Translate

Vistas de página en total

miércoles, 22 de noviembre de 2017

LA CASA DE ALEX (Ejercicio literario)

No resisto compartirles el resultado de otro ejercicio literario que se llama "El mono imitador". En este caso, consiste en tomar como modelo a Borges y hacerle una variación a "La casa de Asterión". Disfrútenlo, creo que está divertido.



LA CASA DE ALEX


…y el gobernador apadrinó a un chico que se llamaba Javier.
El País, México, 1º de marzo de 2016

Por Francisco González Christen

            Sé que me acusan de insensibilidad y tal vez de cleptomanía, y tal vez de locura. Tales acusaciones (que yo castigaré a su debido tiempo) son irrisorias. Es verdad que no salgo de mi domus aurea, pero también es verdad que sus puertas (cuyo número es infinito)[1] están abiertas día y noche a los universitarios y también a los jubilados. Que entre el que quiera. No hallará pompas mujeriles aquí ni el austero aparato de las universidades pero sí la quietud y la soledad. Asimismo hallará una domus como no hay otra en la faz de la tierra. (Mienten los que declaran que en Roma hay una parecida.) Hasta mis detractores admiten que no hay un solo mueble en mi casa, salvo mi x-box. Otra especie ridícula es que yo, Alex,[2] soy un prisionero. ¿Repetiré que no hay puerta cerrada, añadiré que no hay cerradura? Por lo demás, algún atardecer he pisado la calle; si antes de la noche volví, lo hice por el temor que me infundieron las caras de los manifestantes, caras descoloridas y aplanadas, como la mano abierta. Ya se había puesto el sol, pero el cascado insulto de un anciano y los toscos discursos de los oradores dijeron que me habían reconocido. La gente gritaba, saltaba, se amotinaba, unos se encaramaban en las escalinatas de la Plaza Lerdo, otros juntaban huevos podridos. Alguno, creo, se enfrentó a la policía antimotines con sus muletas.

            No en vano fue un ex gobernador mi padrino, no puedo confundirme con el vulgo, aunque mi modestia lo quiera. El hecho es que soy único. No me interesa lo que un hombre pueda transmitir a otros hombres; como el filósofo, pienso que nada es comunicable por el arte de la escritura. Por eso odio a los periodistas. Las enojosas y triviales minucias no tienen cabida en mi espíritu, que está capacitado para lo grande; pues yo merezco abundancia; jamás he distinguido la diferencia entre una letra y otra. Cierta impaciencia, imprudencia, verbal contingencia, no exhibir excesiva ciencia y total falta de clemencia según conveniencia no han consentido que yo aprendiera a leer. A veces deploro, porque las noches y los días son largos.

            Claro que no me faltan distracciones. Semejante al adolescente con su video juego, hago rodar a James Bond por las galerías de piedra hasta rodar por el suelo, mareado. Lo agazapo a la sombra de un aljibe o a la vuelta de un corredor y juego a que me buscan él y la interpol. Hay azoteas donde tengo un helicóptero del que me dejo caer, hasta ensangrentarme. A cualquier hora puedo jugar a estar dormido, con los ojos cerrados y la respiración poderosa. (A veces me duermo realmente, a veces ha cambiado el color del día cuando he abierto los ojos.)  Pero de tantos juegos el que prefiero es el de Javier. Finjo que viene a visitarme y yo le muestro la domus. Con grandes reverencias le digo: Señor Gobernador, ahora volvemos al salón oval, sus bóvedas son de oro, las estrellas de las constelaciones son diamantes. Hay una plataforma giratoria que mueve el piso según la constelación del año, por eso las doce puertas. O bien le digo ya verá Su Excelencia cómo el Sótano se bifurca. “Por fin puedo vivir como hombre”, me responde y reímos buenamente los dos.

            No sólo he imaginado esos juegos; también he meditado sobre la domus. Todos los muros de la casa están recubiertos de mármol, cualquier lugar es otro lugar. Hay un lago iluminado con luz artificial, un bosque, y una estatua colosal inspirada en mí; son doce [son infinitos] los pesebres, abrevaderos, patios, aljibes. El rancho es del tamaño del mundo; mejor dicho. Es el mundo. Sin embargo, a fuerza de fatigar patios con una fuente y polvorientas galerías de mármol de Carrara he alcanzado la calle y he visto la selva Lacandona y el puerto de Liverpool. Eso no lo entendí hasta que una visión me reveló que también son doce [son infinitos] los puertos y los aeropuertos. Todo está muchas veces, doce veces, pero dos cosas hay en el mundo que parecen estar una sola vez: arriba, el intrincado sol; abajo, Alex. Quizá yo me he robado las estrellas y el sol y la enorme domus pero ya no me acuerdo.

            Cada seis años entran a la domus nueve hombres para que yo los libere de todo mal. Oigo sus pasos o su voz en el fondo de las galerías de mármol y corro alegremente a buscarlos. La ceremonia dura pocos minutos. Uno tras otro caen sin que yo me ensangriente las manos. Para eso tengo a Bermúdez. Donde cayeron, quedan, y los cadáveres ayudan a distinguir una galería de las otras. Ignoro quienes son, pero sé que uno de ellos profetizó, en la hora de su muerte, que alguna vez llegaría mi sucesor. Desde entonces no me duele la soledad y al fin se levantará sobre el polvo. Si mi oído alcanzara todos los rumores del mundo, yo percibiría sus pasos. Ojalá me lleve a un lugar con más galería y más puertas. ¿Cómo será mi sucesor?, me pregunto ¿Será un perro o será un chino? ¿O será tal vez un burro copetón? ¿O será como yo?

            El sol de la mañana reverberó en la Magnum de cachas doradas. Ya no quedaba ni vestigio de frutsis y gansitos.

            ­–¿Lo creerás, Enrique? –dijo Osorio Chong–. El prisionero apenas se defendió.




[1] El original dice doce, pero sobran motivos para inferir que, en boca de Alex, ese adjetivo numeral vale por infinitos.
[2] Yo no me llamo Javier.

2 comentarios:

  1. Excelente cuento, como quería Borges es esto, precisamente, que el lector juegue y juzgue con y a la historia de cada ser humano, que siempre es como la casa de Asterión, infinita, como los crímenes que es capaz de hacer cada sujeto político surgido de las cloacas de la domus de los patriarcas de Sion, muy de humor crítico y cinematográfico, me he reído muchísimo.

    ResponderEliminar
  2. En mi versión la casa de Asterión se transformó en la domus aurea de Nerón combinada con ciertos "ranchitos" del Edo Mex y Chiapas, ja ja. Me alegra haberte hecho reír. Yo también me reí mucho con el resultado. ¡Saludos!

    ResponderEliminar