Translate

Vistas de página en total

lunes, 25 de mayo de 2020

CRÓNICAS PANDÉMICAS. CAPÍTULO 18.

-->
CRÓNICAS PANDÉMICAS.
CAPÍTULO 18.

   Una compañera del grupo de sexalescentes tuvo la gran idea de reunirnos anoche a tomarnos una copita y charlar, para mostrarle al virus que no nos va a derrotar. Claro, cada quien en su casita, valiéndonos de la aplicación llamada zoom. Mis temores fueron infundados: la reunión fue amena y en algunos aspectos, mejor que si hubiese sido en un restaurante: la plática fue entre todos; en cambio, cuando nos reuníamos en casa de alguien o en el restaurante, sólo podíamos platicar con los que teníamos al lado o enfrente. Además, nos salió más barato.
   Mis temores eran fundados: las clases online desde la guardería que recibe mi nieta  no se comparan con las presenciales: ni les hace caso a las profesoras ni ellas la atienden adecuadamente, aunque esa guardería es muy buena en el mundo de lo real; no obstante, la clase de música es individualizada y es mucho mejor. Pero a veces, a la profesora se le traba la imagen o el sonido suena entrecortado. Mi hija da clases de canto con video llamadas y tanto ella como los alumnos sufren a causa del sonido artificial. En cambio, mi hijo, antes de que le hiciese crisis la lombriz de Vietnam, daba clases de Karate también por zoom. Él hacía ejercicio, demostraba y ordenaba como si estuviese en el dojo, y corregía.
   Todo esto lo acepto como un recurso pasajero para poder continuar con nuestra vida. Pero es tan artificial que me da pavor ¿En eso consistirá “la nueva normalidad”? Ahora avisaron que la cuarentena se extiende hasta el 19 de julio. Y al poco se va a empatar con el otoño y sus enfermedades respiratorias ¿Y si ya nos enfermamos y aliviamos sin darnos cuenta pero vamos a seguir encerrados? ¿O si nunca nos contagiamos también? En la mañana me llegó el video de una mujer norteña desesperada y enojada que quiere que salgamos todos el día primero de junio. Luego otro de un dibujo animado que sermonea con un florido lenguaje a los mexicanos incrédulos, irresponsables, o de plano, tontos. Cita una fábula de una tortuga y un alacrán que tienen que cruzar el río. La tortuga le dice “monta en mi caparazón, que me protege de tu aguijón y yo te llevo al otro lado. El alacrán se sube al caparazón de la tortuga, y cuando están en la mitad del río, le clava el aguijón en la cara. Antes de morirse la tortuga alcanza a reclamarle y a decirle “yo te iba a llevar al otro lado, ahora nos vamos a morir los dos”, “lo sé”, dijo el alacrán. “Pero está en mi naturaleza clavar aguijones”.
   Bueno, ese es el estado de ánimo: ya queremos salir, tenemos miedo, enojo y desconfianza. Estamos confundidos, uno dice una cosa y de inmediato llega la refutación.
   Pero lo que más desazón me produjo fue enterarme que en Facebook se negaron a rectificar el rechazo de la promoción publicitaria del capítulo 15 de estas pandemias que hiciera mi autor Francisco González Christen. Parece que le dimos al clavo o que toqué una cuerda sensible: eso de que el virus fue manipulado en un laboratorio, o de que en la Universidad Revolucionaria y Conservadora de Veracruz estaban haciendo experimentos con seres humanos, lo dije por hacer ficción, pero empiezo a creer que es cierto. Esta censura no parece obra de Ezequiel Matías, sino de Van De Baas. ¿O acaso será obra de Soros o del Estado Profundo? 

Dice Francisco González Christen:
   «A mi community manager le cerraron la cuenta por un "quítame allá estas pajas".» A Ramiro Wallace, que estaba defendiendo a mujeres guatemaltecas y haitianas de los ataques de un whitetrahsero, también le cerraron la cuenta bajo el argumento de que él era el racista. «Protesté de manera pública y de inmediato me salieron al paso dos defensores del Facebook quienes alegan (implícitamente) que esta red social sí tiene derecho a coartar la libertad de expresión y pasar por encima del artículo tercero de la Primera Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos de Norteamérica, así como del artículo séptimo de la Constitución Política Mexicana y las normas relativas de la Convención Interamericana de Derechos Humanos, porque yo acepté sus condiciones al registrarme en Facebook. La verdad es que he leído y releído sus normas comunitarias y no veo en qué las he violado, tampoco he visto cláusula alguna donde el usuario acepta el derecho de Facebook de abusar de sus controles. Según el defensor de Facebook, “él ha leído todas mis publicaciones y en todas he violado sus normas comunitarias”. Es un auténtico Torquemada informático. Cabe hacer notar que yo estoy en Facebook desde el 2011. Claro que si la teoría de la evolución de Darwin es obscena o las cadenas de ADN se diseñaron para evadir los controles de Facebook ¿Qué podemos hacer? Son unos auténticos cazadores de brujas modernos. Pero, si son tan buenos para detectar que una cadena de ARN se diseñó para evadir sus controles y toman acciones para su propagación ¿Por qué no hacen lo mismo con el coronavirus que está matando a miles de seres humanos al día y arruinando la economía global del planeta? Eso sí se los agradecería la humanidad. Pero no. Tienen que censurar una obra literaria, porque la literatura dice lo que no pueden decir otras expresiones de la comunicación humana, sean ensayos políticos, legales o científicos.»
    «Desde luego que esto no se va a quedar así. Al ser rechazada mi petición de revisión, redacté y publiqué una petición en change.org. Me pasé todo el día compartiéndola en mi correo electrónico y a todos mis contactos del teléfono celular. Acabé infestado de estática. Y de un ánimo muy especial. Facebook tiene tanto dinero que no le importa no sólo no ganar más, sino que se da el lujo convertir a sus clientes en enemigos. Otra empresa menos poderosa ya habría quebrado con tales políticas. Realmente ¿Cómo le hace para sobrevivir? Pero me fastidia hablar de esto. Por lo pronto, lo único que me queda es compartir el hashtag #CeroDineroParaFacebook hasta que se enseñe a respetar a sus clientes. Va a ser una batalla larga y dificil. No importa. Para mí, la Libertad de Expresión es un derecho sagrado y cada vez que ocurre algo así, confirmo que ésta está en peligro, y por lo tanto, también la humanidad.»
   Teorías de la conspiración ¿Por qué son creíbles todas las teorías conspiranoicas? Ya Maquiavelo le recomendaba a los príncipes que tuviesen cuidado al proteger a sus inferiores. Porque el que es salvado por el poderoso de una situación difícil, tarde o temprano recelará de la mano que lo protegió. Por eso los príncipes deben ser egoístas y alejarse de la plebe. Bill Gattes y Soros tienen fundaciones filantrópicas y mucha gente desconfía de ellos. Estos señores no han leído El príncipe de Maquiavelo y si lo han leído, hacen caso omiso de este consejo, porque gastan una fortuna en sociedades filantrópicas y están en la mira de los conspiranóicos. Yo no puedo decir si estos filántropos son buenos o son malos, porque los hechos de los que los acusan no son míos. Pero el que Ezequiel Matías, uno de mis antagonistas, lo crea al pie de la letra, no quiere decir que yo también lo crea ni que esté de acuerdo con él. Pero en este mundo de La Nueva Artificialidad las películas y las novelas ya no deben de tener conflictos aunque se conviertan en basura. Al diablo con las historias de superación personal, de liberación espiritual, de redención, de sufrimiento, de solidaridad o de resignación. Al diablo con la inteligencia humana. Total, la inteligencia artificial es más poderosa. No es creativa ni aún puede traducir correctamente los idiomas, pero ya se chinga a todos los ajedrecistas del mundo y también a los jugadores de Go. Skynet pronto será una realidad. En eso están trabajando.
   Pero las teorías de la conspiración que tienen más éxito son las que tienen que ver con cualquier gobierno del mundo, sea de izquierdas o de derechas. La gente nunca se creerá la historia de que el gobernante en turno realmente ejerció bien el presupuesto o que lo está ejerciendo de manera adecuada. El que no es torpe, es corrupto, en el imaginario popular, o está manipulado por poderes tras el trono, sean estos totalmente oscuros o iluminados por no se qué luz extraterrestre. Y entre más abogan por la censura, más sospechosos se vuelven.
   Por ejemplo, la teoría de que el virus del COVID19 fue manipulado o creado en un laboratorio para eliminar a personas mayores de sesenta años es totalmente creíble después del sexenio de Javier Duarte de Ochoa. Justo uno de los defensores de Facebook me estaba atacando por ser un boomer. Lamento que el neoliberalismo haya dejado a los millennials sin futuro, pero no es mi culpa ni me agrada la situación. En primer lugar, porque soy padre de varios millennials y me agradaría que ellos pudiesen emprender el vuelo por la vida con éxito. No porque no los quiera, sino porque tienen que ser autosuficientes para cuando mi mujer y yo ya no estemos sobre la superficie de este planeta.
   Estaba yo redactando la petición para que Facebook corrigiese sus políticas de revisión, cuando sonó la campanita michoacana que tengo en la puerta de entrada a modo de timbre. Es una campanita verde, de bronce, con motivos coloniales. Me asomé a la ventana.
   –¿Quién?
   –Yo
   –¿Quién yo?
   –Pues yo, Don Catrín de la Fachenda.
   ¡Caramba!, me dije, Don Catrín es todo un personaje y de otra época ¿A qué habrá venido?
   –¿Puedo pasar a su casa y me puede invitar un café? Su amigo Javier Berlanga me paso su dirección–, me dijo, con un acento entre chilango y gachupín.
   Este tipo es más encajoso que Javier Berlanga, pensé. No me quedó más remedio que encaminarme al zaguán e invitarlo a pasar. Tuve que sostener la puerta de metal, para que ésta no se regresara y lo golpease, porque Don Catrín entró a mi casa con la ayuda de dos muletas y tenía las manos ocupadas.
   Una vez cruzando el umbral de la casa, tomó su sombrero de copa y lo colgó de un perchero que tengo cerca de la entrada. También colgó su frac.
   –Veo que ha citado el apellido de Maquiavelo. Yo soy un experto, me conozco su decálogo a la perfección.
   –La crítica piensa que Usted fue víctima de una fake-news de su época. Tome asiento– Le indiqué. Me disponía a despacharlo rápido, porque dentro de una media hora tendría la reunión por zoom con los sexalescentes–. ¿Gusta un café americano o con leche?
   –Nunca he probado el café americano, pero siempre hay una primera vez.
   –¿Y que lo trae por acá? –Le pregunté, mientras me encaminé a la cocina a preparar el café.
   Don Catrín se levantó del sillón y me siguió hasta la cocina. Tras de poner a hervir dos tazas de agua en la estufa, saqué una lata de café en grano y un molino eléctrico. Tomé dos cucharadas soperas llenas de granos, las eché al molino y las trituré.
   –Han cambiado algo las cosas en este siglo–, me comentó–. En mi época se molía el café a mano, moviendo una manivela.
   –Así es. Mi abuela tenía un molino de esos.
   –Mire, no quiero ser descortés. Pero leí el capítulo 14 de su novela “Crónicas Pandémicas”. No me gustó que usurpase el papel de Joaquín López de Lizardi para dejarme en las mismas condiciones.
   –Nada más era un ejercicio de creatividad.
   –Sí, pero Usted podría haberle dado un giro de tuerca a la historia.
   –¿Cómo qué?
   –Que yo ganase el combate al marido enfurecido. Digo, ya que se convirtió Usted en mi autor, podría haber hecho algo para mejorar mi suerte.
   –No. Tendría que terminar la novela de Joaquín con otro final. No tengo derecho. Lo más que puedo es hacer una precuela desde el momento en que un amigo lo recomienda a Usted para trabajar en la agencia de galeras, carretas y sopandas.
   –Ese trabajo no me gustaba.
   –Según Joaquín Fernández de Lizardi, a Usted no le gustaba trabajo alguno.
   –Creo que no ha leído  completa la novela de Joaquín.
   –Es verdad, pero no creo haberme equivocado en el desarrollo de la escena previa al altercado donde el marido lo acuchilló.
   –Se equivoca. La calle de La Profesa, hasta la fecha está atiborrada de gente a las siete de la noche. Y la casa de la Condesa del Valle De Orizaba, la de los azulejos, no está junto a la casa de Agustín de Iturbide, sino en la acera de enfrente, varios metros antes de donde Usted dice.
   –¿Así que la dama era la Condesa de Orizaba?
   –¿Doña Leonor Pacheco? La novela de Joaquín es realista.
   –Pero mi precuela no. Dígame ¿La mujer de la ventana era una aparición?
   –No, por Dios. Era otra mujer.
   –¿Y con todo ese gentío la mujer le enseñó su anatomía femenina?
   –No había gente. Lo que pasa es que Usted equivocó la hora. Eran las nueve de la noche.
   –¡Claro! A principios del siglo XIX los humanos, como gallinas, se iban a dormir en cuanto se ponía el sol. Entonces ¿Por qué había tanta gente cuando el marido lo acuchilló?
   –Porque me alcanzó cuando pasabamos por el edificio de los limosneros.
    –Y ahí te conocían ampliamente.
   –¡Falso! ¡Yo soy un Catrín, no un limosnero!
   –Bueno, no te enojes. Pues si te pones pesado conmigo te borro de un plumazo.
   –Entonces ¿No puede cambiar el curso de mi historia? Verá, la cortada me dolió y me dolió en serio, pero más dolorosas fueron la gangrena y la operación. Y la herida en mi orgullo. Al final de su novela, Don Joaquín no fue muy benévolo conmigo: acabé pidiendo limosna.
    –La verdad es que no me atrevo a hacer tal cosa.
   Examiné mi reloj y me di cuenta de que ya había empezado la reunión con los sexalescentes. Afortunadamente iba para largo. Les escribí un Whatsapp y me dijeron que todavía estaban reunidos. Me disculpé con Don Catrín, quien se dirigió a la puerta de salida. Se tomó su taza de café de un sorbo y se despidió con gestos elegantes y arcaicos. Tomó su sombrero y su frac. Se colocó unos guantes blancos.
   –Si ves a Don Joaquín, dile que yo musicalicé en el siglo XX su pastorela La noche más venturosa, por favor.
   Don Catrín hizo un último saludo con el sombrero de copa y se retiró de mi casa. Tras avanzar unos metros, se esfumó como fantasma. Yo subí por mi lap top y una lata de cerveza que de inmediato metí al congelador. Mis amigos y yo estuvimos platicando en el zoom cerca de tres horas. Nos la pasamos bien, después de todo. Tal vez no sea tan mala La Nueva Artificialidad.
Si te gusta como escribo y quieres apoyar mi creatividad, conviértete en mi mecenas. Haz click en  este botón, regístrate y selecciona el plan que más convenga a tus intereses: Become a Patron!          

No hay comentarios:

Publicar un comentario