Translate

Vistas de página en total

martes, 19 de noviembre de 2013

Cultura y elitismo

Comentando mi artículo anterior, el día de ayer, uno de mis cuñados me hizo notar lo siguiente:

"Finalmente estás planteando que la cultura sea accesible a unos cuántos mortales. Es decir, la oligarquía en la cultura y en la educación y en el bienestar.....y en que más? Tú pensamiento, estimado cuñado, es totalmente burgués y mercantilista. Y tus analogías con otros hechos y planteamientos de la economía no son del todo atinadas; la cultura y el arte, entre otras actividades humanas, finalmente no son 'mercancías' que se coman, son prescindibles para la sobrevivencia afortunadamente. El contexto además es que vivimos en un país de pobres en su mayoría e incultos para rematar o como consecuencia".

Debo admitir que mi cuñado tiene razón en varios puntos: en un país de pobres, cobrar el acceso a la cultura es negarles el acceso a ella. Tampoco la cultura y el arte son mercancías. Más no estoy de acuerdo en que sean prescindibles para la sobrevivencia, pues es precisamente la cultura la que nos ayuda como especie a sobrevivir: la cultura es todo lo que el ser humano hace, incluida toda su producción simbólica (la ciencia, el arte, la religión, etc.).
La cuestión está en ¿Porqué México es un país de pobres? Aunque tenemos muchos diputados que cobran sueldos altísimos, en proporción a los más de 80 millones de mexicanos, son muy pocos. ¿Cómo se organizan los chinos? El Estado los mantiene a todos, les da cultura, alimentación, salud, entretenimiento, deporte y trabajo. Con eso abaratan los costes de producción a niveles tan sorprendentemente bajos, que los grandes empresarios mexicanos, en vez de invertir en México, lo hacen en China y les sale más barato producir allá un paraguas, traerlo a través del Océano Pacífico, pagar un arancel en la aduana que hacerlo en México, pagar al IMSS, a la SHCP, etc. Es decir, todo el proceso anterior le permite a nuestros capitalistas vender el paraguas chino en México a $30ºº mientras que el mexicano, con los mismos materiales y las mismas características, se tiene que vender a $80ºº. Con la diferencia de que el chino tiene una caducidad inducida acelerada y sólo va a servir para dos o tres aguaceros, mientras que el mexicano durará todo un año. Pero, los tacaños mexicanos, preferirán estar comprando un paraguas chino cada tres aguaceros "porque los mexicanos son muy caros".
-¡Que le bajen a los precios si quieren vender su paraguas!- dirán mis compatriotas.
¿Cómo se organizan nuestros vecinos norteamericanos? (Los "gringos", pues). Si estás en territorio estadounidense, puedes ganarte tu dinero haciendo lo que sepas hacer. Si no tienes un título universitario, en invierno, puedes palear la nieve de las casas y ganarte un dólar por cada entrada que limpies. Si es verano, puedes ser mesero en algún restaurante de fast food, etc. En el peor de los casos, un seguro de desempleo te mantendrá vivo si no consigues trabajo, pero serás mal visto si en poco tiempo no consigues uno. Si tienes un título de licenciatura, allá tu trabajo vale más y tienes mayores posibilidades de conseguirlo. Por esa razón, muchos de mis compatriotas ven como le hacen y se internan en los EU como pueden, incluso sin tener los permisos legales correspondientes, pues es mil veces mejor estar trabajando allá haciendo las tareas "que ni los negros quieren hacer" (como dijo uno de nuestros lamentables ex-presidentes) que estar aquí expuesto a todos los riesgos que implica "jugársela con México".
¿Cómo se organizan en Cuba? El estado mantiene a sus ciudadanos (de una manera más jodida que en China), pero los prepara bien: si son buenos para el deporte, el estado los adopta y los prepara hasta alcanzar niveles competitivos muy altos. Lo mismo si tienen talento para el arte, la medicina, etc. etc. Y ya que los cubanos adquieren un nivel profesional elevado, si no ingresan a la élite del partido comunista, pueden optar por construir una balsa y huir a Miami o a México. En ambos lugares, gracias a la formidable preparación que tienen, pueden trepar socialmente hasta alcanzar un nivel de vida muy cómodo. Particularmente en México, donde se privilegia lo extranjero y se desprecia lo local.
¿Y cómo nos organizamos en México? Tenemos una oligarquía dueña de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, que además es dueña de los medios de comunicación y una masa inmensa de pobres acostumbrados a ser mantenidos por el gobierno o a cazar "ofertas". Claro está, que no todos pueden ser mantenidos por el gobierno y los que lo son, ganan el mínimo indispensable para vivir (salvo que pertenezcan a alguna de las élites). Cuando un egresado de alguna escuela mexicana quiere ejercer su oficio, es mal visto si quiere cobrar por sus servicios. Pero si es necio e insiste, entonces, tanto los oligarcas como los otros pobres, se ponen a ejercer el mismo oficio, pero ofreciéndolo gratis o con ofertas por debajo del coste de producción. Que la oligarquía lo haga, tiene sentido, pues así mantiene sus cotos de poder. Pero que los otros pobres lo hagan, es un absurdo. Pero lo hacen.
La cultura, como dije anteriormente, es todo aquello que el ser humano hace, incluida la producción simbólica (arte, ciencia, etc.). Por consiguiente, la sabiduría para ganarse la vida es cultura. Me viene a la mente un refrán, me parece que es de origen japonés: "Si a un limosnero le regalas un pez, comerá un día. Si le enseñas a pescar, comerá toda su vida". Los defensores del sistema económico mexicano han tratado de reducir al absurdo este hermoso pensamiento diciendo que "si le enseñas a pescar, depredará el medio ambiente". Lo cual no es del todo acertado, pues "si le enseñas a pescar correctamente, pescará con responsabilidad social, comerá toda su vida y preservará el medio ambiente".
Sigo con el planteamiento del sistema mexicano: si un artista escénico local no logra tener un padrino que le permita trabajar para el gobierno o una universidad, o ganar becas y estímulos estatales con cierta regularidad, para poder seguir ejerciendo su oficio tendrá que rentar el teatro donde presentará su actividad, pagarle a los tramoyistas, a los técnicos, a los intendentes (que ya cobran un sueldo en el gobierno). Y lo tendrá que hacer con dinero ajeno, usando sus tarjetas de crédito bancarias, en un país donde los bancos cobran los intereses más altos del mundo. Me explico: si en México pagas dos veces "el mínimo a pagar", el cual, por ejemplo son $2000 pesos (que es mucho para un subsidiado con el mínimo indispensable para sobrevivir), el pago se distribuye así: $3999 pesos por concepto de intereses, un peso para pago de la deuda. Así que le tomará 4000 quincenas para pagar esa deuda. Si este romántico empresario teatral quiere tener una presencia publicitaria notoria, también se verá obligado a pagar por ella una cantidad similar a la desembolsada en el alquiler del espacio escénico y los recursos humanos involucrados en el proceso. Pero, además, deberá pagar un arancel para obtener el permiso de trabajar, más un impuesto municipal sobre el boletaje vendido, el sueldo de los taquilleros más su cuota sindical. Y, dependiendo de la legislación fiscal en turno, a veces tendrá que pagar otro impuesto estatal y el temido IVA. Mas eso no es todo: el teatro le exijirá una fianza para asegurarse de que el Teatro quedará en buenas condiciones o hacerle una reparación y el Municipio le exijirá otra "para asegurar el pago del impuesto" (¿O será más bien para asegurarse de que no tenga  dinero para la publicidad y su evento sea un fracaso económico?) Suponiendo que nuestro héroe logra reunir el dinero suficiente para pagar todo eso, ¿a qué se va a enfrentar? A un festival cultural británico pagado por el gobierno mexicano (bastante costoso para el gobierno), donde él no es considerado como agente cultural, y que además inundará la ciudad de eventos gratuitos o a muy bajo costo; a un festival de jazz anunciado con bombo y platillo por una universidad local, que se dedicará durante una semana a hacer eventos gratuitos; a una cantante portuguesa muy buena, también pagada por el gobierno mexicano, quien llenaría el teatro cobrando un boleto caro pero que se ofrece de manera gratuita (y, que por lo mismo, el 30% de público potencial cree erróneamente que regalan la entrada porque su actuación es deficiente y por consiguiente no asiste al evento y el teatro no se llena); a un festival de música sacra (la mayor parte de ella creada en el extranjero), que también dura una semana llena de eventos gratuitos; al internet (que es casi gratuito); a los cinemas múltiples; a los músicos callejeros; a algún italiano que se le ocurre hacer ópera en las calles (con músicos aficionados y sin producción escénica, pero eso si, "gratis"); a un performance gratuito por acá, a otro por allá, etc. etc., y, finalmente, acaba en la quiebra. Es decir, no pudo cobrar arriba de $200 el boleto porque los tacaños mexicanos pensaron que era un precio "para la oligarquía" (falso, la oligarquía puede pagar más). Con $200, apenas si podría pagar el alquiler del teatro, pero si cobraba más, entonces sí asistirían nada más tres o cuatro espectadores de una élite (pues los de la oligarquía, lamentablemente, son muy pocos, y, además, desprecian a la producción local). Pero, dada toda esa competencia desleal, el artista independiente sólo puede vender la mitad del boletaje. Si es alguien como yo, que de alguna manera tiene un subsidio permanente, lo podrá hacer de vez en cuando (y coleccionará las evidencias para cambiarlas por tortibonos culturales en la primera oportunidad, como lo están haciendo los organizadores del festival de música sacra, el del jazz, el que trajo a la cantante portuguesa, el italiano con sus ideas operísticas modernas y el del festival cultural anglosajón, entre otros). Entonces, el empresario cultural mexicano queda igual que el productor del paraguas mexicano: el gobierno de su país y sus compatriotas realizaron con éxito una cruzada para impedirle que pudiera obtener un beneficio por el producto de su actividad (y poder seguirla realizando), mientras que los asiáticos, los anglosajones, los caribeños y los europeos se llenaron de oro los bolsillos trabajando en México con el viento a su favor. Igual pasa con el cine: los norteamericanos producen sus películas con una tecnología de punta excelente, mientras que la mayoría de los mexicanos lo tienen que hacer con un equipo semiprofesional pasado de moda. Los norteamericanos reciben estímulos fiscales para proyectar sus películas en México y lo hacen en los multicinemas instalados en las plazas comerciales, llenas de mexicanos que van a comprar usando sus tarjetas de crédito adquiriendo deudas que les tomará de 2 a 20 años pagar, mientras que los cineastas mexicanos, en su mayoría (salvo raros fenómenos como "No se admiten devoluciones", pero que se explican por el rating televisivo de uno de los protagonistas) tendrán que proyectarse en cafés, en escuelas o en los domicilios de los interesados. Incluso, películas tan exitosas como la de Eugenio Derbez no podrán entrar a la academia cinematográfica mexicana, etc., etcétera. Y, si los mexicanos quieren proyectar su película en los Estados Unidos de Norteamérica o en China, tendrán que pasar por una cantidad bastante pesada de trabas fiscales, permisos aduanales, desplazamientos sindicales, etc. etcétera. Con esto, se asegura la dependencia cultural mexicana respecto del extranjero. Como también se asegura la dependencia tecnológica, económica, productiva, deportiva, científica, etc., etcétera.
Yo creo que la cultura debe ser gratuita siempre y cuando sea una educación para ser productivo y debe separarse muy claramente lo que debe ser gratuito de lo que no: se debe enseñar a pescar con responsabilidad social, pero no a regalar los pescados indiscriminadamente para hacer quebrar al competidor. Me explico: si al limosnero se le enseña a pescar para que le regale los pescados a otros limosneros (y en la temporada de veda), aquellos comerán un día y el pescador sí que acabará con los peces del río. Entonces, se habrá cometido un ecocidio y nadie más comerá pescados del río mexicano y habrá que importarlos de China o de Alaska. Y, por cierto ¿no es lo que está pasando? El pescado blanco del nilo viene de China, el salmón de Alaska o de Chile. ¿Y el blanco de Pátzcuaro? Me parece que está extinguido o tan contaminado que no es apto para el consumo humano. También, como parte de la cultura, se debe enseñar a no regatear, sino a pagarle al otro lo justo por su trabajo, a no hacerle competencia desleal, a respetar el trabajo ajeno y hacer valer el propio. Quiero decir, también se debe enseñar a ponerle el precio justo al trabajo propio y a saber venderlo. ¿Que soy muy mercantilista? Pues sí: vivo inmerso en una sociedad mercantilista, me guste o no. Así que: o nos volvemos totalmente comunistas, pero a la manera de Marx y no a la de Stalin, o nos volvemos mercantilistas con una economía de libre competencia, de competencia leal y equitativa. Pero no inmersos en el Frankestein que es la economía mixta mexicana (que además está inmersa en otro monstruo que es el de la globalización).

No hay comentarios:

Publicar un comentario