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lunes, 1 de diciembre de 2014

Chespirito a la luz de un fan de McLuhan

Hoy leí en El Diario de Xalapa, un medio de comunicación que Marshall McLuhan denominaría "de prensa caliente", un artículo de Heli Herrera que se llama Querido y odiado, así fue, dedicado a la memoria del recién desaparecido Roberto Gómez Bolaños "Chespirito", que diera vida a varios personajes televisivos y de cómic como son "El Chavo del Ocho" y "El Chapulín Colorado". Si yo negara que me reí a carcajadas con sus chistes, sería un hipócrita. Pero también lo sería si dijese que podía ver sus programas una y otra vez sin aburrirme, pues tenían un formato muy claro y después de ver varios, era bastante previsible. En mi caso, lo dejaba descansar, para volverlo a ver y volver a reírme, para también volver a saturarme. Hasta que un día, prácticamente desapareció de la televisión (salvo los programas ya grabados, que me imagino se repitieron una y otra vez) pero apareció en el cómic. Es decir, pasó de un medio "frío" como es la televisión, a otro "caliente" como es la historieta, para emplear la terminología de McLuhan, en la que un medio "caliente" es el que deja poco a la imaginación del espectador, como el cine, porque es "de alta definición", en tanto que un medio "frío" obliga al espectador a completar el mensaje y entre más requiere de la participación del espectador, más frío es el medio. Esto es muy interesante: el paso de un medio que le era excelente, a otro que no le convenía, hacia al final de su vida. ¿Quizá fue a causa de sus aventuras políticas? Porque, como lo señala muy bien Heli Herrera, su personaje "El Chavo del Ocho" era tonto, malo para la historia, para las matemáticas y, en general, para el estudio. Pero su autor era un hombre de derechas, "fiel servidor de la jerarquía católica" y que siendo "fiel a sus ideas de derecha se convirtió en el primer promotor de la campaña de Vicente Fox a la Presidencia de la República… y seis años más tarde, declarado admirador y seguidor de Felipe Calderón grabó spots en beneficio de su campaña, cuestionando fuertemente a Andrés Manuel López Obrador". Josefina Vázquez Mota no ganó las elecciones. Habría que documentar si el paso de Chespirito de la televisión al cómic se dio antes o después de la campaña electoral que llevó a Peña Nieto a la presidencia. O mejor aún, ¿Qué sucedió con su carrera a raíz de esta derrota? Otro personaje cuya imagen perdió bastante presencia a causa de los procesos electorales, fue la de Juan Gabriel: éste le apostó a un candidato priísta y ganó el panista. No recuerdo si Fox o Calderón. Averigüenlo. Lo cierto es que le apostó al candidato equivocado y le pasaron la factura. Lo mismo le ocurriría a G.F. Haendel en el siglo XVIII: le apostó al príncipe equivocado y vivió diez años casi en la miseria.
Lo que me parece importante en Roberto Gómez Bolaños es su impacto en varias generaciones de niños no sólo mexicanos, sino centro y sudamericanos, dado su rating de audiencias. Y sugiero estudiar el papel de la televisión no sólo en la política o el entretenimiento, sino en la educación, y todo esto a raíz de unas lecturas que estoy haciendo recientemente. Como buen individuo forjado en la era de la televisión, trato de hacerlo "a profundidad": según McLuhan, si preguntásemos cuál es la relación de la televisión con el proceso de aprendizaje, la respuesta seguramente sería que la imagen televisiva, en virtud de su énfasis en la participación, el diálogo y la profundidad, ha producido en América del Norte una demanda nueva de programación intensiva en la educación… la televisión puede ilustrar como nadie las interacciones entre los procesos y el crecimiento de todo tipo de formas". Y McLuhan se pregunta "¿Por qué el niño televidente no puede ver más allá?". Porque, en su opinión, la televisión "es, sobre todo, una extensión del sentido del tacto que implica una mayor interacción entre los sentidos… la escritura fonética es la única que tiene el poder de separar y fragmentar los sentidos y de allanar las complejidades semánticas. La imagen televisual invierte este proceso alfabético de fragmentación analítica de la vida sensorial… impregnado por el mosaico de la imagen televisiva, el niño televidente se enfrenta al mundo con un espíritu antitético a la alfabetización… merma la eficacia de las técnicas pedagógicas básicas y la relevancia de los planes de estudio… la televisión contribuye a la miopía".  Pero, contra lo que pudiera esperarse, "El niño televidente espera implicación y no requiere un futuro empleo especializado. Quiere un papel y un compromiso profundo para con la sociedad". Confieso que me cuesta trabajo seguir aquí a McLuhan y más aún resumirlo sin traicionarlo. Pero creo que ha puesto el dedo en la llaga: Los video juegos son bastante táctiles y son una evolución de la televisión. Además, "El Chavo del Ocho" es el niño televidente mexicano de las generaciones que lo vieron  desde el 20 de junio de 1971 a comienzos de los años noventas. Después ocurriría el cambio a serie de dibujos animados e inclusive a historieta impresa en papel. Pues como dice Heli Herrera, al Chavo del Ocho le cuesta trabajo estudiar en la escuela. Pero, como dice McLuhan, busca constantemente participar y tener un lugar en la sociedad. Las generaciones de individuos nacidos entre 1961 y 1990 harían bien en hacerse un autoexamen y recordar cuántas horas a la semana y por cuántos años estuvieron expuestos a El Chavo del Ocho. De hecho, yo nací en 1952, y, para cuando El Chavo del Ocho apareció en la televisión mexicana, yo era apenas un adulto joven; mis hijos, también lo vieron y seguro que les afectó más. Todavía recuerdo los diálogos en broma que sostenían mi hijo menor y Don Dusc, el diseñador gráfico de Katarsis,  ya que jugaban de tal manera que yo los parodiaba y decía que hablan así:
_Dígame Licenciado.
_Licenciado.
_Gracias.
_No hay de Queso, no'más de papa.
Ahora son individuos freelanceros. No les interesa ser empleados. Claro que ellos pasaron de ser receptores pasivos de los mensajes de la pantalla del televisor, a asiduos jugadores de video juegos. Posteriormente se convirtieron en usuarios del internet en diferentes modalidades.
Esto también deberían analizarlo algunos sectores gubernamentales encargados de los estudios de población, educación, comunicación y políticas laborales. Tal vez así podrían comprender a toda esa masa de individuos nacidos a partir de 1961, para no hacer reformas impopulares acompañadas de campañas de imposición con su consecuente represión de manifestantes opositores. No son los profesores los únicos responsables de la debacle del sistema educativo. Ni Chespirito. Aquí cabría preguntar ¿El Chavo del Ocho fue un personaje construido a partir de una realidad detectada mediante estudios de mercado o El Chavo del Ocho contribuyó eficazmente a que generaciones enteras de niños fuesen poco aptos para estudiar en la escuela?
Me atrevo a sugerir que fueron las dos cosas, en clara interacción dialéctica; sin embargo, esto habría que fundamentarlo con un estudio científico apoyado con datos duros. Así como no se puede culpar a los profesores de primaria y secundaria por no poder haber podido contrarrestar eficientemente al monstruo que es la televisión comercial, tampoco creo que El Chavo del Ocho respondiese de manera consciente a un programa para apendejar niños. Su único objetivo era entretener y eso lo hacía bien. El problema fue cuando los políticos, valiéndose del indudable impacto social que este programa tenía, decidieron emplear a su creador como arma de guerra ideológica. Las guerras destruyen a todos los bandos en pugna.
Lo cierto es que Roberto Gómez Bolaños envejeció y enfermó, como todos los seres humanos. No pudo o no quiso mantenerse al margen de la política; después de todo, tenía sus ideas y las defendió. Su entorno cambió, gran parte de su público pasó de la televisión al internet y los video juegos y El Chavo del Ocho ahora ha quedado como un caso interesante de programa cómico televisivo muy exitoso, cuyo éxito quizá lo llevó a jugarle una mala pasada cuando la política ensombreció el panorama de los mexicanos al comienzo del nuevo milenio. Es muy probable que a muchos de sus antiguos seguidores no les haya hecho gracia el ataque tan descarado contra López Obrador. Otro factor que también puede ser decisivo es que, cuando McLuhan habla de televisión, lo hace en los términos de las televisiones analógicas de los años sesenta. Cuando El Chavo del Ocho entra en escena, éstas son las televisoras que el gran público tiene en su casa. Tarde o temprano aparecieron las televisoras de pantalla plana, y, finalmente, las HD. ¿Una televisión HD es un medio frío como lo eran las viejas televisiones analógicas de blanco y negro? Incluso las de colores, cuando recibían la imagen desde la antena, solían tener imágenes con contornos difusos, borrosos. Las televisiones actuales, cuya imagen llega por cable, sin distorsiones y en pantallas de alta definición, seguramente son "tibias". Me atrevo a acuñar este término, siguiendo la lógica de McLuhan: si el cine, con su alta definición, es un medio "caliente" y las antiguas televisoras eran "frías", las modernas HD y por cable, DVD o Blue Ray están más cerca del cine que de las antiguas analógicas, de antena y  de blanco y negro. En resumen, lo que quise decir es que este mundo ya no era para Chespirito. Como a veces siento que ya tampoco lo es para mí o para mi esposa. Tal vez el pago por vivir más de medio siglo en buenas condiciones es el hecho de poder estar viajando entre varias épocas, entre dos siglos, como si viajásemos en una máquina del tiempo (que se descompone y no nos permite regresar plenamente al pasado). Y el precio, es estar insertos en el futuro, pero sin pertenecer a él. En ambos casos, es algo así como ser espectador de dos siglos  sin tener lugar en ninguno de los dos. Descanse en paz Don Roberto Gómez Bolaños.

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