punto de abonar más puntos a mi tendencia #YoSoyImpopular, pues es probable que estas opiniones caigan mal tanto a los castristas como a los cubanos de Florida y otros exiliados. (Bautizados por Fidel Castro como los "gusanos").
En primer lugar, aclaro que no estoy hablando de los Fideles mexicanos, pues tenemos dos (Fidel Velázquez y Fidel Herrera Beltrán, este último con cara de costeño y aficionado a los colores rojos, lo cual se puede prestar a confusión). A éstos los dejo en paz, pues no son el sujeto de esta entrada. Sí lo es, en cambio, el inmortal guerrillero. Pues para bien y/o para mal, cambió el curso de la historia, no sólo en la isla caribeña, sino de todo el mundo. Él mismo dijo "La Historia me absolverá" en tanto que nuestro Fox le dijo "Comes y te vas" y el que pagó los platos rotos fue Peña Nieto, a quien desde Cuba le dijeron "Comes y te vas".

Trataré de evocar mis recuerdos en orden cronológico y tejer los otros conceptos en torno a este orden. Yo nací en 1952, a 7 años de terminada la Segunda Guerra Mundial y en plena Guerra de Corea. Soy hijo de un refugiado español de la Guerra Civil (1936-1939), de los llamados "Niños de Morelia", adoptados por el gobierno de Lázaro Cárdenas (condecorado con la medalla "Stalin" para la paz y casado con una sobrina nieta del General Heriberto Jara (también condecorado con otra medalla "Stalin" para la paz). Debería ser más chairo que el más recalcitrante de los chairos. Pero no lo soy.
El asunto es que he leído a Carlos Marx, a Lenin, a Mao Zedong y a Fidel Castro, entre otros (Martha Harnecker, Louis Althusser, Regis Debray, Roger Garaudi). Pero también estudié la carrera de Derecho y soy abogado con cédula profesional. Y aquí empiezo la historia: llegué a Xalapa hacia 1956 y para cuando tenía uso de razón, un día aparecieron los postes de la ciudad con unos carteles que decían "cristianismo sí, comunismo no".
Luego, mis vecinos me preguntaban "¿Eres católico?" y yo les respondía (a mis seis años de edad) "¿Qué es eso?" "¿No sabes? ¡Has de ser protestante!" El tono con el que me lo decían, me indicaba que eso era algo grave y vergonzoso. "No ¿Prostestate? ¿Qué es eso?" "¡Íjole! ¿Tampoco lo sabes? ¡Entonces eres peor!: ¡¡Has de ser comunista!!" Razón por la cual tuve que preguntarle a mi papá que significaban los conceptos "católico", "protestante" y "comunista". Porque me sentía como marcado y desde ese entonces me sabía como excluído.
Claro, todas las variantes del cristianismo son generosas, incluído el catolicismo (que según los protestantes no es cristianismo, sino satanismo), de modo que mis amigos me invitaron a redimirme del pecado asistiendo a Doctrina (años después iría a otra clase de doctrina, la comunista). Así que empecé a conocer los valores del cristianismo en su variante católica. Y, con todo lo que se diga y se pruebe (por ejemplo, la existencia de los tribunales de la Santa Inquisición), el cristianismo tiene un gran valor: la capacidad de perdonar y la preconización de la solaridad vía el amor mutuo. De hecho, en los fundamentos más arcaicos del Cristianismo, están también los del aspecto positivo del Comunismo. O, según Nietzche, los negativos: el uso del rencor de los pobres para, a través del ofrecimiento de una revancha, hacerse del poder.
El caso es que para aquellas fechas, como buen niño mexicano de la época, yo era un asiduo lector de "El Pato Donald" y quería ser millonario como Rico Mac Pato. En serio, quería tener mi arca personal y echarme un clavado sobre los millones de dólares, como lo hacía aquél personaje. Tal vez todavía quiero hacerlo. Mi madre me decía "En el siglo XX ya no es posible, hasta en Estados Unidos te van a cobrar impuestos y entre más tengas, más impuestos te cobrarán. Pero si vives en Cuba, te van a quitar todo". Y así me explicó cómo a los grandes terratenientes cubanos les expropiaron sus bienes raíces "lo cual era bueno para los pobres, que eran muchos".
Nos cambiamos de domicilio, pues vivíamos cerca de la gruta de La Orquídea y nos trasladamos a la colonia El Aguacatal. Cambiaron los amigos. Un día pasó volando una avioneta y mis amigos decían "Son los aviones norteamericanos que van a invadir Cuba y ya va a empezar la Tercera Guerra Mundial". Lejos de tener miedo, estábamos emocionados porque iba a haber algo de acción en nuestras aburridas vidas, inconscientes del pelígro que sería asistir a una verdadera guerra moderna. Para entonces, los norteamericanos ya se habían involucrado en la Guerra de Vietnam.
Lector de comics, al principio estaba del lado norteamericano, de los marines que mataban chinos y coreanos y les hacían volar su gorrito de piel de oso con su estrella roja de cinco picos. Sin embargo, mi madre me informó más al respecto y cambié de bando, lanzándoles hasta 1972 muy buena vibra a los vietnamitas del norte, quienes, finalmente, ganaron la guerra.
Vino el año 1968. Mi madre me encomendaba a mis hermanos, pues yo soy el mayor, y lo hacía por si no regresaban ella y mi padre, pues "se iban a manifestar". Afortunadamente, en Xalapa, el gobernador Fernando López Arias desobedeció hasta cierto punto las órdenes del genocida Gustavo Díaz Ordaz y sólo se limitó a ordenar el lanzamiento de gases lacrimógenos y una macaniza. Yo ya estaba en la Preparatoria. Podía ver en los periódicos murales de las facultades de la Universidad Veracruzana las imágenes de los abusos de los militares contra los estudiantes. Hasta que estalló el fatídico 2 de octubre. En ese momento me aparté del cristianismo y me volví simpatizante de todos los movimientos de izquierda.
Me trasladé a la ahora llamada Ciudad de México, a estudiar música. Me adherí a cuanto grupo disidente pude: al Comité de Lucha del Conservatorio Nacional de Música, a brigadas estudiantiles para "concientizar" obreros y a "Los Telerines", estudiosos del marxismo. Algunos de ellos ahora son doctores en economía con muy alto nivel en la materia. Si bien no compartí su vocación y mi perfil para la economía era menos talentoso que el de ellos, algo les aprendí.
El caso es que Los Telerines  celebrabamos cada vez que alguien secuetraba un avión y lo desviaba hacia La Habana. Esto ocurrió una y otra vez. Creo que había una canción que no he podido localizar, cuyo estribillo era "Fidel, Fidel ¿qué tiene Fidel que lo americano (sic) no pueden con él?". Tal era nuestro enojo con el sistema. Sistema asesino de estudiantes en México, de campesinos en Vietnam.
Pero también conocí la otra cara de la moneda: el emigrante que odiaba a Fidel y al comunismo. Gente que dejó su patria, que lo perdió todo. No he conocido un sólo cubano emigrante que hable bien de Fidel.
También hacíamos chiste de eso (¿De qué no hace chistes el mexicano?): "Estaba el cubanito en una lancha, con dos ramos de flores, uno rojo y otro blanco. Tiraba una flor roja al mar y decía "flol loja pa' Fidel" (Por alguna razón, algunos cubanos, al igual que los chinos, cambian la "ere" por la "ele")."Flol blanca pala mí, flol loja pa´ Fidel, flol blanca pala mí" y así se pasó un buen tiempo hasta que tras mirar a todos los puntos cardinales vió que nadie lo vigilaba. Accionó el motor de la lancha. Zoom. "Y ahora, Flol lila (Florida) pala mí". O estaba otro cubano en un parque con su hijo frente a una estatua de Fidel. El hijo le preguntó "Papá ¿Porqué tiene una estatua este señor?" "Porque nos quitó las cadenas", respondió el hombre, mientras veía que un espía se retiraba del lugar, satisfecho por la respuesta. "¿Y qué son las cadenas?" volvió a preguntar el niño. "Son unas cosas que usábamos para sujetar los relojes de bolsillo al cinturón".
La verdad es que hasta los cinestas oficiales de la Cuba comunista bromeaban con el trato que Fidel le daba a los antiguos capialistas cubanos. Hay una escena muy famosa en la versión cinematográfica cubana de "Las doce sillas" de Gogol donde el cubano burgués anda huyendo y se topa de frente con Fidel y se lleva un susto mayúsculo.
No todas las películas son festivas. Mucho menos las que vienen del lado emigrante. Es verdad que la Revolución Cubana es ejemplar en materia de medicina, deportes, artes y avances científicos. Pero también es cierto que el famoso salto "Del Reino de la Necesidad al Reino de la Libertad"  no se logró a satisfacción de todos los cubanos. Se culpa al gobierno norteamericano por el despiadado bloqueo comercial. De ahí la inteligente maniobra de Obama para cancelarlo. Al no haber bloqueo, tampoco habrá pretexto. Sin el bloqueo, las fallas serán del gobierno cubano. Pero no creo que ésto lo entienda Donald Trump.
El hecho es que la Revolución Cubana fue emblemática para nuestra generación de la lucha contra el Imperialismo Yanqui y las asimetrías sociales. Pero también es cierto que los secuestros de aviones para desviarlos a La Habana cesaron y en su lugar aparecieron los "balseros" (emigrantes cubanos que huyen sobre una balsa de neumáticos de automóvil, en condiciones de alto riesgo).
En resumen, que los cubanos de Miami tienen fuertes motivos para celebrar la muerte del patriarca; o, al menos, permanecer indiferentes ante este suceso. Pero los mexicanos no estamos para acompañarlos en su festejo, pues la mayoría de ellos votó por Donald Trump. Así que les aproveche, que no se indigesten con el exceso en el festejo.
Lo ideal sería continuar con la política de distensión entre ambas naciones hermanas y que tanto de uno como de otro lado se respetasen los derechos humanos. Pues está bien documentado que tanto unos como otros violentan los derechos humanos de sus respectivos disidentes. Por ejemplo, se sabe que en Cuba, para que un isleño pueda beber Coca Cola tiene que conseguir dólares de contrabando o pedirle a un turista que la compre por él. Digo, no es que sea el gran refresco la Coca Cola (comparto con Hugo Chávez la idea de que las Coca Colas son "las aguas negras del imperialismo"). Pero también es cierto que en un día de calor, por ejemplo, de hacer bicicleta al aire libre durante dos horas initerrumpidas una Coca Cola resulta ser muy reconfortante. O ayuda a manejar otras dos horas en un viaje que ya lleva siete horas. El asunto es que si alguien quiere tomarse una Coca Cola, es su problema y, en mi opinión, es un abuso estatal restringirle a los nacionales este derecho y permitírselo a los turistas extranjeros. En serio, para muchos emigrantes la figura de Fidel es (aún después de muerto) como una pesada loza que cargan sobre sus cabezas. ¿Cuántos puntos me anoté ahora en la tendencia #YoSoyImpopular? Antes de señalarme con índice de fuego, sugiero que lean los discursos de Fidel Castro, y que vean el documental que Oliver Stone hizo sobre él. También hay un episodio en una de las películas de El Padrino de Francis Ford Coppola que se desarrolla en La Habana, durante el final de la dictadura de Batista y es uno de los mejores episodios de esa saga cinematográfica. También hay muy buenos filmes de los cubanos de Florida, donde se plantea la época de La Revolución y la división de las familias cubanas, pues unos apoyan a los guerrilleros, otros al régimen de Batista. Se plantea muy bien el drama desde el punto de vista de los vencidos, de todas las humillaciones, de los errores, de las traiciones.Y, sobre todo, de lo duro que es abrirse paso en una nación extraña sin una moneda en el bolsillo y hablando una lengua bastante diferente.
El asunto es que no se puede hacer el bien destruyendo a otros pero tampoco se pueden evitar las revoluciones haciendo el mal a grandes sectores de la población. Veracruzanos, pongan sus barbas a remojar. Ahora en México hay una situación de malestar, no sólo en Veracruz, que puede ser caldo de cultivo de otra Revolución Armada. Las guerras sólo traen muerte y destrucción. Algunas las gana un bando. Otras, son como la de Colombia. O como las guerras de 30 y 100 años de Europa, en tiempos pasados.
Pero, como dijo Orwell en 1984 "Lo importante no es quién gane o pierda la batalla, lo importante es que la guerra continúe, porque la guerra destruye la obra del ser humano". Tal vez sería mejor que en vez de mirar las películas que yo recomendé vean la saga de "El planeta de los simios", para que alcancen a imaginar hasta adonde nos pueden llevar la estupidez y el egoísmo humanos.


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