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viernes, 27 de noviembre de 2015

Los biorritmos y la estupidez humana

Hay dos personajes que admiro mucho que han abordado el tema de la estupidez humana y su infinitud. El más conocido es el físico Albert Einstein, quien dijo que "hay dos cosas infinitas: el Universo y la estupidez humana. Y del Universo no estoy seguro". Menos conocido es el campeón mundial de ajedrez, Wilhelm Steinitz, quien a su vez sentenció: "La mente humana es limitada, pero la estupidez humana es infinita".
En mi calidad de ser humano, no estoy exento de decir, cometer o escribir estupideces, y menos en este momento en que mi biorritmo físico está en -90, el creativo a -20 y el intelectual en cero. Cabe señalar que hay periodos en que tengo las herramientas necesarias para calcular con facilidad mis biorritmos, desde hace décadas; pero, hay ocasiones en que, por un cambio de tecnología o de siglo, o de milenio, esta tecnología desaparece y me da mucha flojera calcular mis biorritmos a lápiz. Tengo 63 años. Ahora, gracias a las redes sociales, he encontrado un software adecuado para calcularlos con facilidad.
Hacia 1992, gracias a un encargo de Manuel Enríquez, pude constatar el poderío de los biorritmos: escribí dos poemas sinfónicos; el primero Desde los portales de una ciudad bullanguera, lo compuse cuando todos mis biorritmos andaban por la zona de -90; el segundo, Cuando el Tajín se desata lo pude escribir en el ciclo que  transcurrió entre arriba de diez con dirección a cien. Hubo un instante en que los tres estaban en 100 de manera simultánea. Feliz momento en que todos mis biorritmos estaban arriba al mismo tiempo ¿Y saben qué? El resultado del primero, salvo algunos chispazos, distó mucho de satisfacerme. En cambio, el segundo me llena de orgullo. Sólo me fastidió un poco una transición en marimba, a modo de coda, que pensé para un tercer poema que nunca hice, la que escribí cuando los biorritmos se acercaban a cero de nuevo. De plano, la eliminé y santo remedio. El Director de Orquesta que las estrenó, Sergió Cárdenas, en un comentario que me hizo en privado, le echó la culpa a la cantidad de percusionistas que pedí, pues tuvo que invitar a muchos que no tenían el nivel. Pero es posible que esos compases no hayan sido lo mejor que he escrito, sino todo lo contrario.
Tampoco hay que ser tan dogmático y tirarse a la depresión o a la flojera cuando todos los biorritmos están abajo. Mi ex maestro Héctor Quintanar recomendaba que en ocasiones era bueno "descansar haciendo adobes". A finales de los noventa, cuando gané mi primer Estímulo para Creadores con Trayectoria, tenía que escribir una obertura para banda sinfónica militar en un tiempo determinado. Y mis biorritmos habían cruzado la frontera del -10 con dirección al -100. ¿Y saben que hice para "descansar haciendo adobes"? Una miniatura para clariente solo que bauticé como La Depre, misma que estrenó Manuel Solis en un concierto de la Maestría en Conmposición Musical de la Universidad Veracruzana y gustó mucho. Sonaba muy limpia, muy bien estructurada y no me avergüenzo de ella. Simplemente, calcular mis biorritmos me sirvió para medir mis fuerzas. Escribir para Banda implica escribir para las tubas y las tubas son mi peor pesadilla: que tuba tenor, alto, bajo, contrabajo, barítono, en Fa, en Do, en Sib, en Mib, wagnerianas, fliscornios, las que están de moda y las que están en desuso. Seguro que habría metido la pata si hubiese querido hacer el climax de esa obertura con un tutti orquestal cuando mis tres biorritmos anduviesen abajo de -50.
El hecho es que ahora tengo los biorritmos en un nivel que no se presta a grandes esfuerzos físicos o intelectuales ni a creaciones pirotécnicamente inspiradas y emotivas. Por el contrario, estoy expuesto a escribir muchas pendejadas. Así que por hoy, amable lector, le solicito que me tenga paciencia y espere a que se recargue mi energía biorrítmica y pueda escribirle cosas más interesantes. No pasará de unos días. Buenas noches.

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