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miércoles, 27 de mayo de 2020

CRÓNICAS PANDÉMICAS. CAPÍTULO 20.

CRÓNICAS PANDÉMICAS. 
CAPÍTULO 20.

   –Pssst, (ya puedes salir)–Dijo Javier Berlanga.
   –(Ahí voy) –Dijo Don Catrín.
   –No es necesario que hablemos en secreto. Nada más procura no subir demasiado la voz.
   –S’món.
   –Ya arreglé lo de tu pierna. Pero no podré hacerlo con lo de la dama de los azulejos. Verás, la mandó una red cibernética del futuro para que cayeras en una trampa.
   –¿Cómo?
   –Es la misma que borró la cuenta del community manager de Jaime en el Féisbuc. Pero el ataque es muy sutil.
   –Me hablas en chino.
   –Te entiendo. Ustedes los del siglo XIX eran felices. No tenían que vérselas con estos aparatos del demonio. Pero a partir de la generación boomer todos tenemos que entrarle o nos carga la chingada.
   –Eso último sí lo entendí. Así le pasó al Imperio Español con la Independencia de México.
   –Tú te moriste antes.
   –No olvides que somos personajes y yo salí a la luz en 1832. De algo me enteré.
   –Está bien. No nos distraigamos. Tengo que averiguar si esto fue obra de la N.E.T.T.A. o de la O.A.T.
   –¿Qué es eso?
   –La  N.E.T.T.A. es la Net of Enterprises of Telecomunications Trans America y la O.A.T. es la Organización Asiática Total. Ignoro cuáles sean sus siglas en chino. Lo único que sé es que son organizaciones rivales. La que logre controlar todas las redes sociales del mundo, controlará las mentes de los humanos y podrá hacer lo que quiera con ellos.
   –Si Don Jaoquín Fernández de Lizardi y sus amigos vieran en que acabó su lucha se volverían a morir de tristeza. Lo que no entiendo es por qué los chinos son tan poderosos, si son los esclavos de los gachupines.
   –Ya no. Los gachupines no sólo perdieron el continente americano: también perdieron Filipinas. Además, los ingleses de alguna manera sometieron a la China continental, a través del opio, pero también perdieron esa influencia y recientemente tuvieron que devolver Hong Kong. Ahora los gachupines y los anglo sajones están a punto de ser los esclavos de los chinos.
   –No me digas ¿Cuándo los españoles esclavizaron a los chinos? ¡Cómo eres ignorante!
   –¿Qué los chinos, los filipinos y los japoneses no son lo mismo?
   –No. A la distancia se parecen porque todos tienen ojos rasgados, y es probable que ellos nos confundan con los gringos, con los guatemaltecos o con los italianos y por la misma razón. Pero la diferencia no se pierde con la distancia. Investiga un poco más.
   –Es lo que estoy investigando. La pandemia del COVID19 hizo estragos en España, Italia y los Estados Unidos de Norteamérica. La cuarentena provocó una severa crisis económica y tengo la hipótesis de que los chinos van a comprar sus empresas quebradas a precio de remate.
   –¿Estás seguro?
   –No. Ya te dije que sólo es una hipótesis de trabajo. En caso de ser cierta la teoría de que el virus de Wuhan fue fabricado o manipulado en un laboratorio para después soltarlo para que contagiara a toda la humanidad, estaría cerca de probarlo.
   –¿Y qué te falta? ¿Te puedo ayudar en algo?
   –Tu ingenuidad me ayuda, amigo. Ignoras muchas cosas de la historia. No te culpo, te moriste mucho antes de que yo naciera.
   –La prueba de que no estoy muerto es que estoy aquí.
   –Porque eres un personaje, pero en tu historia primigenia tú moriste antes de que México perdiera la mitad del territorio frente a Estados Unidos.
   –¿Cómo? ¿No nos defendimos? ¿El General Santa Anna no dirigió a nuestros ejércitos? ¡El era un verdadero patriota y un genio de la estrategia!
   –Valor no le faltaba y ganó muchas batallas. Pero no pudo con los gringos y ahora no lo tenemos en tan alta estima.
   –De seguro cayó con el corazón atravesado por una bala norteamericana.
   –Siento decirte que murió de una diarrea. Y con fama de traidor a la patria.
   –Eso es imposible.
   –Está documentado que vendió el territorio de La Mesilla y se puso a las órdenes de Maximiliano.
   –¿Quién era ese Maximiliano?
   –¿No lo sabes? El segundo emperador de México. Lo impusieron los franceses.
   –Pero si a los franceses los derrotó Santa Anna. Hasta perdió una pierna en combate ¡Eso es ser un patriota!
   –Fue una segunda invasión. Finalmente los derrotamos con las tropas de Benito Juárez y de Porfirio Díaz.
   –¿Esos indios patarrajada vencieron al mejor ejército del mundo?
   –Más respeto con los amigos de mi tatarabuelo. Sí, los vencieron. En Europa grandes personajes como el escritor Víctor Hugo y el genio todólogo de Carlos Marx lo celebraron ¿Supiste de ellos?
   –No. Creo que me morí antes de que ellos fueran famosos.
   –No quiero ser grosero, pero si quieres actualizarte, métete a algún libro de historia.
   –No puedo, nada más soy personaje de novela.
   –Entonces métete a algunas novelas históricas.
   –¿Me puedes recomendar algunas?
   –¡Claro! Puedes empezar con los Episodios nacionales de Benito Pérez Galdós a partir de la fecha en que te moriste. Te recomiendo El sol de mayo de Don Juan A. Mateos.  Si puedes, métete al guión de la película 5 de mayo, la batalla.
   –¿Película? ¿Qué es eso?
   –Luego te lo explico. Olvídate de la película. Compara El sol de mayo con Primm de Benito Pérez Galdós, que si no me equivoco es el tomo 39 de sus Episodios Nacionales. Para que veas lo que pasó con tu héroe Santa Anna, lee El seductor de la patria, de Enrique Serna. Para que te actualices, lee también El imperio perdido de José María Pérez Gay. Ese también te sirve para que entiendas la situación de Europa, y de ahí te puedes remitir a otros como Robert Musil. Pero, para entender a Europa un poco más, te recomiendo La guerra y la paz de León Tolstoi, La Comedia Humana de Balzac, El mundo de ayer de Stephan Zweig y muchos cuentos de Maupassant, sobre todo los que hablan de la Guerra Franco-prusiana.
   –¿Nada más?
   –¿Quieres más? Bueno, para la historia mexicana del siglo XX puedes leer Los de  abajo de Azuela, El llano en llamas de Rulfo y El águila y la serpiente de Martín Luis Guzmán. En este último Jaime aprendió a seducir toda clase de damas ¿Viste cómo hizo la precuela de Mrs. C de Stephan Sweig en el capítulo 15 de estas Crónicas, la de 24 horas en la vida de una mujer? Ese capítulo es la clave de todo esto, porque fue el que provocó el rompimiento entre Jaime Schütz y el Féisbuc. Para explicar como la sedujo Karl Sessions, Jaime se copió la estrategia de Martín Luis Guzmán, ¡porque a él le ha dado resultado con las mujeres! Y, la verdad dicha sea de paso, esa estrategia lo salvó de una castidad forzada por el resto de sus días.
   –¿Y a ti no?
   –De mi sexualidad, prefiero no hablar. Es asunto privado.
   –Después del juicio al que te sometieron y de la novela que está haciendo Jaime, tu vida sexual es asunto público.
   –Mira, mejor ponte a leer lo que te dije. También tienes que estudiar literatura de la tecnología, de los viajes en el tiempo, y encontrar la manera de meterte a varios guiones cinematográficos, en especial a los de Terminator y La Matrix. Del cine puedes brincar a los videojuegos. Es importante que te metas a un juego ruso que se llama Los oscuros. Antes, si quieres, puedes leer El código da Vinci. Te doy una idea: Lee primero El código da Vinci y una vez que sepas lo que es el cine, pásate al guión de esa película, para que te vayas enterando de lo que hacen los Illuminati. Todo esto es importante para entender la guerra entre la N.E.T.T.A. y la O.A.T. Y lo tenemos que hacer antes de que Ezequiel Matís o Van De Baas hagan lo mismo. Si te das cuenta, las siglas de la O.A.T. revelan su verdadera identidad: Oscuros Asiáticos y Totalitarios. Súbete tantito a la máquina del tiempo y vamos a ver cómo están constituidas ambas redes.
   Javier Berlanga se dirige al libro de La máquina del tiempo de H.G. Wells. Lo saca del librero.
   –Déjate llevar por mí, o acabaremos en una época indeseable. Haz exactamente lo que yo te diga.
   Javier abre el libro. Se configura un aparato esférico, con una serie de controles en su interior y un asiento para dos pasajeros. Don Catrín y Javier ingresan a él. Se abrochan sus cinturones de seguridad. A Don Catrín le cuesta un poco de trabajo, pero con la ayuda de Javier entiende cómo y se lo abrocha correctamente. Javier desliza un dedo por una pantalla y aparecen unos hologramas. Don Catrín está asombrado viendo como Javier teclea unas cosas en el aire. Está asustado, pues los hologramas parecen fantasmas. Una nube negra los envuelve y al disiparse la niebla, se ve de nuevo el estudio de Jaime Schütz.
   –No chingues, estamos en el mismo lugar –Dijo Don Catrín.
   –Sí, pero no en la misma época. Adelantamos quince años. Mira el equipo de Jaime: aunque es medio pendejo para la tecnología, ya no está usando su vieja Mac, ahora tiene una Lap top Toshiba último modelo.
   –Aaah…
   Javier abre la Lap, la enciende. Le truena los dedos para que se encienda más rápido. La Lap de Jaime es más lenta que una tortuga reumática. De modo que Javier fuerza su apagado. Saca un juego de destornilladores de medidas pequeñas. Abre la caja de la Lap, le quita el disco duro original, y le pone dos nuevos. También le añade dos módulos de memoria ram, para expandírsela.
   –Si Javier es fifí de los que son como nobles, no entiendo cómo no le vacías sus tarjetas bancarias.
   –Eres muy ignorante en materia de tecnología moderna pero bien que sabes que se puede hacer eso hoy en día, ¿verdad cabrón?
   –Soy ignorante, pero no pendejo.
   –Bueno. Te lo diré. Soy un pillo pero con los amigos soy leal. Eso nunca se le hace a un amigo. Además, necesitamos que Javier sobreviva y mantenga su estatus social, de lo contrario, nos cargará la chingada a ti y a mí.
   Don Catrín se quedó perplejo. Pero empezaba a estimar a Javier, pues estaba convencido de que entre gitanos no se debían de leer la mano. Así que se calló y se limitó a observar cómo su amigo armaba de nuevo la Lap, la encendía y se ponía a teclear un montón de cosas. De cuando en cuando, aparecía una barra horizontal que se iba iluminando de otro color en la parte de en medio, siempre progresando de izquierda a derecha. De vez en cuando un pitido anunciaba que la operación había terminado y de inmediato Javier se ponía a hacer otra tarea. Esto aburrió mucho a Don Catrín, que tomó un cuaderno de Jaime, y tras leerlo un poco, se lo metió a la bolsa de la casaca.
   –¡Listo! ¡Vámonos! ¡Súbete a la máquina y abróchate el cinturón! ¡De prisa!
   Los amigos se subieron al artefacto, se abrocharon los cinturones. Javier desplegó de nuevo el holograma y dio varios pinchazos al aire. Una nube negra los cubrió, y cuando se disipó, vieron que en lugar del estudio de Jaime Schütz, estaba un paisaje a campo abierto, con una vegetación extraña y El Pico de Orizaba haciendo erupción, donde el apache Turok le disparaba unas flechas a un tiranosaurio, el cual se las arrancaba y se irritaba más. Turok corría desesperado, se tropezaba, el dinosaurio le tiraba una tarascada, pero Turok giraba, la esquivaba, volvía a correr y ya no tenía tiempo para dispararle más flechas al monstruo, quien le tiraba una tarascada y otra cada vez más cerca, hasta que el indio logró entrar a una caverna y logró esquivar la última mordida, la que estuvo a punto de cercenarle una pierna, pero la boca de entrada era más chica que la cabeza del animal, el cual, frustrado y con el hocico lleno de raspones, miró hacia otro lado y divisó hacia donde estaban Javier y Don Catrín.
   –¿Qué hiciste? –Dijo Javier, visiblemente enojado.
   –¡Nada!
   Antes de que Don Catrín pudiese reaccionar, Javier le sacó de la casaca la libreta de apuntes escrita por Jaime, donde estaba el bosquejo de un ensayo comparativo entre El dinosaurio de Augusto Monterroso y las aventuras del comic “Turok, el guerrero de Piedra”. Mientras el dinosaurio se acercaba a ellos corriendo como a cincuenta kilómetros por hora, Javier tecleaba algo en el aire. En la pantalla se desplegó el mensaje “Windows Problem Reporting has stopped working. A problem caused the program to stop working correctly. Windows will closed the program and notify you if a solutions is available.
   –Ahora sí vas a saber el significado exacto de «ya nos cargó la chingada» –Dijo Javier.
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