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domingo, 27 de abril de 2014

Los duraznos, alimento de los inmortales.

Hoy me dediqué a obsequiar y trasplantar unos arbolitos de durazno que nacieron en mis macetas. Los que sembré en un área verde de mi fraccionamiento me exigieron una labor adicional: para acceder al sitio donde quedaron, tuve que abrirme paso entre la maleza machete en mano y, al final, trepar una loma varias veces, una con el pico y la pala, otra con los arbolitos. Cuando llegué a lo alto de la loma, prácticamente había dejado todas mis fuerzas. Hacía un calor insoportable. Para colmo, si el zapapico se topaba con el envase de plástico de una cocacola de 2 litros, una piedra, un alambre o algún otro objeto, la herramienta nada más rebotaba sin escarbar el agujero donde habría de acabar el arbolito. Una vecina me vio y me pidió el favor de que también le trasplantara una bugambilia y dos limoneros. Los limoneros tenían la raíz más profunda, de modo que tuve que escarbar más. Pero fue una bendición que la vecina se apareciera por ahí, por la parte trasera de su casa: me obsequió dos vasos con agua, me prestó una manguera para regar las plantitas y darme un duchazo que me supo a gloria; y, sobre todo, porque llamó a Juan, el vigilante, para que me ayudara a plantar el último limonero, pues yo ya estaba al borde del infarto, ja ja. Orgullosamente les digo que el día de hoy trasplanté seis árboles de durazno, una bugambilia y un limonero y colaboré para trasplantar otro limonero. Me preocupaba que los arbolitos se murieran de sed: Dios proveyó, se nubló rápidamente el cielo y cayó una copiosa lluvia anunciada con luz y sonido: truenos, relámpagos y centellas. Me asustó un poco porque empezó a granizar. Pero fueron tan pocas las bolitas de hielo que cayeron en mi zona, que las plantitas no se dañaron. Todavía tengo más arbolitos de durazno. Los chinos pensaban que el durazno era el alimento de los inmortales. En invierno, tiran todas sus hojas, pero se cubren de una flor rosada muy hermosa, digna de una litografía japonesa. Las frutas se dan a veces desde finales de abril y no pasan de la primera lluvia seria de junio. Los que se caen, si se recolectan de inmediato, pueden servir para hacer una deliciosa jalea o mermelada, según el gusto. Los más altos, los picotean los pájaros. Sembrar estos arbolitos contribuye a darles un poco de alimento, ahora que las áreas verdes son cada vez más escasas. Si quieres adoptar un arbolito de estos, no dudes en pedírmelo.

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