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viernes, 11 de julio de 2014

LOS NIÑOS DE MORELIA Y YO.



Por: Francisco González Christen

Cada vez que pienso en la situación de mi padre, quien hacia 1937 era un niño de 11 años, que tuvo abandonar su patria y alejarse de sus progenitores, para refugiarse en tierras lejanas, siento que se me estruja el estómago por la emoción adversa. Basta pensar en la suerte que corren los niños centroamericanos que por alguna razón están embarcados en un proceso migratorio, atraídos por el espejismo del sueño americano y repelidos por la situación desastrosa de su país. Muchos niños mueren en el trayecto. Las razones son muchas: los atropelló el tren, los asesinó un sicario, murieron a causa de una enfermedad y falta de apoyo médico. Y van a otro país, a otra cultura, a donde nadie los invitó. También hay que imaginar la vida de reyes que se dan los señores de la guerra, mientras arruinan vidas humanas y dilapidan infinidad de recursos económicos y naturales, para que se pueda sentir lo que yo siento cuando pienso en mi padre, convertido en un huérfano sin serlo. Pienso también en la grandeza de hombres como el General Lázaro Cárdenas, cuyo gobierno tomó bajo su protección a estos emigrantes, y no sé que pensar de políticos como Fernando Gutiérrez Barrios, quien tenía un departamento policiaco para espiarlos. Porque estaban bajo sospecha del gobierno mexicano de Díaz Ordaz, Luis Echeverría y Carlos Salinas de Gortari, por ser “comunistas”. Cuando los niños de Morelia dejaron su patria, sus padres tenían la esperanza de que la guerra finalizara pronto y a favor de la República. Cosa que no sólo no sucedió, sino que estalló la Segunda Guerra Mundial y por esta razón el Gobierno Mexicano tomó la sabia decisión de mantenerlos en territorio mexicano hasta que obtuviesen la mayoría de edad. Mi padre, al llegar esa fecha, volvió a España.
-¿A qué regresaste? –Le dijeron por allá-. No seas tonto. Acá las cosas ya no están igual. No vale la pena vivir en España.
El problema era que mi padre, al ser español y mayor de edad, ya no podía salir de su país con pasaporte de la república. Porque si lo intentaba y lo atrapaban, sería considerado “traidor a la patria” y lo fusilarían. ¿Traidor a la patria? ¿Quiénes fueron los verdaderos traidores? Franco usurpó el poder, se alió con Hitler y después le dio la espalda para aliarse con los norteamericanos. ¿Quiénes son los verdaderos traidores?
Un cuñado de mi padre era contrabandista. Escaparon por las montañas, huyendo hacia Francia. Al llegar al país galo, sólo quedaba un día para abordar el barco que lo traería de regreso a México. De lo contrario, la policía francesa lo entregaría a la española. Tal vez por eso de chico yo tenía una pesadilla recurrente: me imaginaba que caminaba por delgados senderos entre acantilados y profundos abismos. Hasta que había un momento en que había una grieta de un metro en el camino. Yo buscaba el fondo de la grieta y no lo encontraba. Tenía que saltar o quedarme ahí. Y era peor no saltar. Pero sentía que si saltaba no llegaría al otro lado. Y una voz me animaba:
-Anda. Sólo es un paso. Concéntrate. Si te quedas ahí, estás perdido. Yo no puedo quedarme aquí. Te quedarás sólo y no podré acudir en tu auxilio.
No sé si los miedos se transmitan genéticamente. O tal vez yo escuchaba la historia cuando mi padre la narraba a los amigos y después mi mente la procesaba en el sueño. Con una gran carga de angustia. Finalmente, yo me armaba de valor y daba el salto. Y llegaba al otro lado. Mi padre hizo bien al regresar a México. Más allá de conocer a mi madre y engendrar una familia numerosa y feliz, debo hacer notar que mis abuelos españoles fueron los primeros en morir. Mi abuelo Francisco nunca pisó tierras mexicanas y murió apenas cumplir los sesenta. Aún recuerdo una guitarra de juguete para mí y una muñeca para mi hermana Emilia. Eran su herencia, su última voluntad.
-Por favor, acepta tu regalo –me dijo mi madre, cuando me daba la guitarrita. Regalos humildes, pero que aún los guardo en mi corazón. La tía Pilar se quedó en España. Murió a los 20 años de edad. La abuela Pilar, llegó con la salud quebrantada. Murió en México a los 72 años de edad. Algunas veces conviví con ella. Mis abuelos mexicanos vivieron 82 y 100 años. Y conviví con ellos en muchas ocasiones. De la Guerra Civil Española poco sé y no quiero saber más. Aunque me gusta leer a Hemingway y algún día tendré que leer Por quien doblan las campanas. De esa fatídica guerra, sólo sé que algunos intelectuales como Ortega y Gasset toda la vida me han producido una profunda antipatía. Pues, siendo refugiados, pensaban que era mejor el bando de Franco.
Quien quiera saber un poco más de la materia, puede ver el vídeo https://www.youtube.com/watch?v=T--RkJPqYtM donde mi padre lo relata de viva voz.



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