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domingo, 10 de noviembre de 2013

FADOS, RECUERDOS Y SAUDADE.


Una grata sorpresa para mí fue enterarme que Ana Moura cantaría en Xalapa un programa donde los fados eran el platillo principal. Vinieron a mi mente recuerdos: mis padres tenían dos discos de vinilo de 45 RPM con fados, hace ya medio siglo. Recuerdo en especial uno, del Hermano da Camara, quien cantaba, entre otras O brinco da tua orelha, cuya letra, traducida al castellano, diría más o menos “El arete de tu oreja, siempre se está meneando. Me gustaría dar un beso, donde tu arete te los va dando. Tiene un topacio dorado, ese arete de plata; un rubí muy encarnado, y una otra piedra fina. ¡Lo que yo sufro cuando lo veo airoso meneándose! Daría todo por un beso, donde tu arete te los va dando”. Esos arcaicos discos fueron mi primer encuentro con el fado, cuando yo salía de la adolescencia. También me encontré por aquella época con el fado Blanquita, de Amalia Rodrigues. Don Miguel Ángel Gómez (el alma y fundador de las Guitarras Xalapeñas) lo tocaba en su guitarra y a mi me parecía que había nexos entre el tango argentino y el fado portugués. “Estás loco”, me decía la gente cuando hablaba de esa presunta semejanza. “No hay punto de contacto”. Nunca lo creí. Quizá un análisis antropológico-sociológico-musicológico demostraría que es muy probable que este género haya viajado de Portugal a Brasil y de ahí a Argentina hasta mezclarse, a través de complicadas hibridaciones culturales. Por ejemplo, los Cinco Latinos grabaron una canción que se llama Ya no estás más a mi lado, corazón, que tiene un no se qué de fado. ¿O me equivoco? O viceversa: hoy se sabe que la chacona es un género que salió de Tampico y llegó hasta Europa hasta que J.S. Bach escribió la famosa chacona de la partita para violín en re menor. Tuve que esperar décadas, quizá hasta medio siglo, hasta que apareció Ana Moura, frente a mí, a unos escasos metros, y no resistí preguntarle: ¿Hay algún parentesco o afinidad entre el fado y el tango argentino? Al principio la desconcertó mi pregunta, tal vez por las pequeñas diferencias que hay entre el portugués y el castellano. Más, en cuanto entendió mi pregunta, contestó:
-Yo creo que sí, y es la particularidad de cantar la música con profundidad, algo que no es muy pensado estéticamente, sino que es desde adentro. (Y apoyó su dicho con un movimiento de manos que indicaba el carácter visceral de ambos géneros).
Hay algo en el fado que es exclusivo de los portugueses y algo que es común a todo el mundo latino. La guitarra portuguesa, como la presentó Ana Moura en el Teatro del Estado, tiene aspecto de mandolina o de laúd medieval. Me parece que se llama faborda. Y su sonoridad de cuerdas dobles o triples, me recuerda a los tumbaos y guajeos del tresillo cubano. Y, sus contracantos, a las requinteadas de los boleristas mexicanos (los Panchos, Los Ases, Los Diamantes, etc.). A su vez, los tríos mexicanos tienen una fuerte influencia sudamericana y caribeña. Bien decía Béla Bartok que destinar por un año a la musicología lo que la humanidad invierte en gasto bélico, demostraría que sólo hay una raza humana, la cual ha viajado por el tiempo y el espacio dejando su huella musical por todas partes. La musicología rastrearía ese trayecto y demostraría que las guerras no tienen razón de ser.
La voz de Ana Moura, mezzosoprano o quizá contralto, está llena de sensualidad y de saudade, una de las primeras palabras que aprendí del portugués. Quizá la primera fue corazao, a causa de los fados del Hermano da Camara. Mi predilección por el fado, hace medio siglo, me hizo sentirme como un bicho raro: a mis compañeros de escuela les gustaban los Beatles, los Rolling Stones. O el Bossa nova. Pero no conocían el fado; sin embargo, el pasado jueves 31 de octubre, me llevé un ramillete más de sorpresas: Ana Moura también cantaba en inglés y ya lo había hecho con los Rolling Stones. Y, en el Teatro del Estado, me encontré con una multitud de excompañeros de la Prepa: Bertha Rebolledo, Rocío Cházaro, Guillermo de la Luz Uscanga, entre otros. También me enteré de que el fado ahora está reconocido como patrimonio de la humanidad. Todo esto me parece un giro de 180 grados. Lo que me parece notable es que Ana Moura tiene un conjunto musical basado en la combinación tradicional portuguesa, pero reforzado con una batería de jazz, un bajo y un piano eléctricos. Esto le permite enriquecer el fado y el folklore del norte de Portugal con elementos de jazz y otras culturas musicales, sin perder su esencia portuguesa. Es decir, cuando quiere canta al estilo tradicional portugués y cuando no, experimenta con elementos de otras culturas sin perder su esencia nacional. Esto le permite impactar en una gama más grande de espectadores. La suya, me parece que es una propuesta acertada que mantiene un equilibrio entre tradición y modernidad.

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